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Símbolos religiosos e instrumentalización política

Biblia

Una reflexión bíblica

Vincenzo Anselmo, 2024/04/12

Cristo ante Pilato, Mihály Munkácsy (1881)

En tiempos recientes, con una frecuencia cada vez mayor, los símbolos religiosos irrumpen en la arena política. A menudo, Dios es invocado de manera inapropiada, llamado como testimonio de una facción política o como una etiqueta para promover un partido. El tema es sin duda de actualidad, pero la problemática tiene raíces antiguas. Por eso mismo, las propias Escrituras judeocristianas contienen anticuerpos contra cualquier instrumentalización de lo divino.

Si, por un lado, el Señor es el Dios de un pueblo particular, Israel; por otro lado, el texto sagrado es consciente de que él es «Santo» (cfr. Ex 15,11; Is 6,3; Os 11,9), está «separado», es decir, es «distinto» del mundo[1]. El Señor dice a través del profeta: «los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos –oráculo del Señor» (Is 55,8). Ese Dios tan cercano a su pueblo, hasta el punto de intervenir para liberarlo de la esclavitud de Egipto y llevarlo a la Tierra Prometida, es también Otro en relación con Israel. Un signo elocuente de esto es el Tetragrámaton, el Nombre de Dios que no se puede pronunciar[2].

Esta prohibición protege la alteridad de Dios, porque no es posible aprehender el misterio del Señor llamándolo por su nombre[3]. Esta trascendencia, y al mismo tiempo inmanencia, divina es recordada por el profeta Isaías: «¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel!» (Is 12,6). El Dios Santo se hace presente en la historia de una comunidad particular, Israel, que él eligió entre todas las naciones de la tierra (cfr. Dt 14,2).

El arca de la alianza o del pacto es un signo de esta presencia concreta de Dios en medio de su pueblo, en una dinámica que prefigura la encarnación del Emmanuel, el Dios con nosotros (cfr. Is 7,14; Mt 1,23). ¿Cuál es la relación de Israel con el Dios que camina junto a ellos? ¿Podrán respetar su alteridad, o intentarán convertir a este Dios en un ídolo? ¿Qué sucede cuando el Señor de los ejércitos es llevado de manera inapropiada al campo de batalla?

En la historia bíblica, el poder confiado a los soberanos les otorga grandes responsabilidades, ya que sus acciones pueden conducir a muchos hacia la muerte o hacia la vida. ¿Qué sucede cuando aquel que está al frente del pueblo instrumentaliza a Dios para su propio beneficio? En este sentido, el caso de Jeroboam, rey de Israel, resulta emblemático.

¿Puede el Señor de los ejércitos ser llevado al campo de batalla?

Al principio del primer libro de Samuel hay un ciclo de historias en las que el arca es la protagonista del relato (1 Sm 4,1b–7,1). Este sagrado cofre, que contiene las tablas de la ley, era el lugar de encuentro entre el Señor y su siervo Moisés (cfr. Ex 25,10-22; 37,1-9). Sin embargo, el arca no es solo un objeto religioso, sino que a lo largo de la narración se muestra dotada de voluntad y vida propia.

En el relato de 1 Sm 4, Israel se ve obligado a enfrentarse a los filisteos, sufriendo una estruendosa derrota[4]. Ante este revés, los ancianos del pueblo apenas tienen tiempo para preguntarse por las causas cuando recurren a una solución que parece demasiado apresurada: «Cuando el pueblo regresó al campamento, los ancianos de Israel dijeron: “¿Por qué el Señor nos ha derrotado hoy delante de los filisteos? Vayamos a buscar a Silo el Arca de la Alianza del Señor: que ella esté presente en medio de nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos”» (1 Sm 4,3).

La intuición inicial de que fue el Señor quien golpeó a Israel a través de la mano de los filisteos no se profundiza. Los líderes del pueblo no consideran su propia desobediencia a Dios como causa de la derrota. No hay toma de conciencia de sus propios pecados y responsabilidades. Pero el lector sabe que el liderazgo de Israel está obrando mal (cfr. 1 Sm 2–3).

Los ancianos, por lo tanto, no se interrogan sobre las causas que llevaron a la derrota, sino que implementan la solución más fácil e inmediata, que es forzar al Señor, llevándolo al campo de batalla[5]. En cierto sentido, el arca se convierte en un mero instrumento: ya no es un signo de la presencia del Dios viviente, sino un talismán para usar como arma definitiva contra un enemigo aparentemente invencible. Sin embargo, ¿obligar al Señor a pelear contra los filisteos puede asegurarle al pueblo la ansiada victoria?

Los que llegan a Silo encuentran junto al arca a los hijos de Elí, el sacerdote y juez de Israel (1 Sm 4,18): «El pueblo envió unos hombres a Silo, y trajeron de allí el Arca de la Alianza del Señor de los ejércitos, que tiene su trono sobre los querubines. Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, acompañaban el Arca» (1 Sm 4,4).

No es casualidad que aquí el arca esté vinculada a los hijos de Elí. Este dato, que conecta 1 Sm 4 con lo narrado en los capítulos anteriores, aclara la identidad de aquellos que son los principales responsables del pecado que llevó a Israel a la derrota. De hecho, los hijos de Elí son corruptos y perversos y ya han sido rechazados por el Señor (1 Sm 2,12-36; 3,11-14). Lamentablemente, en lugar de erradicar el mal de Israel, el pueblo elige el camino más cómodo, que es doblegar lo sagrado a sus propios fines. Sin embargo, Dios no es un ídolo manipulable por el hombre y no permitirá que los israelitas lo conduzcan donde ellos desean.

En los libros de Samuel se llama por primera vez a Dios «Señor de los ejércitos», refiriéndose a los ejércitos de Israel o a los ejércitos celestiales[6]. Además, en 1 Sm 4,4 se hace referencia al aspecto del arca, que aparece coronada por dos querubines de oro. El espacio vacío entre ambos representa el lugar de la presencia de Dios y el encuentro entre el Señor y Moisés (Ex 25,18-22). Sin embargo, «el Señor de los ejércitos sentado entre los querubines» resultará ser una carga demasiado pesada para Israel en medio del enfrentamiento con los filisteos.

La narración continúa revelando al lector la recepción triunfal del arca en el campo de batalla: «Cuando el Arca de la Alianza del Señor llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron una gran ovación y tembló la tierra» (1 Sm 4,5).

Las expresiones hiperbólicas utilizadas por el narrador describen plenamente la fuerza de un grito que es a la vez un grito de guerra, pero también un grito de alegría y exultación[7], quizá prematuro y precipitado. Ahora que Dios se ha visto obligado a salir al campo, Israel recupera de repente la confianza, mientras que para sus enemigos no parece haber esperanza: «[Incluso] los filisteos oyeron el estruendo de la ovación y dijeron: “¿Qué significa esa estruendosa ovación en el campamento de los hebreos?”. Al saber que el Arca del Señor había llegado al campamento, los filisteos sintieron temor, porque decían: “los dioses[8] han llegado al campamento”» (1 Sm 4,6-7a).

La tensión narrativa crece junto con el temor de los filisteos a la presencia de Dios en medio de Israel. El lector entra en el punto de vista aterrorizado de los enemigos de Israel, que llaman a los israelitas con el apelativo de «hebreos»[9] e identifican la presencia de Dios con el genérico Elohim, que en este caso puede traducirse con el plural «dioses», de acuerdo no sólo con el politeísmo del Oriente Próximo Antiguo, sino también con los versículos que siguen[10].

Continúa la reflexión de los filisteos sobre la nueva situación en el campamento de sus adversarios: «Y exclamaron: “¡Ay de nosotros, porque nada de esto había sucedido antes! ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de este dios poderoso? Este es el dios que castigó a los egipcios con toda clase de golpes en el desierto[11]. ¡Tengan valor y sean hombres, filisteos, para no ser esclavizados por los hebreos, como ellos lo fueron por ustedes![12] ¡Sean hombres y luchen!» (1 Sm 4,7b-9).

Los filisteos expresan su lamento ante la presencia, en el campo de batalla, de los dioses de Israel. Recuerdan la historia del Éxodo y los golpes sufridos por los egipcios. Como afirma Walter Brueggemann: «Los filisteos se presentan como excelentes intérpretes de la historia y la fe de Israel; […] incluso estos extranjeros incircuncisos pueden discernir el extraño poder que actúa en la vida de Israel, un extraño poder inmensamente peligroso»[13]. Sin embargo, a diferencia del libro del Éxodo, el lector no asiste aquí al hundimiento de los adversarios de Israel. De hecho, todas las expectativas dan un vuelco cuando los filisteos no sólo no se derrumban y se rinden, sino que, animándose unos a otros, encuentran nuevas energías para reaccionar y no acabar derrotados y subyugados. Con gran sorpresa, esta vez no será el enemigo de Israel quien será abatido, como en Egipto, sino que el pueblo del Señor sufrirá una amarga derrota: «Los filisteos libraron batalla. Israel fue derrotado y cada uno huyó a sus campamentos. La derrota fue muy grande, y cayeron entre los israelitas treinta mil hombres de a pie. El Arca del Señor fue capturada, y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí» (1 Sm 4,10-11).

El destino de los israelitas sufre un duro revés. No sólo sufren grandes bajas en el campo de batalla, sino que el arca, signo de la presencia de Dios entre el pueblo, «es tomada». El pasivo teológico subraya que Dios mismo es el autor de todo esto[14]. La victoria de los filisteos es permitida por Dios a causa de los pecados de Israel. En efecto, los hijos corruptos de Elí pierden la vida en la batalla, y así se cumple la profecía anunciada en 1 Sm 2,34. El Señor, por tanto, no puede ser reducido a un ídolo fabricado por el hombre con fines de lucro y beneficio (cfr. Is 44,10). El Dios vivo es libre y muestra su señorío alejándose de las filas de Israel, sustrayéndose a las garras del pueblo que quiere instrumentalizarlo y doblegarlo a sus propios fines y beneficios.

Jeroboam y la religión al servicio de la razón de Estado

En un momento crucial de la historia bíblica, hace su aparición Jeroboam, un gobernante cuyas acciones se caracterizan por una fuerte mezcla de religión y política. De hecho, la fe del pueblo es manipulada por el rey, y la religión se convierte en una herramienta para poner en práctica un proyecto político. Todo esto tendrá un efecto en cascada, influyendo a largo plazo en la historia de Israel. El «pecado» de Jeroboam atraviesa las generaciones y las diversas dinastías que se alternarán en el trono del reino del norte hasta la conquista asiria (cfr. 2 Re 17,7-23)[15].

Los acontecimientos relacionados con Jeroboam tienen lugar en el transcurso de cuatro capítulos del primer libro de los Reyes (1 Re 11-14). El futuro rey de Israel es presentado en la narración bajo una luz positiva, como un valiente guerrero (cfr. 1 Re 11,28). Salomón lo tiene en gran estima y lo elige como superintendente de la casa de José en la ciudad de David (cfr. 1 Re 11,28). Posteriormente, Jeroboam parece ser promovido y legitimado como nuevo rey por la intervención del profeta Ajías (cfr. 1 Re 11,29-39) y la actitud arrogante y necia de Roboam, sucesor de Salomón, que provocará una ruptura política entre el Norte y el Sur (cfr. 1 Re 12,1-19).

Sin embargo, la percepción que el lector tiene de este gobernante pronto cambia radicalmente y da un giro negativo. En efecto, en un decisivo monólogo interior, el rey de Israel condensará sus temores y aprensiones, que le impulsarán hacia un cisma no sólo político, sino también religioso, entre Israel y Judá. Las palabras que Jeroboam se dirige a sí mismo arrojan luz sobre las motivaciones que le llevan a manipular el elemento religioso para asegurarse el poder[16]: «Pero Jeroboam pensó: “Tal como se presentan las cosas, el reino podría volver a la casa de David. Si este pueblo sube a ofrecer sacrificios a la Casa de Dios en Jerusalén, terminarán por ponerse de parte de Roboam, rey de Judá, su señor; entonces me matarán a mí y se volverán a Roboam, rey de Judá”» (1 Re 12,26-27).

El rey se da cuenta de que puede perder el reino y ser asesinado si el pueblo sigue subiendo a Jerusalén para el culto, porque así Israel seguirá sintiéndose ligado a Judá. Jeroboam se siente en peligro; por eso actúa de acuerdo con su miedo y doblega la religión a sus necesidades políticas: «Y después de haber reflexionado, el rey fabricó dos terneros de oro y dijo al pueblo: “¡Basta ya de subir a Jerusalén! Aquí está tu Dios, Israel, el que te hizo subir del país de Egipto”» (1 Re 12,28).

Jeroboam urde un plan para alejar a los israelitas de Judá colocando dos becerros de oro, uno en Betel y otro en Dan. Miente al pueblo acerca de Dios, presentando los dos becerros como los dioses que liberaron a Israel de la esclavitud en Egipto[17]. El narrador bíblico emite un juicio claro sobre la acción del rey: «Aquello fue una ocasión de pecado» (1 Re 12,30).

La manipulación de Dios con fines políticos se convierte en una idolatría que implicará a todo Israel, alejándolo del Señor no sólo en el presente, sino también en el futuro. Como dirigente, Jeroboam es gravemente responsable de sus actos, que tendrán graves repercusiones para muchos. Además, persiste en su obra de desvirtuar la fe del pueblo construyendo templos en las alturas, instituyendo un sacerdocio no levítico y estableciendo una nueva fiesta (cfr. 1 Re 12,28-33). De este modo, diferencia aún más el culto respecto del de Judá: «El día quince del octavo mes – fecha que había elegido arbitrariamente[18] – subió al altar que había levantado en Betel. Así celebró una fiesta para los israelitas, y subió al altar para quemar incienso» (1 Re 12, 33).

Jeroboam se erige en mediador de lo sagrado para consolidar su propio poder. Utiliza los símbolos de la religión a su antojo, engañando a Israel. De hecho, al controlar el elemento religioso, cree tener en sus garras a la masa del pueblo, vinculándolo a sí mismo y no a Dios. Del corazón del rey, de su interior y de sus intenciones brota el mal, que no sólo comete, sino que hace cometer a su reino. La transgresión no afecta sólo a la persona de Jeroboam, sino que se extiende a todo Israel, «se convierte en pecado», porque las acciones del gobernante conducen al pueblo hacia el mal[19].

En lugar de ayudar a sanar las divisiones entre los dos reinos, Jeroboam echa sal en las heridas aún abiertas. Actuando así, aviva aún más el conflicto entre Israel y Judá. Mediante la religión y la instrumentalización de Dios, levanta nuevas vallas y barreras, que dividen aún más profundamente al pueblo del Señor. El cisma religioso aísla el reino de Jeroboam e impide la comunicación entre Judá e Israel. La religión así esclavizada alimenta el conflicto y la incomprensión, y rompe la unidad del pueblo, empujándolo hacia la catástrofe del exilio.

Conclusiones

La historia del arca (1 Sm 4,1-11) y la de la reforma «religiosa» de Jeroboam (1 Re 12,26-33) ofrecen una interesante visión de cómo la Biblia advierte contra cualquier instrumentalización de lo sagrado. Los ancianos de Israel consideran a Dios de un modo mágico. De hecho, llevan el arca al campo de batalla, creyendo que este gesto supersticioso es suficiente para garantizar su éxito. Sin embargo, descubren, a un precio muy alto, que Dios no es un amuleto, sino el Viviente y el Señor de la historia.

Jeroboam es un rey que no actúa por el bien del reino de Israel, sino movido por el miedo y la preocupación de perder su poder. Por ello actúa de forma irresponsable, llevando a todo el pueblo hacia la idolatría a través de su reforma cultual. La religión queda así esclavizada a los intereses del gobernante para consolidar su tambaleante reinado.

Estos relatos se presentan como una advertencia al lector de ayer y de hoy para que no reduzca el misterio de Dios a un mero instrumento idolátrico para sus propios intereses partidistas. La Escritura amonesta a los líderes políticos, a los ancianos y a los reyes a no manipular el elemento religioso en aras del consenso o del éxito. A través de los relatos bíblicos, se insta a toda la comunidad creyente a no vivir la religión como superstición y magia, sino a establecer la relación correcta con un Dios vivo que «es capaz de hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar» (Ef 3,20).

  1. Para profundizar en la raíz semita Q-D-SH, base de la palabra «Santo», cfr. L. Koehler – W. Baumgartner (eds), The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament, II, Leiden – New York – Köln, Brill, 2001, 1072-1075.
  2. Cfr. G. Odasso, «Nome», en R. Penna – G. Perego – G. Ravasi (eds), Temi teologici della Bibbia, Cinisello Balsamo (Mi), San Paolo, 2010, 898-908.
  3. El tetragrámaton Yhwh se traduce generalmente con el término «Señor», tanto en las versiones antiguas (LXX, Vulgata) como en las modernas.
  4. El pueblo filisteo forma parte de los llamados «pueblos del mar» que, procedentes del Egeo, se enfrentaron a Egipto y se asentaron en la tierra de Canaán entre los siglos XIII y XII a.C. (cfr. T. Dothan, «Philistines», en D. N. Freedman [ed.], The Anchor Bible Dictionary, V, New York, Doubleday, 1992, 326-333).
  5. En otras ocasiones, se cuenta que el arca camina con el pueblo por el desierto (cfr. Nm 10,35-36), o que su presencia es crucial en la batalla, como en la conquista de Jericó (cfr. Js 6).
  6. La expresión aparece por primera vez en 1 Sm 1,3. Para una discusión exhaustiva del significado de la expresión «Señor de los ejércitos», cfr. M. Gargiulo, Samuele. Introduzione, traduzione e commento, Cinisello Balsamo (Mi), San Paolo, 2016, 46.
  7. Cfr. H. Ringgren, «rw’» en Grande lessico dell’Antico Testamento, VIII, Brescia, Paideia, 2008, 319-323.
  8. Aquí seguimos la versión griega de los LXX y traducimos literalmente el genérico Elohim que aparece en la Biblia hebrea.
  9. En la Biblia, la palabra «hebreos» es utilizada generalmente por los extranjeros para referirse al pueblo de Israel (cfr. M. Gargiulo, Samuele…, cit., 76).
  10. Cfr. R. Alter, The David Story. A Translation with Commentary of 1 and 2 Samuel, New York, W. W. Norton & Company, 1999, 23.
  11. Algunos autores traducen como «toda plaga en el desierto», refiriéndose así a las calamidades que Dios envió sobre Egipto (cfr. CEI 2008; M. Gargiulo, Samuele…, cit., 77; P. K. McCarter, I Samuel. A New Translation with Introduction and Commentary, Nueva York, Doubleday, 1980, 102). En este caso, sin embargo, sería difícil situar las plagas de Egipto en el contexto del desierto. Cabe pensar, en cambio, que la expresión «todo golpe» alude a la amarga derrota sufrida por los egipcios durante el paso del Mar Rojo: una derrota que el libro del Éxodo sitúa precisamente en el desierto (cfr. Ex 13,18.20; 14,3.11-12).
  12. La referencia a los israelitas subyugados por los filisteos se encuentra en el libro de los Jueces. En efecto, los hombres de Judá se dirigen a Sansón con una pregunta que presupone la hegemonía filistea: «¿No sabes que los filisteos nos dominan?» (Jue 15,11).
  13. W. Brueggemann, I e II Samuele, Turín, Claudiana, 2005, 43.
  14. Cfr. K. Bodner, 1 Samuel. A Narrative Commentary, Sheffield, Sheffield Phoenix Press, 2009, 46.
  15. Al ofrecer su interpretación de la caída del reino de Israel, el narrador bíblico hace referencia directa al pecado de Jeroboam: «Cuando el Señor arrancó a Israel de la casa de David, y fue proclamado rey Jeroboam, hijo de Nebat, este alejó del Señor a Israel y le hizo cometer un gran pecado» (2 Re 17,21).
  16. Cfr. R. D. Nelson, I e II Re, Torino, Claudiana, 2010, 94; J. T. Walsh, 1 Kings, Collegeville, Liturgical Press, 1996, 171.
  17. Hay aquí una referencia explícita a Ex 32 y a la historia del becerro de oro.
  18. La versión griega traduce «el mes que había elegido de su corazón», recordando el monólogo que Jeroboam había mantenido en su interior (cfr. 1 Re 12,26-27). En la Biblia, el corazón es el órgano de la interioridad donde tienen lugar el discernimiento y el juicio.
  19. Cfr. J. T. Walsh, 1 Kings…, cit., 174.

Fuente: https://www.laciviltacattolica.es/2024/04/12/simbolos-religiosos-e-instrumentalizacion-politica/

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LA MISERICORDIA EN LA BIBLIA Y EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

LA MISERICORDIA EN LA BIBLIA Y EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

(Por el Hno. Roberto Villa)

http://www.mercaba.org/ARTICULOS/M/misericordia_en_la_biblia_y_tradicion.htm

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Despertar a la Misericordia

Cuando piensas en Dios, ¿ cómo te lo imaginas? Con un rostro sonriente o más bien  Embroncado? Intenta describirlo .

Introducción

Cuando se piensa en Dios, a menudo se hacen dos errores: de un lado lo imaginamos como muy severo y exigente, del otro a menudo no lo tomamos en serio suficientemente e lo imaginamos como una persona buena y que perdona fácilmente.

La Biblia nos enseña que Dios es al mismo tiempo justo y misericordioso.

Todos estamos de acuerdo que la misericordia no es un eslogan, o un simple “rasgo” del cristiano, sino, y sin lugar a dudas, mi forma de ser, algo imprescindible con su fe. Sin misericordia no hay cristiano.

Dios: Dios no es misericordioso, sino que es la misericordia. Cuando San Pablo usa la frase “ Dios es rico en Misericordia” está intentando tímidamente, expresar la misericordia infinitamente profunda y muy parcialmente entendible por nosotros. La palabra “Rico”, desde luego, queda muy corta frente a Dios. La misericordia es la forma de ser de Dios, y por lo tanto es la forma de ser de Jesús, de la Iglesia, y nuestra. No somos misericordiosos porque somos misericordistas, sino porque conocemos a Dios.

 

DEFINICIÓN DEL TERMINO MISERICORDIA

Toda la Biblia es historia de la misericordia siendo historia del camino de Dios con el hombre y la relación entre Dios y el hombre es historia de misericordia

En el A.T. bien treinta veces viene empleado el termino “misericordioso”: sólo dos veces  está dirigido al  hombre.

El A. T. es una continua exaltación de la misericordia de Dios; y paradójicamente, su experiencia más profunda se da en los momentos de infidelidad y de dolor.

El pueblo descubre que Dios no es un frío bienhechor  sino un amigo fiel, tierno, cálido, tiene en plenitud los rasgos de un Padre y de una madre.

Los profetas por  ejemplo, pregonan esta misericordia, nos dan a conocer una misericordia que potencia especialmente el amor, que prevalece sobre el pecado y la infidelidad del pueblo. Por eso, la misericordia es como algo dinámico que transforma, cambia, promueve, renueva, hace crecer (muy importante, esto para nosotros antropológicamente) y no algo pasivo.

Liga la imagen de Dios como esposo fiel … casáte con una prostituta “te amaré más allá de tus infidelidades“ “Te desposare conmigo para siempre y te desposare en justicia y en derecho, en amor y ternura”.

Aquí ya entramos en una dimensión de la misericordia de Dios muy inentendible  y escandalosa, que. este Jesús de Nazaret reflejará plenamente en su vida.

La palabra misericordia tiene su origen en las palabras hebreas Hesed y Rahamin La mentalidad Judía, a diferencia de la griega (la nuestra), que es abstracta, conceptual, es dinámica, práctica. El Judío  tiene que relacionar todo  concepto abstracto, con algo concreto dinámico, para poderlo entender y vivenciar. Así que como nosotros. Le definimos a Dios como Padre y Madre, hablando en términos antropológicos los libros del  A. T. enmarcan la misericordia de Dios dándoles rasgos masculinos y femeninos.  Dios ama y se hace responsable de este amor.

Hesed: Indica una actitud de profunda bondad y, esta bondad, entre dos hombres, implica FIDELIDAD recíproca, pero (y esto es el meollo de todo) esta fidelidad  recíproca, es fruto de una fidelidad hacia sí mismo Dios es fiel con su pueblo porque es fiel a su amor hacia nosotros, a su compromiso de amor aquí, reafirmamos que, amor y fidelidad son inmóviles (matrimonio) Dios es fiel con su pueblo, no por los méritos de este último (que a menudo lo traiciona) sino por su coherencia de amor y, pues, de fidelidad (esta es también la raíz de la doctrina de la justificación) por eso, esta fidelidad de amor, es más fuerte que el pecado de Israel. (Amor dinámico, amor que salva).

Rahamin: Otro vocablo que en la terminología del A.T. sirve para definir la misericordia, es Rahamin.

Rahamin, expresa el “amor de madre” (Rehem  = regazo materno) bien rasgos típicamente femeninos es el amor entrañable que liga a la mamá con su propio hijo. Brota de la unión especial entre  madre  e hijo. Esta mamá que construyo en su cuerpo todas las fibras de su hijo un amor gratuito, que sale  de adentro. No es fruto de mérito un hijo no tiene mérito, es amado por su madre gratuitamente.

Importante: Es una necesidad interior, una exigencia del corazón.

Nuestro vocabulario cotidiano confunde, habitualmente, el significado de dos palabras: “misericordia” y “lastima”. Ambas voces tienen un significado muy distinto.  Convendrá distinguirla.

La palabra “misericordia” se origina en la lengua latina y es el resultado de la suma de dos términos distintos: Miser que significa “pobre”, y corda que traducimos por “corazón”. La misericordia es la capacidad de entregar algo de sí mismo a la pobreza del corazón de mi hermano. Así actúa siempre Jesús: al corazón pobre de la pecadora, Jesús le entrega el perdón; a la mirada deshecha de Pedro en las negaciones, Jesús la llena con el consuelo; el  sufrimiento desesperado del buen ladrón en la cruz lo colma el Señor con la certeza del reino. La misericordia pasa siempre por el esfuerzo de arrancar algo de mí, para que sirva al crecimiento humano del otro.

¡ Qué distinta son la lástima y la misericordia! La lástima implica darse cuenta de la pobreza del otro y sentir, por qué no, remordimiento ante el dolor del hermano. Pero la lastima acaba siempre por pasar de largo ante el sufrimiento del prójimo y tolerar que el estado de opresión se mantenga de manera permanente. La misericordia, es algo muy distinto: entregar algo de sí mismo a la pobreza del corazón de mi hermano para que éste crezca en humanidad. La misericordia es una gran virtud, la lástima no pasa de ser un triste defecto.

 

MISERICORDIA ES DES-ENCUBRIR LA REALIDAD

Cristo el Señor que libera desde la misericordia, se caracteriza por una actitud constante de plegaria: el contacto permanente y fiel con el Padre.

Para descubrir la realidad de nuestro prójimo, y ser capaces de ver en él a Jesús que sufre, es necesaria una vida de plegaria. Una vida acostumbrada a ver la realidad de los hombres y de las cosas con los ojos de Dios.

 

El término oración – en la acepción que del mismo realiza la  Sagrada Escritura – es un poco más amplio que nuestro concepto de plegaria. Implica, también, el análisis de la realidad, la confrontación, la lectura creyente de los hechos, la denuncia profética. La parábola del Buen Samaritano, que empezaba con la pregunta del escriba a Jesús ¿ Quién es mi prójimo?, nos presenta al maestro que no responde a la pregunta , sino que contesta formulándole al escriba otra pregunta: “ Quién fue prójimo de aquel herido en el camino?

Lo que importa no es “saber”quien es el prójimo – lo sabían el sacerdote y el levita- sino saber “quién necesita próximos” y “saber ser “ próximo del herido en el camino. NO es cuestión de teoría sino de misericordia eficaz.-

Nuestra relación con Dios no sólo tiene que moverse en la conciencia cierta de tener un Dios rico en misericordia, sino que El mismo nos exige que sean nuevas también  las relaciones con el prójimo. Esta novedad de relaciones interpersonales está a la consigna de la bienaventuranza de la misericordia que nos anuncia Jesús, en el sermón de la montaña, o sea de aquel gozo que llena el corazón de quien, ejerciendo la misericordia, nada, en la misericordia de Dios.

Así, decimos, que primer paso para ejercer la misericordia hacia el hermano es descubrir o des-encubrir la realidad.

¿ Cómo conocemos la realidad? ¿ Qué conocemos de ella? Durante mucho tiempo este problema fue el fundamental de la filosofía. De sus respuestas nacieron dos sistemas sociales que finalmente terminaron dividiéndose el dominio político del mundo: el capitalismo (hijo del idealismo liberal) y el socialismo (hijo del materialismo). El idealismo afirma que sólo existe lo que conozco; de tal manera llegó a identificar la realidad con lo que conocemos, El materialismo, caminando en sentido opuesto, dice que sólo conozco lo que domino.

Quizá ahora, en el momento actual del pragmatismo craso, la afirmación sería “ sólo existe lo que uso”, y que “sólo conozco lo que me dan a conocer los medio de comunicación” Por otro lado, grandes sectores de conocimiento quedan reservados casi exclusivamente a los especialistas. Y no hablamos sólo de los conocimientos científicos: la educación, la cultura, la economía, la política tiende a reservarse para los especialistas, con el consiguiente relegamiento del hombre común cuyos conocimientos se consideran inadecuados e inútiles.

El hombre actual vive con la conciencia de saber poco, y de que la verdad se le da en dosis, de acuerdo a los intereses de los medios de comunicación o de los grandes poderes de este mundo. Al llegar la información tan seleccionada y deformada resulta imposible distinguir entre la realidad y la fantasía, entre la verdad y la mentira, entre bueno y malo, justicia e injusticia: tan parecida han llegado a ser, por culpa de “quienes aprisionan la verdad con la injusticia (Rom. 1, 18).

Pero el problema más dramático detrás de la deformación de la realidad, no es tanto el conocerla o no, sino lo que hay en realidad es vida o muerte.

La tradición de la Iglesia después del Concilio, sobre todo en América Latina, junto a todo un movimiento que surgió en el continente de denuncia contra la injusticia de la realidad, ha sido fundamental para dar el paso, de la ilusión que encubre e manipula la realidad, a la honestidad con lo real: a descubrir otro principio de conocimiento: Conocemos lo que compadecemos

El samaritano de la parábola, ante el dolor del hombre herido, se compadece, y esta actitud suya es el mismo sentimiento de Dios frente al sufrimiento de sus criaturas.

El samaritano al ver al hombre herido siente misericordia. El texto bíblico nos dice “se le conmovieron las entrañas” ante la presencia de aquel hombre herido. El hecho de “conmoverse las entrañas” no es, en modo alguno, una expresión banal. En el lenguaje bíblico “conmoverse las entrañas” indica lo que sucede a una madre cuando va a dar a la luz un hijo. Esta acción indica, de una manera externa, todo el amor y entrega que una madre pone a favor de su hijo. Ya veíamos como el Antiguo Testamento, hablándonos de la forma en que Dios ama los hombres, usa la misma expresión. A Dios también “ se le conmueven las entrañas” ante el padecimiento de sus hijos, que son todos los habitantes de nuestra tierra.

La actitud del samaritano ante el dolor del hombre herido, es el mismo sentimiento de Dios frente al sufrimiento de sus criaturas. El samaritano no se limita a tener un simple sentimiento de “lástima” ante el dolor ajeno como lo hicieron el sacerdote y el escriba. Él añade una acción a favor de aquel hombre que sufre. Esta acción llenará “la pobreza del corazón de su hermano”.

Conocer la realidad desde una mirada de misericordia es hacerse “conmover” por una realidad de pobreza que ha veces hemos banalizado, desdramatizado, ideologizado. Nos olvidamos que la pobreza es falta de conocimientos, de carencia de salud, desprotección ante la naturaleza, mala alimentación, muerte injusta y antes de tiempo, condena a muerte ya desde el seno materno.

Nos preguntamos a menudo “¿ Quién es el pobre?, una pregunta parecida a la del escriba a Jesús “¿Quién es mi prójimo?

Jon Sobrino nos da esta definición:”Pobres son los que tienen en su contra a todos los poderes del mundo. Tienen en su contra, ciertamente, a las oligarquías y a las  empresas multinacionales, a las fuerzas armadas y prácticamente a todos los gobiernos. Pero tampoco los partidos políticos, las universidades, e incluso las iglesias, se preocupan mucho de ellos…

 

EL DIOS DE JESÚS, ES UN DIOS RICO EN MISERICORDIA

Con esto vamos , despertando también de un sueño sobre Dios, de darle gloria, vamos descubriendo que la gloria de Dios es que el hombre viva; y que la vida del hombre es ver a Dios. Pero ¿ dónde se ve a Dios?¿ Y cual es el Dios que nos hace ver Jesús?

El Dios  que nos presenta Jesús no es el Dios del poder, sino el Dios impotente: un Dios cuyo proyecto es burlado, frustrado. Pero un Dios que, sin embargo, sigue alentando la vida, cuidando de ella. El Dios de Jesús: el Abba.

Este Dios que ama de manera entrañable a sus hijos, nos hace  despertar que el verdadero hombre es aquel que está en compañía de todos aquellos que en el mundo están heridos en el camino y que reacciona con misericordia.

Una misericordia no nacida ni del mero sentimiento ni de un imperativo ético sino de una reacción primaria ante el que sufre, ante la víctima, y que se convierte en el principio de discernimiento y acción.

La misericordia consiste en apropiarse uno del sufrimiento ajeno de tal manera que se produce una re-acción sin más motivos que el hecho mismo del sufrimiento; no por cumplir con un mandamiento, ni para buscar la propia perfección, sino como única reacción primaria humana válida e incuestionable.

Esta misericordia convertida en “principio”, no meramente en acciones, se convierte en lo más fundamental de todo, lo que hay que anteponer a cualquier cosa, incluso a la propia vida y a la misma vida de la institución.

Este principio- misericordia, del cual sobre todo nos habla el conocido teólogo Jon Sobrino es:

“ Amor específico que está en el origen de un proceso de liberación y que permanece presente y activo a lo largo de su desarrollo, otorgándole una determinada orientación y configurando los diversos elementos dentro del proceso mismo.

“Reaccionar con misericordia significa, entonces desvivirse por “bajarlos de la cruz”…trabajar por la justicia, y poner al servicio de ella, todas las capacidades humanas, intelectuales, religiosas, tecnológicas…”

La misericordia es una re-acción personal ante las víctimas de este mundo: el sufrimiento ajeno es interiorizado en uno mismo y mueve a una re-acción sin más motivos para ello que el mero hecho del hombre pisoteado por el mismo hombre.

Esta actitud forma parte de la fe del pueblo israelita que, justamente ha conocido a Yavhé no a través de unas nociones más o menos originales de Dios, sino a través de múltiples intervenciones en la historia del pueblo.

Es sabido – continúa diciéndonos Jon Sobrino – que al origen del proceso salvífico está presente una acción amorosa de Dios: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos y he bajado a liberarlos”. (Ex 3, 7 s). Es hasta cierto punto secundario establecer con qué término haya que describir esa acción de Dios, aunque lo más adecuado es denominarla liberación; lo que aquí más nos interesa recalcar es la estructura del movimiento liberador en el que Dios

  • Escucha los clamores de un pueblo sufriente
  • Interioriza ese mismo sufrimiento, haciendo que sea como algo personal.
  • Emprende una acción liberadora como una re-acción a toda una estructura esclavizadora.

 

Todo este proceso está animado de un único sentimiento amoroso que llamamos “misericordia”. Además, el principio de la reacción de la misericordia no está sólo al origen de la acción de Dios, pues permanece como una constante fundamental en todo el Antiguo Testamento. Por ello, a lo largo de toda la Historia de la Salvación nos encontramos con un Dios parcial, un Dios que está al lado de las víctimas de toda injusticia y se erige en defensor, exigiendo justicia y denunciando a los que producen un sufrimiento injusto. En las páginas de la Sagrada Escritura tenemos innumerables ejemplos y textos para demostrar la parcialidad de Dios en favor de los pobres y débiles. Los profetas son los que tienen despierta en el pueblo la idea de que Dios siente compasión del pobre y, al mismo tiempo, fustiga a los opresores.

 

Profundización del concepto – misericordia

Una observación atenta de los Libros Sagrados nos descubre dos realidades que se ha dado en la historia del pueblo de Israel y, seguramente las podríamos encontrar también en la historia de todos los pueblos civilizados:

  1. a) En primer lugar podemos constatar que la misma idea de “misericordia” fue el origen de la “justicia”. Con razón se dice que la justicia es neutral; sin embargo, el origen de la justicia fue la defensa del pobre: el rico, por definición, tiene dinero y poder y en su enfrentarse con el pobre, si es él quien tiene la razón, la implanta sin recurrir al juez ni a la justicia; por el contrario, con frecuencia impone su voluntad sin tener la razón (con la razón del más fuerte). En cambio el pobre carece de dinero y de poder: si no tiene razón (y poderosa), ni se le ocurre pelear contra el rico. Pero, si tiene razón, ¿a quien puede recurrir? El único recurso es el juez y el derecho. Aquí está el meollo de la cuestión y la finalidad última de la misericordia: la justicia. Esta idea la podemos encontrar en las denuncias proféticas:

 

“Estoy harto de holocaustos … Den sus derechos a los oprimidos, hagan justicia a los huérfanos, aboguen por la viuda” (Is. 1, 11 y 17)

“Escuchen esto los que pisotean al pobre y quieren suprimir a los humildes en la tierra diciendo: ¿Cuándo pasará el novilunio y el sábado para achicar la medida y aumentar el peso, falsificando la balanza, para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias?

Nos damos cuenta que la justicia nació como salvaguarda de los pobres, de su conciencia de hombres con derechos y que necesitan hacerlos valer.

  1. b) En segundo lugar, se puede observar que muchas actuaciones, que en un principio entraban en el ámbito de la misericordia, se han transformado en derechos. Pensemos en la educación: hasta hace poco el “instruir a los ignorantes “ era una obra de misericordia y, para ello, han surgido muchas Congregaciones religiosas. Hoy en día la misma educación se proclama como uno de los mayores derechos del niño y del hombre en general. De la misma manera, ha sucedido con la asistencia a los enfermos o a los ancianos,…. Es como si, a través de “la misericordia se crea un movimiento hacia la justicia”. El ámbito de la misericordia es aquel en el que aún no ha llegado la justicia. Por ello, hacer o tener misericordia no es el mantener el “status quo”, el inmovilismo social de la justicia, sino que es luchar por los derechos de los más débiles; se cree en su dignidad como hombre y como persona, y para el cristiano, como hijo de Dios, independientemente de su poder y de su riqueza. La misericordia lleva a la justicia.

 

Tener misericordia no es compadecerse desde una situación de privilegio, sino sentir en su propia carne los estragos de una injusticia estructural, de la injusticia de “la justicia”.

Misericordia es mirar al “otro” como a un sujeto de derechos y es luchar para que éstos lleguen a todos, independientemente de la situación de poder y de la potencia económica que se tenga.

Sólo cuando se llegue a la verdadera justicia, a la justicia plena, ya no se necesitará misericordia. Pero ¿no es esto una utopía? Mientras tanto es necesario luchar en favor de los pobres y de los más desvalidos. Dios no es injusto por ser misericordioso…. El que su justicia supere la nuestra y llegue donde la justicia humana deja de cubrir las verdaderas necesidades es una garantía del amor que Dios nos tiene a todos los hombres.

Al profundizar así el concepto de misericordia, vemos como éste se torna en justicia, pero en una justicia muy incómoda y, por ende, perseguida por los poderosos; por ello la misericordia tiene que mantenerse con fortaleza, pues existe un muy pequeño trecho entre el ser considerado misericordioso y ser tildado de subversivo, reaccionario o profeta del odio. Muchos, llevados de un espíritu misericordioso, lucharon por la justicia y fueron asesinados (Romero, Ellacuría, …). En otras palabras: para una misericordia bien entendida hay que arriesgar y enfrentarse a un orden ya establecido por los que más pueden y contrario a los que no tienen voz..

 

LA MISERICORDIA EL MODO DE SER DE LA IGLESIA

Sin duda vivimos en la Iglesia momentos de desconcierto. Hemos perdidos el rumbo de los valores fundamentales, y después de años de desconciertos nos debatimos entre dos corrientes de moralidad: el fundamentalismo objetivista y el subjetivismo anárquico.

Es difícil responder si en la Iglesia pueda haber hoy un criterio normativo de toda acción humana y para todas la misión eclesial. Es hacernos la pregunta sobre la identidad cristiana y eclesial. Jesús nos da una respuesta: es el “principio de  misericordia” del cual ya hablamos anteriormente. Es en torno al sufrimiento concreto donde coinciden la necesidad objetiva convertida en norma de acción y la capacidad subjetiva de hacerse prójimo y amar eficazmente.

La Iglesia tiene muchas tareas: debe proclamar la verdad, debe velar por la unidad de la fe, debe velar por las buenas costumbres. Pero por encima de todo, debe dar buenas nuevas, que es  su misión y lo que la constituye en Iglesia de  Jesús, en servidora del Reino.- Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda.

Ahora bien: no es lo mismo decir verdades que dar buenas nuevas. Y son buenas nuevas las que expresan acontecimientos buenos para el hombre, hechos que cambian su suerte de injusta a justa, de mentira en verdad, de opresión en libertad, d enfermedad en salud, de marginación en incorporación, de hambre en saciedad, de muerte en vida.

El lugar de la Iglesia es el mundo. Fue todo el intento del Concilio en la GS, donde la Iglesia trató de definirse en relación al hombre contemporáneo. Porque la Iglesia no es para autoalimentarse y para predicarse, ni siquiera para perfeccionarse a sí misma de una manera intimista y así salvarse, sino para evangelizar y salvar al  mundo.

Es importante que la Iglesia entienda la salvación y la evangelización a la luz del “principio-misericordia”, para no correr el riesgo de reducir la misma salvación a una predicación de una doctrina o a la mera celebración litúrgica o a la administración de los sacramentos.

Cuando la Iglesia se relaciona con el mundo a partir del principio-misericordia, se pone  en un lugar muy concreto: donde el hombre sufre y donde se escuchan los clamores de las victimas.

Entonces la Iglesia repite el camino Moisés, puesta en el lugar del clamor del oprimido descubre a Dios como compañero e esa escucha y como quien decide bajar a liberar el pueble esclavo. Descubre a otro Dios, no empeñado en la celosa defensa de sus derechos, sino comprometido en la defensa de los derechos de aquellos a quienes se le quita la vida injustamente.

El lugar de la Iglesia es el lugar del samaritano, el lugar del herido en el camino, es el otro.

Pero entre tantas heridas que tiene el mundo, la tentación de la Iglesia puede ser de atender las más leves, las menos comprometedoras. Además el mundo no se trata de un herido en el camino al que se puedas llevar a la posada en la propia cabalgadura. Debe atender a las dos terceras partes de la humanidad. A esa herida no se puede atender meramente con buenas intenciones ni con obras particulares de misericordia; es necesario incidir en las causas particulares que la producen y con los que las producen.

“En este mundo-dice Jon Sobrino se aplauden y se toleran obras de misericordia, pero no se tolera una Iglesia configurada con el principio-misericordia el cual la lleve a denunciar los salteadores que producen víctimas , a desenmascarar la mentira con la que cubren la opresión y animar a las víctimas a liberarse de ellos…Toleran que se les curen las heridas pero que no se sane la verdad del herido ni que se luche para que este no vuelva a caer en sus manos”.

Una Iglesia proyectada de esta manera, es muy fácil que sea tildada de subversiva, de parcial, de desleal a sus antiguos aliados, como el samaritano era tachado de hereje por los piadosos judíos.

Pero es posible que la Iglesia se configure y organice en toda su vida como la Iglesia samaritana, transita por la misericordia. No le irá bien al principio, ni le sea fácil perder su buena imagen. Pero poco a poco irá sintiendo crecer dentro de sí una gran “bienaventuranza”los de corazón tierno ante el sufrimiento del otro, los que padecen hambre y sed de justicia, los no violentos que hacen obra de paz, los que ven a Dios, que es en lo que consiste la vida del hombre. Entonces podrá comunicar ese gozo, entonces podrá evangelizar, entonces tendrá credibilidad, entonces podrá ser, en plenitud, la Iglesia de Jesús.

 

La Misericordia, carisma de los hermanos

En ese espíritu de misericordia y compasión él mismo formó a sus primeros religiosos: la elección de una dedicación especial a los más pobres y a los presos marcó todo el programa de la formación a la vida religiosa y apostólica.

Esta misma dimensión misericordista está fuertemente subrayada en una carta al intendente de Malinas: “He sido muy atrevido, señor, al querer fundar aquí, en Malinas, una primera casa de estos religiosos que, después de una fuerte formación y educación en el noviciado, llenos de caridad y de espíritu misericordista, podrán ser enviados a las cárceles, a los hospitales y a cualquier otro lugar en el que la caridad los llamará para prestar sus servicios a los más desfavorecidos y a los presos.”

El título de Nuestra Señora de la Misericordia que él dio a la escuelita y a la nueva comunidad de hermanos, marca maravillosamente ese proyecto de misericordia que el Espíritu Santo le había inspirado y que él, junto con sus hermanos en Cristo, debía encarnar en la sociedad y en la iglesia.

También su gran devoción a San Vicente de Paúl, apóstol de la misericordia, es muy significativa y nos da la idea del amor y la compasión que albergaba el corazón de nuestro padre Fundador. Sobre esta devoción él mismo escribe: “Os diré, hermanos míos queridos, que fue en la festividad de este preclaro apóstol de la caridad que concebí el proyecto del nuevo Instituto y todo me lleva a creer que él no estaba del todo al margen de este querer y de esta gracia extraordinaria.”

El amor misericordioso que animaba la vida y la obra del Siervo de Dios, se encuentra de forma particular en las cartas que enviaba a las autoridades de la Administración. Así, al ministro de justicia le decía: “Al tener el honor de hacerle conocer mis proyectos en la creación de un Instituto de hermanos dedicados al servicio de la caridad en las cárceles, en los hospitales y en los otro lugares en los que los hombres puedan necesitar ayuda, ..”. Y a los Consejeros de la ciudad escribía: “Sus señorías ya conocen mi proyecto para la creación de una institución tan útil a los presos y a los enfermos. Espero que tomen nota que en el proyecto de crear el Instituto Misericordista me ha guiado únicamente un espíritu de caridad y de misericordia hacia unas personas abandonadas por la sociedad.”

Este espíritu en el que surge la nueva comunidad está muy presente el 25 de enero de 1839, cuando el cardenal Sterkx consagra la capilla y entrega a los primeros novicios los Estatutos, cuyo fin se expresa así: “confortar, instruir y asistir a los encarcelados por amor a Jesucristo. Curar a los enfermos. Educar y enseñar a los necesitados y a los demás niños, para lograr de esta manera, la propia santificación”. Este día es considerado, para los hermanos como el comienzo de la Congregación.

Todo lo que se ha dicho hasta ahora forma parte del contenido teológico y vivencial de lo que nosotros llamamos espíritu misericordista: una espiritualidad que durante más de 150 años ha sido el motor de un movimiento que ha sido más allá de la Congregación de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia y reúne a toda una familia de colaboradores, alumnos, padres de alumnos, amigos en general, y a cuantos, de una u otra forma, han entrado en contacto con el espíritu de Víctor Scheppers y han comenzado a trabajar al servicio de los más necesitados y carenciados, empujados por el ideal evangélico de las bienaventuranzas.

Es cierto que las obras de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia han tenido, a lo largo del tiempo, distintas vicisitudes, según los acontecimientos históricos, las ideas del momento y, sobre todo, las necesidades de las comunidades a las que servían. Así en los comienzos la atención de los hermanos estaba centrada en los presos, en las enfermerías de las cárceles, en el cuidado humano y espiritual de los encarcelados en general y de los presos menores de edad en particular. En ese ambiente la labor de los hermanos intentaba transformar ese tiempo de falta de libertad para una transformación cultural y humana. En este aspecto la labor de los hermanos puede considerarse pionera en transformar un penal en escuela. Cuando el ministro de justicia ofreció al canónigo Scheppers poder llevar la cárcel de menores de Saint Hubert, una de las condiciones puestas por el fundador para aceptar la dirección fue, precisamente, el poder trabajar de forma libre en la educación de aquellos jóvenes delincuentes.

Hoy existen muchos “cepos” que atrapan a los jóvenes y limitan su libertad: la droga, el alcohol, la pereza, la moda, la ignorancia….: aquí, también es necesaria la acción de personas “misericordistas” que con su servicio les ayude a liberarse y a salvarse. Hoy, también, los hermanos se hacen presentes en la tarea de recuperación de drogadictos o en la inserción en la sociedad y en el mundo del trabajo de jóvenes que han dejado unas instalaciones penitenciarias y se han marchado con la ficha manchada que le cierra la puerta a toda posibilidad de empleo.

En todos estos cambios se puede encontrar como un hilo conductor o como un denominador común, que podríamos llamar carisma misericordista, que no se identifica ni se agota en una tarea concreta y específica, sino que es una manera peculiar de pensar, vivir, actuar y servir. Es una forma de ser testigos de Cristo y de manifestar a los hombres el amor en ese aspecto característico de la misericordia.

Toda vocación es una llamada a vivir de una forma especial y peculiar esa fe que recibimos en el Bautismo; toda vida cristiana tiene su origen, tanto temporal como teológica en el sacramento primero de la iniciación cristiana: por él nos sumergimos en Cristo y nos transformamos por la fuerza del Espíritu Santo, adquiriendo una vida nueva. La vocación de hermano misericordista consiste en transformarse en testimonio de la actuación de Dios, que es Padre rico en misericordia y perdón, del Hijo que ha venido para proclamar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los presos y para salvar a los pecadores, revelándonos de esta manera al Padre. Por último, el hermano es testigo de la acción del Espíritu Santo que con su fuerza mantiene vivo el mensaje de misericordia de generación en generación. El Espíritu Santo conduce a su Iglesia para que sea servidora y evangelizadora en medio de los hombres y para que opte, de una manera siempre más clara, por los pobres y los necesitados. Es así como el hermano se hace instrumento y signo de la actuación de un Dios bondadoso.

En el 28° Capítulo General celebrado en 1994 en Udine (Italia) se ha dado vía libre a la creación de una Asociación Misericordista Seglar que, formada por hombres y mujeres con un verdadero espíritu de misericordia, quieren vivirlo junto a nosotros y participar en nuestras obras, trabajando al servicio de los más pobres y desfavorecidos. Es una invitación que ya desde ahora se hace a todos para poner en marcha el proyecto que irá cobrando fuerza poco a poco y que, a la postre, será el verdadero motor en muchas de nuestras obras. Dos quiera iluminarnos y ayudarnos en estos momentos, para que cobremos una identidad propia y seamos, desde el mundo seglar comprometido, testigos fieles de la misericordia que se ha manifestado en Cristo.

 

TRABAJO GRUPAL

 

TEMA: “DESPERTAR A LA MISERICORDIA “

Preguntas:

  1. Lo que más nos ha llamado la atención de la charla.
  2. Afirmaciones con que estamos de acuerdo. Fundamentar.
  3. Afirmaciones con que no compartimos. Fundamentar.
  4. ¿Qué implicación tiene para la vida de un cristiano la afirmación de que “Dios es clemente y misericordioso”?.
  5. ¿Cuándo el ejercicio de la misericordia ennoblece y no humilla?.
  6. ¿Cuándo se da lo contrario?.

 

CONCLUSIONES

 

Grupo 1:

Encontramos dificultad para separa lástima de compadecimiento.

Dios es misericordia, el cristiano debe tener misericordia.

1.- Misericordia y justicia van juntas. La educación es la base del cambio. A través de la educación se provocará un cambio en un tiempo mediato.

2.- El rico tenga o no razón, arregla todo con dinero ya que es sinónimo de poder. Al pobre le queda recurrir a la justicia. Pero la justicia en estos momentos es corrupta y demostró que el pobre es dejado de lado. Pisoteado.

3.- La esperanza para seguir adelante.

4.- Si es misericordia no humilla. Conocer el concepto e interpretarlo. A través de la misericordia, ennoblecer al niño como ser humano, respetándolo como un “otro” diferente.

5.- Se da lo contrario cuando mal interpretamos el concepto de misericordia

 

Grupo 2:

1.- Nos llamó la atención la riqueza de términos que engloba el concepto de misericordia (como carisma).

  1. – Actuar transformando.
  • Superación de lástima.
  • Amor entrañable, fiel.
  • Redescubrir la realidad.
  • Misericordia precede a la justicia.

 

b.- Un integrante planteo no estar de acuerdo con que para perdonar primero hay que saber quién es?. No es necesario. Por gesto cristiano puedo perdonar desde lo individual sin saber quién es originó la falta.

Debatimos sobre los grados del perdón, en general el grupo expresó la necesidad de CONOCER en el ámbito colectivo (en la sociedad para que sea justa debe haber legalidad).

c.- La implicación que tiene en la vida de un cristiano, esta afirmación, sirve para recordarnos que la misericordia no es opcional. El cristiano tiene que ser misericordioso y no ser elitista. Tiene que ver también con la percepción y experiencia que se tiene de Dios (padre bonachón, o padre rígido), y cómo sientes esa misericordia o clemencia.

2.- Cuando el ejercicio de la misericordia se hace sin jactarse y de corazón.

3.- Cuando somos soberbios, cuando humillamos al otro. Desde nuestro lugar de poder. Cuando queremos ser misericordiosos sólo desde el amor y no también desde la racionalización.

 

 

 

Grupo 3:

1.- Nos llamó la atención la posibilidad de diferenciar lástima de misericordia y el hecho de que Dios es misericordioso perdonándonos todo, disociando severidad y dulzura.

2.- Básicamente estamos de acuerdo con todo.

3.- Si bien estamos de acuerdo nos gustaría ampliar el hecho de que los pobres, son los que tienen “en contra el poder”. ¿Quiénes conforman el poder?.

4.- En nuestra vida como cristiano, Dios es la instancia a la que recurrimos siempre aún cuando lo negamos o lo olvidamos.

5.- Ennoblece la posibilidad de conocerlo al alumnos para actuar con misericordia. Humilla la sobre valoración del esfuerzo. Ennoblece la posibilidad de perdonar. Humilla el favoritismo. Ennoblece cuando el educador  reconoce que se equivocó. Ennoblece la posibilidad de escuchar.

 

 

Grupo 4:

1.- Profundidad del término misericordia, confundido antes con la superficialidad de lástima.

2.- Etimología de la palabra. Origen de la palabra misericordia. Misericordia como compromiso, misericordia precede a la justicia.

3.- ….

4.-  Implica un desafío diario y un compromiso permanente en cada cristiano.

5.- Cuando se logra conocer, conmover por la realidad. Cuando nace del corazón, se comparte el dolor, y se aplica con humildad con compromiso. Y capacidad de entrega. Cuando se logra transformaciones en el otro y en uno mismo.

6.- Cuando la misericordia se convierte en asistencialismo.

 

Grupo 5:

1.- La misericordia  entendida (desde el término hebreo) como amor incondicional. La definición de pobreza como falta de oportunidad. La compasión como comunión con la realidad del otro. Ayudar a tener actitudes misericordistas.

2.- Definición de pobreza. Justicia y misericordia. Optar por el dolor del hermano. Tengo que vivir la intimidad de Dios para salir a la misericordia con oración y acción. Pensar y actuar para el otro. Preguntar  el por qué es pobre. Actuar en misericordia es generar un cambio.

3.- …..

4.- Basta de lástima. Seguir con fuerza el camino de Dios clementes y misericordioso. Tratar el sistema. Votar a conciencia.

5.- Compartir desde lo que uno tiene y no desde lo que le sobra. Actuar en comedores, apoyo escolar, reinserción de las personas que se equivocan. No ser superiores. Compartir no repartir. Enseñarles a no robar. Compartir respetarse en su persona. Tratar al niño como un par.

6.- Asistencialismo. Cuando uno siente superior.

 

Grupo 6:

1.- Lo que más llamó la atención es la idea de “amor entrañable” a partir del análisis etimológico. Ya que lleva la definición de la misericordia como algo complejo y amplio de transmitir desde la tarea educativa, sobre todo si tenemos en cuenta la problemática social.

2.- Las afirmaciones con las que estamos de acuerdo: “conocer lo que comparecemos”. Es necesario compenetrarse con la realidad para poder conocer al otro, superando el asistencialismo y la omnipotencia del rol docente.  “La palabra de Jesús es radical”, le pide al hombre que se convierta. A veces no es suficiente la vida por la propia limitación del hombre. “Educar desde un equilibrio entre firmeza y dulzura”. Nuestro objetivo debe ser una formación para nuestros alumnos basada en el amor, la misericordia y la paz. Esto supone tomar conciencia de que la misión educativa es difícil pero a la vez extraordinaria.

5.- La misericordia ennoblece cuando es un acto de amor fiel y entrañable, cuando tiene como objetivo el crecimiento mutuo.

6.- La misericordia no ennoblece cuando es entendida y traducida como una compasión degradante.

Categorías: Biblia

PARA ENTENDER LA BIBLIA

PARA ENTENDER LA BIBLIA

Alejandro von Rechnitz

http://www.mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/para_entender_la_biblia.htm

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1. EL TEXTO BÍBLICO

1.- La Biblia es una biblioteca.

Estamos tan acostumbrados a ver en la Biblia un libro que se nos olvida que, originalmente, la Biblia era una biblioteca. En su origen la Biblia constaba de 73 “libros” distintos; tan distintos el uno del otro como los libros de cualquier biblioteca. En la Biblia hay libros de historia, de poesía, de cartas, de himnos, de refranes, de sermones, de crónicas; hay el registro civil de todo un pueblo y también el registro de la propiedad de ese pueblo.

Lo que más se parece a lo que es la Biblia es un diario cualquiera en el que hay secciones de sentido tan distinto como las noticias internacionales, los editoriales, los anuncios comerciales, poesías, anuncios de cine o T.V., caricaturas, tiras cómicos, edictos judiciales, etc.

Las noticias internacionales no tienen nunca el mismo sentido que un anuncio de cine o comercial. Exactamente igual, un trozo de carta de Pablo no tiene nunca el mismo sentido que un salmo del Antiguo Testamento; una poesía bíblica, como toda poesía, intenta transmitir un sentimiento y contagiarlo; no tiene nunca el mismo sentido que un mandato urgiendo que algo se haga o deje de hacer.

Citar una frase bíblica fuera de su contexto es tan absurdo, por eso, como pretender que una cita de una novela de Gabriel García Márquez tenga el mismo valor para la situación actual de Nicaragua que una frase de Sandino, sólo porque los libros de donde se les extrajo están en la misma biblioteca. Tan absurdo como decir que un decreto del Gobierno tiene el mismo valor que un anuncio de cine sólo porque viene en el mismo periódico.

Lo primero que uno se debe preguntar al leer un texto bíblico no es qué dice aquí, sino ¿qué quisieron decir, cuál es la situación del autor del trozo que estoy leyendo?. Exactamente lo mismo que cuando leo una fábula de Esopo-autor griego del siglo VI antes de Cristo-no me pongo a fijarme si es una zorra la que habla en la fábula y que las zorras no hablan, sino qué me quiso decir el autor de la fábula con la fábula entera. Así deberé preguntarme: ¿qué quiso decirme el autor del relato? ¿del libro entero? En qué afecta a mi salvación, a mi liberación, aquí, hoy ,en América, lo que dice este libro que leo, este trozo? Y eso porque la Biblia no es para sabérsela, sino para vivirla y en ella se nos revela todo lo que tiene que ver con nuestra salvación, con nuestra liberación.

.2.- La Biblia en cueros.

Como originalmente el papel no existía, todo se escribía a mano (manuscritos) sobre “papiro” egipcio, que era excesivamente costoso, o sobre cueros de cabra. El papiro es una planta acuática de hojas largas y estrechas; además de servir para hacer barcas, canastas, etc., se cortaba el tallo y se extraían las fibras interiores, las cuales se prensaban y se pegaban unas a otras para escribir; como no se podían enrollar, se ponían en forma de “códice”, hojas parecidas a las de los libros actuales pero en grande.

Los cueros más famosos eran los elaborados en la ciudad de Pérgamo y de allí vino el darle el nombre de “pergaminos”. Se escribía una Biblia entera sobre el cuero enrollado de unas 200 cabras. Además, había que pagarle a un hombre para que dedicara la vida entera a copiar el libro que uno deseara tener y, encima de eso, había que fabricar la tinta y plumas de escribir porque nadie vendía hechas estas cosas. Nadie, a no ser una comunidad como la de los Esenios de Qumrán (en los alrededores del Mar Muerto, en Palestina), podían darse el lujo de tener los 73 rollos sueltos que constituyen lo que es una Biblia actual. (Los esenios eran una especie de monjes, o secta judía, que vivían en comunidad).

El rollo se tenía en una mano mientras con la otra se iba enrollando lo que se iba leyendo. Al contrario de lo que hacemos hoy, se leía de derecha a izquierda. Cuando alguien quería leer un trozo no decía “pásame la Biblia”, sino “pásame el rollo de Isaías”, por ejemplo.

Como este libro de “papel” era escasísimo, mucha gente borraba sobre el cuero y escribía un nuevo libro sobre lo borrado; es lo que actualmente se llama “palimpsesto”.

Nosotros actualmente sólo tenemos copias de los escritos originales y lo más duro de este asunto es que entre los originales y las más antiguas copias que poseemos hay más de 300 años de diferencia. Quizá este ultimo dato no nos impresione tanto si nos damos cuenta de que entre el manuscrito del gran dramaturgo griego Esquilo, que vivió del año 525 al 456 antes de Cristo, y la primera copia que conservamos de esos dramas hay más de 1,400 años. Claro que para nosotros no tiene la misma importancia un drama de Esquilo que la persona de Jesús y el seguimiento de su misión.

Las bibliotecas y los archivos actuales poseen más de 12,000 manuscritos y fragmentos de manuscritos de la Biblia o de partes de ésta. Y esa cantidad es sólo una pequeñísima parte de lo que hubo en otras épocas, épocas en las que, línea por línea, todo se escribía a mano . A partir de 1947 se descubrieron en unas cuevas de la región de Qumrán muchísimos manuscritos que conserva hoy el Estado de Israel. Todo esto nos dará una pequeña idea de algunas, nada más algunas, de las dificultades que hay para estudiar exhaustivamente la Palabra de Dios.

3.ó Los monjes eran unos copiones.

Durante la Edad Media (desde el siglo quinto hasta el siglo catorce) los monasterios óy los había por miles en Europa y en todo el Orienteó se convierten en divulgadores de la Sagrada Escritura. Miles de monjes dedican su vida entera a estudiarla, copiarla y difundirla.

Se empleaban varios sistemas. Los más corrientes eran: o el monje que solitariamente copiaba en su celda a mano la Biblia entera durante todas las horas del día de trabajo o los monjes que trabajaban en grupo. Este ultimo sistema merece estudiarse un poquito más despacio.

Un monje leía despacio la Biblia ante cuarenta o cincuenta monjes, que copiaban en sus respectivos pergaminos al dictado. A veces un monje se distraía y se comía entero un trozo dictado o ponía una palabra por otra. A veces un monje introducía en el texto sagrado un comentario que el que estaba dictando, emocionado, había hecho a título personal. A veces un monje se aburría y metía en el texto sagrados comentarios personales que pasaban a ser parte del texto sagrado que una comunidad entera había adquirido …y también pasaban a ser parte de la tortura de un estudioso especialista posterior.

Tenemos un manuscrito bíblico en el que, de repente, aparece este comentario de un monje copiador: “Oh, si tuviera un buen vaso de vino añejo a mi lado!”. Imaginemos la desconfianza con la que ha de manejar esta versión de la Biblia un moderno especialista de la Sagrada Escritura.

Los monjes hacían versiones increíblemente bellas de la Biblia, tenían la vida entera para hacerlas , un amor inmenso a la Palabra de Dios y conocimientos artísticos suficientes. Hay Biblias medievales en las que se ha dibujado en oro y colores espléndidos cada una de las mayúsculas con las que comienza cada capítulo. Tenemos Biblias llenas de dibujos complicados, pero maravillosos, para uso de personas que apenas sabían leer o eran alfabetas. Tenemos Biblias en verso o rimadas para ser aprendidas de memoria. Recordaremos que durante todo ese tiempo muchas personas se sabían de memoria libros enteros de la Sagrada Escritura y los trasmitían así a sus hijos. Aparte del texto mismo se ponía un cuidado infinito en la encuadernación, que había ido naciendo precisamente en la Iglesia Cristiana; se llega a encuadernar el Evangelio o la Biblia entera en pastas de plata y oro cuajadas de piedras preciosas.

Alrededor del año mil se van haciendo ya traducciones de la Sagrada Escritura del latín a distintas lenguas europeas que van naciendo poco a poco; todo eso para hacer más conocida la Palabra de Dios.

4.- “Antes todo era más barato”

Pues la Biblia no. Si había que trabajar las pieles de unas 200 cabras, fabricar la tinta necesaria y emplear la vida entera de uno o más copistas, una Biblia entera salía costando un dineral. Al valor adquisitivo actual quizá unos cien mil dólares. Sí, unos cien mil dólares. Tenemos el caso de unas monjas alemanas de la Edad Media que compraron, con lo que les pagaron por una Biblia copiada a mano, el equivalente a toda una hacienda. Podemos imaginar lo que de sacrificio personal significaba para un particular empeñarse en adquirir una Biblia en esa época…y los hubo!

En 1452 se inventa la imprenta de Gutemberg; su inventor la estrena precisamente con una Biblia. Fueron 150 ejemplares en dos tomos. Esa Biblia fue impresa sobre papel y pergamino; para cada ejemplar se necesitaron 340 pliegos de pergaminos, y para imprimir un solo ejemplar en pergamino es necesario matar ciento setenta terneros. Comparada con las anteriores, esa Biblia salió baratísima, pues “salió” costando el equivalente a unos 10.000 dólares. Desde luego esos ejemplares son hoy casi inencontrables y su precio comercial es el de unos tres millones de dólares por cada Biblia de Gutemberg.

Por eso se encadenaban las Biblias. No para que el pueblo no las leyera, como algún malinformado ha dicho más de una vez. Se las amarraba al pupitre de lectura de la Biblioteca, no fuera a ser que alguien cayera en la piadosa tentación de llevarse algún tomito para su casa con el objeto, Áno faltaba más!, de meditar piadosamente en ella.

Con la reforma de Martín Lutero, el deseo de poner la Biblia en manos del pueblo se acrecienta enormemente. Lutero no sólo contribuyó a ello al traducir la Biblia al alemán popular, sino que con ese trabajo fue el organizador del idioma alemán.

Tendremos que esperar al siglo dieciocho para que de verdad se abarate la impresión de una Biblia entera. Eso llegará con la creación de los tipos impresores de bronce hechos con letras sueltas, tipos que permitían hacer grandes tirajes de una sola vez con los mismos tipos. Esto ha sido debido sobre todo a los protestantes y su afán de difundir la Palabra de Dios entre el pueblo.

5.- ¿La Biblia? Sí, ¿pero cuál?

Conocemos hoy muchas versiones de la Biblia en nuestro idioma: Petisco-Torres Amat; Nácar-Colunga; Bover-Cantera; de Jerusalén; latinoamericana; de Alonso Schokel; Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera; “Dios habla hoy”, etc. ¿Cuál es la diferencia? Hay tres principales diferencias: las traducciones, las notas y el numero de libros incluidos.

Las Biblias protestantes no traen los setenta y tres libros que traen las católicas. Por motivos que adujo Lutero, los protestantes suprimen algunos de los libros; por ejemplo, el libro de la Sabiduría y los libros de los Macabeos en el Antiguo Testamento y, a veces, la epístola de Judas y la de Santiago en el Nuevo Testamento.(Ver página 16).

Las Biblias protestantes normalmente no traen notas aclaratorias al pie de cada página; los evangélicos creen que Dios inspira a cada lector la interpretación necesaria en los lugares oscuros de esa Palabra de Dios.

Además, las Biblias, todas, sean católicas o protestantes, se diferencian en las traducciones. Unas Biblias traducen del griego o del hebreo literalmente, otras traducen el sentido que la expresión griega o hebrea tendría en nuestro idioma, dejando de lado lo que eso decía literalmente en el idioma que se traduce. Otras Biblias adaptan el lenguaje de la Palabra de Dios al del lector posible; un ejemplo de esto es la “Biblia para Latinoamérica” entre los católicos, o la versión “Dios habla hoy” entre los protestantes.

La Biblia fue escrita en el transcurso de unos mil años. La Biblia, para nosotros los cristianos, es la Palabra de Dios; por eso, es un mensaje permanente. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Marcos 13, 51). Cuando encontramos que la Biblia no nos dice nada a nosotros, hombres y mujeres de América Latina hoy, es que no hemos sabido interpretarla; es que la hemos leído como quien lee una novela o una biografía, y la Biblia no es eso. La Biblia es una confesión de fe de una comunidad determinada, pero, al mismo tiempo, es la revelación que Dios nos hace de sí mismo a través de esa comunidad. Y todavía más, la Biblia entera es un llamamiento a que sigamos a Cristo en la misión de hacer presente entre nosotros el Reino de Dios. Cada vez que leemos la Biblia tenemos que preguntarnos: En este trozo, ¿qué me dice Dios a mí, fulano de tal, aquí en América Latina, en estas circunstancias?

El Concilio Vaticano II dice que en la Biblia se nos revela todo lo que importa para nuestra salvación, la nuestra, no la de los hombres de hace 2000 o 4000 años. ¿Encontramos nosotros ese mensaje? Ya la misma Escritura dice claramente: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para combatir, para corregir, para guiar en el bien. La Escritura hace perfecto al hombre de Dios, preparándolo para toda obra buena”. (2 Timoteo, 4, 16-17).

PARA ASIMILAR

1.-Busque y comente un texto de diverso contenido doctrinal. Por ejemplo: Génesis 1,26-28; 2, 18-25 (mensaje religioso); Números 15. 1-11 (leyes); Josué 10 (historia); Amós 5, 14-24 (profético); Eclesiástico 29, 1-3 (refranes); Sabiduría 7, 21-30 (poesía); Lucas 6, 17-38 (sermón); Mateo 18, 23-35 (parábola); Gálatas 5, 19-24 (discurso moral); Efesios 1, 15-23 (teología).

2.-¿Por qué resulta difícil en ocasiones comprender el verdadero significado del mensaje bíblico? Léase 2 Pedro 3, 15-16.

3.-Haga un ejercicio de comparación entre varias Biblias para notar las diferencias de traducción. Por ejemplo, en Isaías 29, 15-21; Marcos 14, 22-25; Santiago 2, 14-26.

4.-¿Importa algo el que las Biblias sean presentadas en ediciones lujosas o en ediciones sencillas?

5.-¿Por qué la Biblia no es un libro científico sino religioso? ¿Qué consecuencias tiene esto?

 

2.      EL IDIOMA BIBLICO.

 

1.- La Biblia fue escrita en Oriente

Usted es latinoamericano y está marcado por la cultura occidental. La Biblia fue escrita por judíos y para judíos, aunque tales judíos vivieran en países que ahora son considerados occidentales. Decir que la Biblia fue escrita por judíos es decir que fue escrita por orientales para orientales. La mentalidad oriental es muy similar a la latinoamericana original, es decir a la indígena, pero nuestros indígenas fueron occidentalizados, pues fueron forzosamente hispanizados al ser cristianizados. El cristianismo, que se había hecho griego con los griegos, romano con los romanos y judío con judíos, no se hizo hispanoamericano con los hispanoamericanos.

No basta traducir literalmente la Palabra de Dios, tenemos que saber qué quería decir eso que estamos traduciendo en la mentalidad con la que fue escrito. Incluso el Nuevo Testamento, aunque está escrito en griego, refleja la mentalidad judía.

2.- Miguel Angel le puso los cuernos

El Idioma hebreo, en que se escribió el Antiguo Testamento, es un idioma especialmente difícil, entre otros motivos, porque en él no se escriben las vocales. Es como si en castellano nosotros escribiéramos “cs”; tal signo podría ser “casa”, “cosa” o también “cesa”.

Tenemos un caso célebre en el que este asunto ocasionó una pésima traducción con consecuencias permanentes. En el libro del Exodo, capítulo 34, se dice que Moisés bajó del monte, después de hablar con Dios, con “krn” en su cabeza. El gran escultor Miguel Angel utilizó una versión bíblica en la que tal palabra se leía “keren”, es decir “cuernos”, y creó su celebre Moisés con cuernos en la cabeza. Pero resulta que ahora sabemos que “krn” era también “karan”, que debe traducirse como “resplandor”, lo cual es una cosa bien distinta; no es lo mismo tener resplandor en el rostro que tener cuernos en la cabeza, ¿no les parece?

Ya que tratamos sobre errores de traducción, debemos decir que en la Biblia hay unos 60,000 errores comprobados de traducción. Desde luego, el 99 por ciento de estos casos no modifican el sentido del pasaje bíblico porque se trata de la omisión o agregado de palabras aisladas como una “y”, un “también”, etc.

3.- Señorita, la estoy piropeando

En el idioma hebreo no existe el superlativo. Para crear un superlativo debe reduplicarse la expresión. Cuando un hebreo quería decir “es el lugar santísimo” tenía que decir: entre los lugares santos éste es el verdaderamente santo.

Para decir “el mejor de los cantos”, tenía que escribir “El cantar de los cantares”, es decir: entre los cantos, el canto por excelencia. Para decir: lo más íntimo a mí, lo que me es indispensable, lo que de verdad me hace falta, lo que ciertamente me complementa, tenía que tener: “huesos de mis huesos, carne de mi carne”. Tal expresión, puesta en boca de Adán respecto a Eva, significa algo así como “corazón mío”, “alma mía”, “vida mía”. ¿Verdad que eso sí suena a piropo?

4.- Eso tiene doble sentido, mi amigo

En castellano, y además en Latinoamérica, para cada sentido tenemos varias expresiones porque el idioma castellano es enormemente rico. Por ejemplo: para decir “niño” tenemos “muchacho”, en México se dice “chango”, en Guatemala “patojo”, en El Salvador “cipote”, en Nicaragua “chavalo”, en Costa Rica “guila”, en Panamá “pelao”, etc. Todo para el mismo sentido de “niño”. El idioma hebreo es todo lo contrario, porque el idioma hebreo es un idioma muy pobre. En hebreo tenemos, a veces, para una misma expresión varios sentido totalmente diversos. Un ejemplo clásico es la palabra “rúaj”. “Rúaj” significa viento, brisa, soplo, aliento, vida, fuerza, movimiento, espíritu. Como usted ve, “rúaj” significa cosas tan distintas como viento y espíritu.

La Sagrada Escritura jugará continuamente con los dos sentidos de esta palabra. Cuando en el libro del Génesis 1,2 se dice que “el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas”, ese versículo puede, en hebreo, significa también “y un viento fuerte soplaba sobre las aguas”, porque la expresión “rúaj Elohim” puede significar “el Espíritu de Dios” y también “un viento fuerte”. En el Nuevo Testamento se vuelve a jugar con este equívoco idiomático en varias ocasiones, por ejemplo cuando Juan 3,8 Jesús explica lo que es nacer del Espíritu Santo, ahí vuelve a jugar con los dos sentidos y usa como ejemplo el viento. Lo mismo vuelve hacer el escrito de Hechos 2,1-4 justamente con el relato de Pentecostés.

5.- Al pan, pan, y al vino, vino

La mentalidad hebrea es una mentalidad sin conceptos abstractos. Todo lo contrario que a los griegos, a los judíos no se les ocurría preguntarse por la esencia de algo; para un judío lo importante de algo era la relación que ese algo tenía con ellos, no qué era en sí mismo. Por eso, aunque nos parezca raro, a un judío nunca se le ocurrió plantearse el problema de qué era Dios en sí mismo. Para un hebreo todo lo abstracto se expresa por lo concreto, se expresa por la forma con la que se percibe; lo que no es perceptible de alguna manera por alguien no interesa.

Un caso típico de los miles que aparecen en la Sagrada Escritura es el de la creación. En el catecismo se dice que Dios creó el universo sacándolo de “la nada”. El concepto de “la nada” es una abstracción genial griega, pero que es absolutamente imposible de expresar para un judío. La forma típica de resolver este problema en la Biblia es la de expresar lo que para un judío puede ser la nada con cosas comprensibles y perceptibles para cualquiera. Para el judío la nada es el caos, el desorden, lo que no es orden o civilización. Entonces el autor bíblico dice que Dios creó el universo ordenando el caos, ordenando el desorden que existía. Cuenta el relato que Dios puso orden al caos original diciendo: “aquí la luz y aquí las tinieblas, aquí el agua y aquí la tierra, aquí el sol, aquí la luna y cada uno en su esfera y oficio”.

Por esta misma razón, la sabiduría de Dios, algo abstracto, fue personalizada en la Biblia hasta convertirse en alguien personal, pues sólo así se hacía comprensible a una mentalidad tan enemiga de las abstracciones.

6.- “No pequen más, se acerca el fin del mundo”

Entre los judíos de la época de Jesús estaba de moda un género literario que ahora se llama “apocalíptico”, formado en general por visiones del futuro, mezcladas con discursos moralizadores apropiados para resolver situaciones concretas y todo ello revestido con un lenguaje simbólico que sólo entendían los que recibieran una explicación adecuada. Fijémonos bien: no se trata de profecías que quiten la inseguridad del futuro diario, sino visiones del futuro definitivo revestidas con carácter simbólico para resolver situaciones conflictivas concretas.

Se conocen unos 17 apocalipsis precristianos, a los que, para dar autoridad y valor, se les ponía bajo el nombre de un gran personaje, por ejemplo se decía que había sido escrito por Abraham, por Elías, por Moisés. Aunque nunca fueron recibidos por la jerarquía oficial como inspirados por Dios, tales escritos abundaban entre el pueblo, que los tenía por verdaderos. De los muchos apocalipsis que aparecieron ya bajo el cristianismo, sólo uno recibió la aceptación oficial de la comunidad cristiana, el de Juan.

La llegada de los tiempos definitivos, la llegada del Reino de Dios quedaría visible y clara ante todo el mundo con señales evidentes, la más importante de todas era que ya no habría templo legítimo porque Dios mismo estaría presente entre su pueblo. Lógicamente, los judíos, y los primeros cristianos vieron la destrucción del templo, en el año 70, como el comienzo, doloroso, pero al fin y al cabo comienzo, de esos tiempos definitivos. Eso originó el disfraz simbólico, típicamente apocalíptico, de hechos políticos tan graves como la toma de Jerusalén por los romanos y la persecución desatada por Nerón contra los cristianos, también alrededor del año 70, que aparece en el libro del Apocalipsis.

Para un judío piadoso, Jerusalén no podía ser destruida sino en función de la nueva creación de una nueva Jerusalén mejor, el templo no podía ser destruido sino porque Dios mismo se iba a hacer presente entre su pueblo. Cada vez que en Israel se sufriera una opresión extrema, expresada concretamente (como todo lo abstracto) por guerra, peste y hambre, las tres desgracias clásicas más terribles para un pueblo, el pueblo sabía teológicamente, por su libro sagrado, que se acrecentaba también la posibilidad de la liberación. Este asunto aparece expresado así ya en el libro del Exodo y en el libro de los Jueces. El pueblo de Israel sabía que Dios y opresión no caben en el mismo saco y el pueblo había aprendido a ver la intervención de Dios en su historia cada vez que había experimentado un procesos de liberación popular. La guerra, la peste y el hambre, cuando se daban juntas, al ser para ellos el colmo de la desgracia popular, se convertían, por lo explicado antes, en la señal de la intervención inmediata de Dios para liberar a su pueblo oprimido.

Además, “mundo” no era para los hebreos bíblicos lo que para nosotros. Para ellos “mundo” no es el globo terrestre, cuya existencia como globo flotando en el espacio ignoraban totalmente, sino la situación. “Fin del mundo” es para ellos fin de la situación conocida, fin de esta forma de vida que conocemos; fin, en definitiva, de la opresión y la explotación a la que estaban sometidos.

“No peque más, se acerca el fin del mundo”, puede, pues, traducirse perfectamente por: No peque más, se acerca el fin de la explotación, el fin de los explotadores; viene un mundo nuevo, una situación nueva, y usted debe estar del lado de los oprimidos, de los justos, no de los opresores, que serán destruidos.

 

PARA ASIMILAR

1.¿Dios habla sólo para el pueblo judío o para todas las personas de todas la épocas?.

2.¿Por que es necesario actualizar el lenguaje y el contenido de la Biblia?.

3.Lean y comenten estos textos: Génesis 3, 14-22; Salmo 35; Apocalipsis 21, 1-4.

 

3.      EL IDIOMA Y LA MENTALIDAD

 

1.- Se lo he dicho mil veces…

Hay errores de traducción de la Biblia que no tienen casi importancia, aunque no sean pequeños. Cuando en hebreo se dice que algo ha sido hecho siete veces, no significa que algo ha sido repetido seis veces más una vez, sino que ha sido hecho perfectamente.

El número 7 es el número de Dios en hebreo y Dios es perfecto; por eso el número siete pasó a ser popularmente el número de la perfección. Cuando una cosa ha sido hecha siete veces ha sido perfectamente hecha, totalmente hecha, plenamente hecha.

Un ejemplo típico: Cuando se dice que en el Padre Nuestro hay siete peticiones, en realidad lo que, en la mentalidad original, eso quería decir es que algo, una cosa, una sola, ha sido pedida en siete formas distintas y, por lo tanto, perfectamente pedida, totalmente pedida, plenamente pedida­; que una vez que la hemos pedido así no tenemos que pedir nada más. En el Padre Nuestro, pues, sólo hay una petición, pedida en siete formas distintas; esa petición es: “VENGA TU REINO”. Si tu Reino viene, tu nombre será santificado, se hará la voluntad de Dios, tendremos el pan compartido, seremos perdonados de nuestros pecados, no caeremos en tentación y nos veremos libres de todo mal. ¿Qué más se puede pedir? Jesús mismo nos dice que lo único que debemos buscar y pedir es el Reino de Dios, todo lo demás se nos dará por añadidura(Lucas 12,31).

Otros números simbólicos o “perfectos” eran: 1, 3, 12, 40, 70…

2.- Salomón era un idiota

“Sabio” no es en hebreo lo que para nosotros. Para nosotros, con nuestro concepto helénico de la sabiduría y todo nuestro bagaje cultural cartesiano, sabio es el que conoce la esencia de las cosas y su por qué, el que conoce las ciencias y puede dar razón de ellas. Para el judío, tan negado a la abstracción, “sabio” es el que sabe vivir, el que tiene “éxito” en la vida, y para el judío piadoso, sabio es el que, en definitiva, cumple lo que Dios quiere de él.

Cuando la mentalidad griega logró tener influencia en Israel, desde Alejandro Magno en adelante, se trató de convertir a Salomón en un sabio a la helénica y se le puso a resolver enigmas. Salomón era sabio, según la mentalidad judía popular, porque sabia vivir, aunque toda las medidas políticas, sociales y económicas que tomó fueron tan desacertadas que, apenas murió, diez tribus le negaron la obediencia a su heredero. Salomón vivió de crédito, vivió a la sombra del genio político que sí había sido su padre David. Salomón deshizo rápidamente lo que su padre consiguió con gran esfuerzo. Ni fue político ponderado, ni administrador prudente, ni gobernante acertado. No por gusto, de toda esa sabiduría de Salomón, la Biblia concretamente sólo nos pone un caso sonado: el famoso cuento del niño partido entre dos madres. ÁFrancamente no es un extraordinario récord para un juez-rey que gobernó cuarenta años!

3.- Milagros inventados

Por ignorar la mentalidad popular judía en la fue escrita la Sagrada Escritura, a veces nos tomamos el derecho hasta de inventar un milagro inexistente. Cuando Jesús les dice a sus discípulos que entren en la ciudad para preparar la Pascua allí y que al entrar les saldrá al encuentro un hombre con un cántaro y que es a él al que deben seguir y solicitar su casa para la Pascua y ellos lo encontraron todo así (Lc. 22,7-13; Mc 14,12,16; 26,17-19), nos resulta a nosotros algo sorprendente y yo he oído predicar más de una vez acerca de ese conocimiento que Jesús tenía del futuro y de cosas ocultas para los demás. Pues bien, se trata de un milagro puramente inventado.

Jesús es, entre muchas cosas admirables, un observador genial de su pueblo y sabe perfectamente que un hombre que va en Israel a la fuente a buscar agua es un hombre soltero; nunca un hombre iba a la fuente a buscar agua a no ser que en su casa no hubiera mujer. Lo que en mentalidad hebrea se está diciendo es lo siguiente: entren a la ciudad y al primer hombre que se encuentren con un cántaro… Y eso porque un hombre con un cántaro es un hombre soltero, y un hombre soltero puede recibir un grupo grande para celebrar la Pascua en su casa, pues no tiene familia con quien celebrarla.

4.- ¿Cuál caballo?

El ignorar la mentalidad con la que fue escrita la Sagrada Escritura nos puede llevar a errores más voluminosos que los anteriores. Por ejemplo: aunque así nos lo representen cientos de pintores famosos, nos quedaremos con las ganas de encontrar en el texto el famoso caballo del que se cayó San Pablo en el momento de su conversión, camino de Damasco. Leamos el relato del suceso y nos convenceremos (Hechos 9,1-9; 22,6-16; 26,12-18).

Inventar un caballo fue la única solución que encontraron pintores y hasta teólogos a esa caída por tierra que les resultaba inexplicable. El mismo problema y la misma errada solución se encontró para un suceso paralelo: la caída por tierra de los enemigos de Jesús, en Juan 18,6, cuando fueron a prenderlo en el huerto. Todos los pintores los representan caídos de espaldas por tierra delante de Jesús. He alcanzado a leer un libro de meditaciones en el que se ponía hasta una razón por la que se explicaba la caída de espaldas por tierra: “porque los malos nunca ven dónde caen”.

“Caer por tierra”, “caer rostro a tierra”, es un gesto común en el Antiguo Testamento, es el gesto habitual de quien se siente delante de Dios, porque los judíos creían que quien veía a Dios moría (Exodo 33,19). Caer por tierra es el gesto de Moisés en Exodo 3,6 y el de los enemigos de Jesús en el huerto. Lo que el redactor del relato de Hechos quiere decir está muy claro para la mentalidad judía: Pablo se sintió de repente delante de Dios y, como todo hebreo en iguales circunstancias, se tapa la cara tirándose por tierra. Fijémonos que en este relato, como el de Juan en el huerto de los Olivos, quien está delante es Jesucristo. En los dos casos el autor nos está queriendo decir algo profundamente teológico: que Jesucristo es el mismo Dios que se apareció a Moisés en el Exodo. Juan viene a decir con su relato que Jesús fue como Señor a la muerte, que nadie le quita la vida, sino que El la da y que hasta sus enemigos tuvieron que reconocerlo así en ese momento cumbre. Es toda una confesión de fe en el Señor Jesús la que hemos perdido por hacer una traducción literal, sin traducir el sentido de lo que quería decir tal relato en la mentalidad con la que fue redactado.

5.- ¿Cuál es su nombre?

En Israel y, por lo tanto en la Biblia, el nombre no era, como para nosotros, algo puramente convencional. Entre el nombre y quien lo llevaba existía una relación esencial. Para un judío la persona existe en el nombre que lleva y, por consiguiente, el nombre contiene una afirmación sobre la naturaleza o la cualidad de quien lo lleva. Conocer el nombre de una persona es conocer su esencia, penetrar su carácter y destino, tener poder sobre ella de alguna manera. Por eso Dios se niega dar su nombre a Moisés cuando éste se lo pregunta en el desierto (Exodo 3, 13-14) y le responde: “Yo soy el que soy”; ningún hombre puede pretender tener el m<s mínimo poder sobre Dios. Por eso prohibe utilizar su nombre (Exodo 20,7; Deuteronomio 5,11).

En el original hebreo el nombre de Dios se escribe con cuatro consonantes (Y H W H), lo que se llama el sagrado tetragrama, es decir “A cuatro letras “; pero no se pronunciaba, por respeto, y se sustituía por Adonay (Mi Señor), Elohim (Creador, omnipotente y misterioso, dios), Elyon (Altísimo), El-Sayad (Omnipotente). Con el tiempo se le añadieron vocales para poder traducirlo a otras lenguas, de modo que la pronunciación más exacta es YAVE. La palabra Jehová procede sólo de la traducción que la Biblia protestante de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera hicieron de la Biblia de Lutero al idioma Español.

Poner el nombre a algo significa asignar el oficio que ese algo tendrá. Cuando en el Génesis (2,19-20) el hombre da nombre a todos los animales de la tierra, lo que se está queriendo decir es que él está actuando como señor de ellos en nombre de Dios, como lugarteniente de Dios.

Cuando Jesús da a Simón el nombre de Pedro (Marcos 3,16) está actuando en la misma línea bíblica y lo que el relato quiere decir es que Jesús es el Señor, el nuevo Adán que puede dar nombre a toda la creación.

6.- ¿Las palabras vuelan…? ¡Pues no!

La mentalidad israelita era una mentalidad nómada; para cualquier nómada hay algo en el mundo que es más importante que el oro: es la palabra. Precisamente porque la palabra es el oro de los orientales, los tesoros de la poesía y de la Palabra de Dios, comunicada de padres a hijos, tenían una importancia infinita para el israelita. En nuestros pueblos existen artes muy distintas: la pintura, la escritura, la arquitectura, etc.; para una persona de mentalidad nómada sólo existe el arte de la palabra porque en el desierto o mientras se nomadea no existe ninguna posibilidad de pintar, esculpir, construir edificios. Por eso la palabra hace, para el israelita, las veces de todas las artes.

Para un judío, quien domina la palabra no es una persona cualquiera. Esa persona es un sacerdote, un curandero, un árbitro, un sabio y un jefe; Dios habla por medio de él. Esa persona es omnipotente, puede curar o matar, traer la alegría o la tristeza, desencadenar la cólera, la venganza o la guerra por medio de la palabra. Quien domina la palabra puede suscitar la tranquilidad del espíritu, la amistad, el amor y la paz, puede entusiasmar o desmoralizar. En resumen: quien domina la palabra se vuelve un personaje sagrado. Todos los jefes de tribu, tenían, para poder ejercer su autoridad, el don de la elocuencia. En hebreo “nasi” (príncipe) es el equivalente a “orador”.

No por gusto se nos dirá en el Nuevo Testamento que Jesús es la Palabra de Dios hecha carne, hecha visible, palpable y tocable (Juan 1,1-17), que nunca nadie ha hablado como hablaba El (Juan 7,46), que el que oye su palabra y cree en él tiene vida eterna (Juan 5,24), que todo pasará, pero sus palabras no pasarán (Marcos 13,31), que sus palabras son de vida eterna (Juan 6,69).

Precisamente por el inmenso valor de la palabra es que en la Biblia se le da importancia a las bendiciones y a las maldiciones; la palabra permanece y se cumple, que no se puede jugar con las palabras.

7.- Eso es pura poesía…

Aparte del valor de la poesía del que hemos hablado en la página 7, tenemos que aclarar todavía algo más sobre ella. En castellano la poesía se hace expresando un sentimiento poético en formas especiales; o con rimas (consonantes o asonantes) o sin rimas, en lo que se llama verso libre. Pero de todas maneras, en castellano nos es muy fácil reconocer una poesía.

Nuestra poesía se hace de ritmo y rima ordinariamente, pero no es así el lenguaje poético de la Biblia. ¿Cómo reconocer la poesía bíblica? La poesía bíblica no se hacía de rimas de ninguna clase, el sentimiento poético encontraba su expresión en formas muy distintas a las nuestras. La poesía hebrea se hacía de paralelismo y ritmo. Es decir: se repetía la misma idea con formas distintas y eso era poesía para los hebreos. Veamos un caso típico para que entendamos. En el capítulo 37 del libro de Job dice: Mi corazón por eso tiembla, y salta fuera de su sitio (Job 37,1); eso es poesía hebrea. Cuando en el Salmo 121,3 leemos: “ÁNo deje él titubear tu pie! ÁNo duerma tu guardián! No, no duerme ni dormita el guardián de Israel”, se trata de poesía hebrea. Cuando en Lucas 1,46-47 se dice: Entonces dijo María: Mi alma alaba al Señor, y mi corazón se alegra en Dios mi Salvador, estamos ante una poesía hebrea.

PARA ASIMILAR

1.¿Hay números perfectos en nuestra cultura? ¿Por qué se utilizan más y qué significado les damos?

2.¿Qué ideas tenemos de un sabio en nuestro ambiente? ¿Se aplica a un científico, a un gobernante, a un campesino, a un obrero, a un profesor…?

  1. ¿Serán plenamente milagros los casos narrados en Génesis 19,26; Esdras 1,1-4; Tobías 6,7-9; Lucas 1,48; Juan 5,4; Hechos 5,15? ¿O es atribuir a Dios lo que tiene causas naturales?

 

 

4.      DIVERSAS REDACCIONES

 

1.- En el principio existía la palabra…

Lo primero en la creación de lo que hoy es la Sagrada Escritura es la transmisión oral. De padres a hijos se trasmite en cada familia la genealogía familiar (que para ellos era importantísima) porque equivalía al registro civil de una persona), las tradiciones del nomadeo, las reglas de vida, las confesiones de fe que debían ser recitadas por la tribu en la ceremonia anual de renovación de alianzas entre las tribus y con Dios. Todo eso era transmitido de viva voz y aprendido de memoria.

Nosotros, hombres de palabra escrita, no nos hacemos una idea cabal de lo que significaba la memoria para los pueblos primitivos. Sabemos que hasta la Edad Media había personas que se sabían de memoria enormes trozos de la Palabra de Dios y hasta libros enteros de la Biblia.

Precisamente porque no existía casi la palabra escrita, la palabra oral adquiría una importancia superior a la que tiene para nosotros (ver página 11). “Dar su palabra” era algo sagrado que no se podía violar de ninguna manera; jurar era algo importantísimo que difícilmente se atrevían a hacer en falso; maldecir o bendecir era algo de gran trascendencia. Las palabras tienen su valor y quedan, para bien o para mal de alguien. Un hombre que desconocía la genealogía familiar era un extranjero en todas partes, es decir, un hombre sin derechos. Las tradiciones de familia eran ley, la forma de actuar, la norma moral. Quien no tenía alianzas conmigo era mi enemigo, quien no tenía alianzas con mi familia ni adoraba mi mismo Dios era mi enemigo. De allí la enorme importancia de todo lo que se transmitía de palabra.

2.- Ni comenzó por el Génesis ni se acabó con el Apocalipsis

Aunque actualmente una Biblia se comienza por el libro del Génesis y se acaba con el libro del Apocalipsis de Juan, no fue así como comenzó a ponerse por escrito todo lo que se trasmitía oralmente y ciertamente no fue el Apocalipsis de Juan el último en ponerse por escrito. Ni siquiera los cinco primeros libros de la Biblia (Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio) fueron escritos en el orden en que ahora aparecen.

Probablemente lo primero en pasarse de la literatura oral a la palabra escrita fueran las confesiones de fe para ser recitadas en las ceremonias anuales de renovación de la Alianza religiosa y las genealogías de las familias israelitas.

Quizá los primeros trozos en pasar de la palabra hablada a la escritura fueron pedazos como Deuteronomio 26,5-10. Un trozo como ése puede haber dado origen a muchos otros relatos del Antiguo Testamento y hasta ir nucleando libros enteros. Por ejemplo, alguien preguntaba: ¿Por qué dicen que nuestro padre era un arameo? Y eso daba origen a un relato largo sobre el origen arameo de Jacob o Israel. Alguien más preguntaba: ¿Por qué dicen que era errante? O, ¿por qué bajó a Egipto, por qué se estableció allí? ¿Cómo fue que se hicieron numerosos en Egipto nuestros antepasados y cómo vivieron en Egipto? ¿Por qué se dice que Dios hizo obras portentosas para sacarnos de allí? ¿cómo nos trajo Dios aquí, por qué se dice que Dios nos dio esta tierra que mana leche y miel? Como se puede ver a simple lectura, una sola confesión de fe tan importante como ésa podría haber dado origen a libros como el Génesis, el Exodo o Josué.

Así como en el Antiguo Testamento hay trozos que han dado origen a libros enteros, en el Nuevo también los hay. De todo el Nuevo Testamento quizá el trozo más importante en ese sentido está en Hechos 2, 22-38. Libros tan importantes como los Evangelios pueden haber nacido alrededor de ese relato-confesión de fe. Si uno de los testigos primeros de la fe quería explicar a alguien cada una de las frases contando algo de lo que había presenciado y que garantizaba cada una de las afirmaciones contenidas en ese trozo, iba creando, de hecho, relatos o discursos acerca de Jesús que expresaban la fe de la comunidad acerca de El.

3.- El Método de historia de las Formas y de las Tradiciones

Un grupo de especialistas alemanes de la Sagrada Escritura, alrededor de la Primera Guerra Mundial, creó este método de estudio de la Biblia. Pretendía hallar las diversas tradiciones anteriores a la redacción que hoy conocemos, mediante el examen de las “Formas” o géneros literarios empleados (parábolas, lamentaciones, crónicas, etc) y descubrir las leyes que rigen su transmisión, sabiendo que están por las distintas necesidades socio-religiosas de la primitiva comunidad. En otras palabras: Trata de explicar el origen de los libros de la Biblia, de determinar su grado de historicidad, mediante el análisis de los géneros literarios utilizados por sus autores, espejo y grito del ambiente social y religioso de la época. También se comparan los textos bíblicos con otras formas literarias de escritores profanos orientales, para ayudarnos a comprender mejor el texto bíblico.

Con esto anterior se conectó la historia de las “Tradiciones”, que pretendía individualizar y descubrir las corrientes de interpretación que se formaron en las diversas comunidades cristianas o precristianas. Las sentencias o relatos que hasta entonces habían circulado por separado, sueltas, se resumieron en forma de documentos escritos o tradiciones orales que constituyen la base de la redacción de los libros que ahora poseemos en la Sagrada Escritura.

¿Qué quiere decir el párrafo anterior? Que un libro de la Biblia no es como la obra de un autor moderno, escrita por él desde el comienzo hasta el final, siguiendo además un esquema determinado previamente en perfecto orden. Los libros de la Biblia, cada uno de ellos, son el producto final de una transformación o proceso que viene desde muy atrás y que es enormemente complejo.

Por ejemplo, según algunos grandes expertos, muchos relatos evangélicos y dichos de Jesús no son casi otra cosa que creaciones posteriores o que explican algo acerca de Jesús; ese algo es el que sí sería verdad, no la forma o relato que nos lo detalla. Para algunos otros expertos no sólo las formas, sino el contenido del mensaje debe ser examinado cuidadosamente. Por ejemplo, la moralización de algunas parábolas que más bien tenían, probablemente, sentido revelatorio en su origen. Algunos expertos en Sagrada Escritura dicen que lo que dio origen a los escritos sueltos acerca de Jesucristo fue el culto litúrgico de la comunidad.

4.- En el Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento ha habido un larguísimo proceso de redacción y de supervisión hasta que los libros vinieron a quedar como los tenemos ahora. Se conocen por lo menos cuatro grandes redactores-revisores de toda la tradición anterior a ellos; también se llaman “fuentes”; aparte de estos cuatro hubo muchos otros autores que metieron su mano en la redacción de cada libro o para incluir en la Sagrada Escritura libros enteros nuevos.

Esos cuatros grandes redactores-revisores son conocidos normalmente como: el Yavista, el Elohista, el Sacerdotal y el Deutoronomista.

El Yavista es llamado así porque usa siempre el nombre de Yavé para referirse a Dios. Parece ser alguien del sur de Palestina, que alrededor del año 850 antes de Cristo (a.C.) recogió y revisó, cambiando y completando, todas las tradiciones que hasta entonces existían como tradiciones sagradas del pueblo de Israel. En esa tradición Yavista se antropomorfiza a Dios, es decir, se le describe con características humanas; también sus narraciones reflejan una conciencia moral muy amplia y nada estricta; se piensa en una dimensión universal de la salvación y se vincula esa salvación a una figura personal: “Alguien vendrá a salvarnos”; se habla de ella de pueblos que, por ser derrotados por el rey David, fueron incluidos en el pueblo de Israel y que constituyeron un peligro religioso para Israel.

El Elohista es llamado así porque usa siempre el nombre de Elohim para referirse a Dios. Parecer ser alguien del norte de Palestina, que alrededor del año 722 a.C. recogió y revisó, completándolas, todas las tradiciones escritas y orales sagradas que existían antes de él en el pueblo de Israel. Este autor desantropomorfiza a Dios, espiritualizándolo; por eso en él, a Dios no se le puede ver, y se revela por medio de los sueños, por ejemplo. Ese Dios comunica su espíritu a Moisés y los israelitas; la salvación no se espera de una única persona; la conciencia moral que refleja esta tradición es mucho más estricta y parece escrita en el momento en que en Israel había varios grandes profetas muy respetables.

El Deuteronomista es llamado así por ser el redactor probable del libro llamado Deuteronomio; fue redactado alrededor del año 623 a.C. en Jerusalén. El Deuteronomista sabe perfectamente que Yavé es el Dios de Israel y que Israel es el pueblo elegido; es un autor muy nacionalista, muy litúrgico y centralista del culto. Muchos especialistas dicen que este libro fue redactado en el norte de Israel y traído al sur después. El deuteronomista subraya sobre todo la trascendencia de Dios.

El Sacerdotal parece ser de alrededor del año 450 a.C. y estar escrito bajo la influencia del profeta Ezequiel. Pertenecía probablemente al círculo sacerdotal de Israel y fue escrito alrededor del final del destierro de Israel en Babilonia. Polemiza con los mitos babilónicos; le da importancia al sábado, a la circuncisión y a la sinagoga; también a los sacrificios y a los sacerdotes; esta tradición llena el libro Levítico, casi toda la segunda mitad del Exodo y los primeros y últimos capítulos del libro de los Números.

5.- En el Nuevo Testamento

“Evangelio”, según el modo de hablar cristiano primitivo, quiere decir: el mensaje de salvación comunicado oralmente, cuyo tema y contenido es Jesucristo, en quien se hace presente el Reino de Dios. Debiera haber, pues, un solo Evangelio, pero hubo al comienzo más de 60. Es la comunidad cristiana la que fue descartando poco a poco los que considera falsos y se quedó con sólo cuatro tradiciones a las que ahora llama cuatro “Evangelios”.

El Evangelio, cada Evangelio, no pretendía hacer una biografía de Jesús, sino dar testimonio de la fe en El, despertar y afianzar la fe en Jesucristo. No trataban los Evangelios simplemente de exponer lo que dijo o hizo Jesús en una situación histórica determinada, sino obligar a los oyentes, a cada oyente, a optar frente a Jesucristo, que estaba presente para cada oyente en el culto de la comunidad cristiana.

El Nuevo Testamento tiene en su seno géneros literarios tan diversos como el Apocalipsis o las cartas de San Pedro. El Apocalipsis de Juan, por ejemplo, pretende fortalecer a los cristianos de Roma durante la persecución de Domiciano haciéndoles confiar en la providencia de Dios a pesar de todas las angustias trágicas: Dios conduce sabiamente a la historia y todo terminará en el triunfo de Cristo, simbolizado en el triunfo de un cordero.

6.- Descubrir la realidad

Hay textos de los Evangelios que proceden de Jesús y otros que son creaciones de la comunidad cristiana. A veces los textos bíblicos expresan hechos históricos en formas simbólicas, otras veces expresan hechos incognoscibles para el hombre usando la forma de un relato histórico.

Lo definitivo fue que en la Resurrección se les reveló a los apóstoles que el Reino de Dios había comenzado y, para ellos, esto fue el núcleo, lo más importante de su predicación, lo que les descubrió plenamente el sentido de la vida histórica de Jesús.

El encuentro con Jesús no es arqueológico, erudito o libresco, sino existencial, vivencial, y por eso en la predicación del Evangelio, aún con expresiones ampulosas o recargadas, lo que se proclama es la salvación que Dios ofrece en Cristo, modelo del hombre nuevo para una sociedad nueva.

5.       EL CANON DE LA SAGRADA ESCRITURA

 

1.- No todo lo que brilla es oro..

Hemos dicho al comienzo que la Biblia no es un libro, sino toda una biblioteca de enorme variedad. También hemos dicho que esos libros fueron apareciendo en el transcurso de más de mil años (desde antes del siglo X antes de Cristo, hasta finales del siglo después de Cristo) y que algunos de ellos, y hasta todo el conjunto, pasaron varias veces por refundiciones y revisiones generales; por lo menos cuatro veces.

A pesar de toda esta historia de revisiones, refundiciones y paso por distintas manos, la Iglesia reconoce esa colección de escritos como “inspirados” por Dios. Hayan sido quienes hayan sido los redactores concretos, la Iglesia reconoce el resultado final (es decir, cada uno de los libros como lo dejó la última mano) como “inspirado” por Dios. Y no en cualquier forma, sino en forma tal que cada uno de esos libros contiene sin error cuanto afecta a nuestra salvación. Así lo dice el Concilio Vaticano II: “Hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación”.

Pero ya nosotros sabemos, por páginas anteriores, que en la época de Jesús corrían muchos escritos entre el pueblo judío como Palabra de Dios y que, sin embargo, ahora no son admitidos como “inspirados” ni por los judíos ni por los cristianos, sean católicos o no. Se les llama “apócrifos”, en el catolicismo.

Tenemos un relato del famoso historiador judío Flavio Josefo que, a fines del siglo I de la era cristiana, nos dice cómo se pensaba en esa época, entre los judíos, acerca del montón de libros que corrían entre el pueblo como “inspirados”. Dice: “Desde Artajerjes hasta nuestros días, todos los sucesos han sido narrados; pero no se da a esos escritos el mismo crédito que a los precedentes, puesto que no ha habido ahí sucesión continua desde los profetas. Los hechos muestran con qué respeto nos acercamos a nuestros propios libros. Después de transcurrir tantos siglos, nadie se ha permitido hacer ninguna adición, ningún corte, ningún corte, ningún cambio. Es cosa natural para todos los judíos, desde su nacimiento, pensar que ahí tienen las voluntades divinas, respetarlas, y, en caso necesario, morir gozosamente por ellas”.

Esa, desde luego, representa la opinión oficial, no la popular, entre los judíos de aquel tiempo. Sólo para aducir un caso, sabemos que los judíos que vivían fuera de Israel admitían como “inspirados” otros siete libros: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, los dos libros de los Macabeos, Ester y Daniel (estos dos últimos, no enteros, sino algunos trozos). Es la versión alejandrina o de “los 70” (hecha en griego en Egipto), y que fue la más reconocida en el siglo segundo a.C.

El hecho es que para el siglo I de la era cristiana ya entre los judíos estaba quedando consagrado por la aceptación oficial religiosa un grupo de libros admitidos como “inspirados”. Muchos libros apocalípticos quedaron descartados, a pesar de la enorme aceptación popular que tenían.

El cristiano se encuentra ya con esta selección y para él, hasta el año 150 más o menos, Sagrada Escritura serán esos escritos judíos recibidos como “inspirados” desde la antigüedad.

Durante los primeros 200 años de cristianismo abundaron los escritos, ya con sentido cristiano, que pretendían satisfacer el ansia curiosa de conocer detalles acerca de Jesús, de su familia, de sus hechos de infancia, etc. Tales escritos, aunque en muchos lugares tuvieron gran aceptación, fueron rechazados por la comunidad cristiana, que nunca los admitió oficialmente como “inspirados”. En esa línea hubo más de 60 “evangelios” que, para que fueran aceptados por la comunidad, eran presentados como escritos por alguno de los apóstoles o por varios de ellos. Hubo, por ejemplo, “Hechos de Pedro”, “Hechos de Santiago”, “Hechos de Juan”, Apocalipsis de Pedro, Apocalipsis de Santiago, etc.

Por el lado contrario, sabemos de cartas legítimas de apóstoles, cartas que estuvieron en manos de la comunidad cristiana y que se nos han perdido del todo. También sabemos que algunos de los escritos que hoy tenemos como “inspirados” tienen atribuida falsamente una autoría que no les corresponde; por ejemplo la carta a los Hebreos, que no es de San Pablo.

Es en el Concilio de Nicea, en el año 325 de nuestra era, cuando se hizo oficialmente la primera selección. Escritos hasta entonces tenidos en muchas comunidades por Sagrada Escritura, “inspirada” por Dios, fueron rechazados definitivamente. Esa suerte corrió, por ejemplo, un libro llamado “El Pastor”, de un tal Hermas, que era hermano del entonces obispo de Roma. Y libros que hasta entonces eran rechazados por algunas comunidades fueron recibidos oficialmente en la lista de los considerados “inspirados” por Dios; eso le ocurrió, por ejemplo, al Apocalipsis de Juan.

2.- El “canon”

El “canon” es la lista oficial de los escritos que la Iglesia ha reconocido como “inspirados”. Qué significa “inspirado” lo hemos visto en el número 1 de este mismo capítulo, citando precisamente lo que al respecto dice el Concilio Vaticano II.

La Iglesia Católica llegó a considerar como “La Biblia” es decir, el conjunto de libros “inspirados” por Dios para nuestra salvación la versión al latín que hizo en el siglo IV san Jerónimo; una versión a la que la Iglesia llamó la “Vulgata”, la “popular”. (Se llaman libros “canónicos”).

Como los protestantes, prestando crédito a las razones seriamente aducidas por Lutero, discutieron la “inspiración” algunos de ésos incluidos en la “Vulgata”, el Concilio de Trento, en el siglo dieciséis, volvió a discutir el asunto y terminó por aprobar definitivamente, para los católicos, el “canon” que todavía permanece. Los libros que todos hemos considerado siempre como inspirados se designan “protocanónicos”, los que los protestantes no aceptan como totalmente inspirados son llamados “deuterocanónicos”.

3.- Criterios de selección

Para el Antiguo Testamento, la Iglesia se guió, en gran parte, por la práctica y enseñanza de Jesús y sus seguidores, que consideraron el Antiguo Testamento como “inspirado”. Con la lista larga de libros aceptados por los judíos tanto dentro de Palestina como afuera, en la diáspora.

Para el Nuevo Testamento, el criterio para decidir que libros serían admitidos fue el de la “apostolicidad” del escrito. ¿Qué significa eso? Que la Iglesia recibió como “inspirados” los escritos que ella creía que habían sido redactados por los mismos apóstoles o por alguien que había mantenido un contacto muy estrecho con algún apóstol. Originalmente pues, la apostolicidad de un escrito era criterio de autoridad para su aceptación como “inspirado”.

¿Cuál es el criterio decisivo? La aceptación como tal por la Iglesia. Si la Iglesia tiene la gracia, el carisma o don para interpretar válidamente la Sagrada Escritura a sus miembros, entonces tiene, lógicamente, la gracia, el carisma y don de definir y conservar el “canon”.

4.- Conclusión importante acerca del “canon”

  1. Lo que está revelado por Dios en la Sagrada Escritura es lo que tiene que ver con nuestra salvación; lo que no la afecta, no. Eso significa que la Biblia no pretendió hacernos físicos, biólogos, historiadores o geógrafos, sino creyentes. La Sagrada Escritura no pretende revelarnos nada de ninguna de esas ciencias, sino lo que tiene que ver con nuestra salvación, con la salvación de los seres humanos como cabezas de la creación.
  2. Toda la predicación eclesiástica, como toda la religión, debe alimentarse de la Sagrada Escritura y dirigirse por ella. “Quien predica, hable como quien entrega palabras de Dios” (1 Pe.4,11). No se puede, pues, predicar ni enseñar nada que vaya en contra de la Sagrada Escritura y que, de alguna manera, no encuentre su fundamento en ella y en la explicación multisecular que la Iglesia ha dado de la Sagrada Escritura.
  3. El magisterio ejercido por los obispos “no está sobre la Palabra de Dios, sino que la sirve”, recuerda el Concilio Vaticano II.

5.- Detalles

Estamos muy acostumbrados a ver que la Biblia que usamos tiene capítulos y versículos, conforme a los cuales la citamos normalmente, pero quizá no sepamos que tal división de los libros, por útil que nos parezca, no apareció sino tardíamente en la Iglesia. La división en capítulos se hizo en el siglo trece (la hizo el obispo inglés Esteban Langton en el año 1226) y los versículos se pusieron en el siglo dieciséis(concretamente en el año 1551). Fue una edición francesa, la del editor e impresor francés Robert Estienne, que traía conjuntamente con la traducción francesa el texto griego y latín, la primera que usó los capítulos y versículos que ahora conocemos. Lutero, tan buen conocedor de la Biblia, sólo conocía la división en capítulos de una Biblia inglesa del siglo XIII y así la usó. La división en capítulos, muy útil para citar la Biblia, a veces desbarata el sentido de un relato porque lo corta inoportunamente.

Las Biblias primeras venían con todas las letras en mayúscula y sin signos de puntuación. Este dato nos dejará sospechar que tal cosa podía también cambiar mucho el sentido de lo escrito.

Interpretar y estudiar la Biblia no es cosa fácil, pero sí importante. En todo caso, su mensaje fundamental sí es fácil de captar, y con la práctica hasta los detalles resultan accesibles.

 

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