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ACCIÓN CATÓLICA

ACCIÓN CATÓLICA

Fuente: fragmento del libro “MI PARROQUIA, CRISTO VECINO” por CARLOS MIGUEL BUELA

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Desde los tiempos apostólicos siempre hubo apostolado de los laicos en la Iglesia, aunque con distintas modalidades y diversa intensidad.

En 1905 Pío X con su carta encíclica «Il fermo proposito» dirigida a los obispos de Italia para la institución y desarrollo de la Acción Católica, asociación laica para la propaganda católica en el mundo profano recordaba que «la Acción Católica, porque se propone restaurar todas las cosas en Cristo constituye un verdadero apostolado para honor y gloria del mismo Cristo. Para cumplirlo bien es necesaria la gracia divina, la cual no se da al apóstol que no esté unido a Cristo».

En 1931 Pío XI en su carta encíclica «Non abbiamo bisogno» dice que la Acción Católica «ni quiere ni puede ser otra cosa sino la participación y colaboración de los seglares en el Apostolado jerárquico».

El Concilio Vaticano II, en el Decreto Ad Gentes coloca a la Acción Católica como uno de los ministerios necesarios «para la implantación de la Iglesia y el desarrollo de la comunidad cristiana»[1] ; en el Decreto Christus Dominus dice: «urjan cuidadosamente el deber que tienen los fieles de ejercer el apostolado, cada uno según su condición y aptitud, y recomiéndeles que tomen parte y ayuden en los diversos campos del apostolado seglar, sobre todo en la Acción Católica»[2] y en el Decreto Apostolicam Actuositatem:

«Hace algunos decenios los laicos, en muchas naciones, entregándose cada día más al apostolado, se reunían en varias formas de acciones y de asociaciones, que conservando muy estrecha unión con la jerarquía, perseguían y persiguen fines propiamente apostólicos. Entre estas y otras instituciones semejantes más antiguas hay que recordar, sobre todo, las que, aun con diversos sistemas de obrar, produjeron, sin embargo, ubérrimos frutos para el reino de Cristo, y que los Sumos Pontífices y muchos Obispos recomendaron y promovieron justamente y llamaron Acción Católica. La definían de ordinario como la cooperación de los laicos en el apostolado jerárquico.

Estas formas de apostolado, ya se llamen Acción Católica, ya con otro nombre, que desarrollan en nuestros tiempos un apostolado precioso, se constituyen por la acepción conjunta de todas las notas siguientes:

  • El fin inmediato de estas organizaciones es el fin apostólico de la Iglesia, es decir, la evangelización y santificación de los hombres y la formación cristiana de sus conciencias, de suerte que puedan llenar con el espíritu del Evangelio las diversas comunidades y los diversos ambientes.
  • Los laicos, cooperando, según su condición, con la jerarquía, ofrecen su experiencia y asumen la responsabilidad en la dirección de estas organizaciones, en el examen diligente de las condiciones en que ha de ejercerse la acción pastoral de la Iglesia y en la elaboración y desarrollo del método de acción.
  • Los laicos trabajan unidos, a la manera de un cuerpo orgánico, de forma que se manifieste mejor la comunidad de la Iglesia y resulte más eficaz el apostolado.
  • Los laicos, bien ofreciéndose espontáneamente o invitados a la acción y directa cooperación con el apostolado jerárquico, trabajan bajo la dirección superior de la misma jerarquía, que puede sancionar esta cooperación, incluso por un mandato explícito.

Las organizaciones en que, a juicio de la jerarquía, se hallan todas estas notas a la vez han de entenderse como Acción Católica, aunque por exigencias de lugares y pueblos tomen varias formas y nombres.

El Sagrado Concilio recomienda con todo encarecimiento estas instituciones que responden ciertamente a las necesidades del apostolado entre muchas gentes, e invita a los sacerdotes y a los laicos a que trabajen en ellas, que cumplan más y más los requisitos antes recordados y cooperen siempre fraternalmente en la Iglesia con todas las otras formas de apostolado»[3].

Juan Pablo II dirigiéndose a miembros de la Acción Católica les decía: «Ante todo, quisiera deciros que la Iglesia no puede prescindir de la Acción Católica. La Iglesia necesita un grupo de laicos que, fieles a su vocación y congregados en torno a los legítimos pastores, estén dispuestos a compartir, junto con ellos, la labor diaria de la evangelización en todos los ambientes. […] La Iglesia necesita la Acción Católica, porque necesita laicos dispuestos a dedicar su existencia al apostolado y a entablar, sobre todo con la comunidad diocesana, un vínculo que deje una huella profunda en su vida y en su camino espiritual. Necesita laicos cuya experiencia manifieste, de manera concreta y diaria, la grandeza y la alegría de la vida cristiana; laicos que sepan ver en el bautismo la raíz de su dignidad, en la comunidad cristiana a su familia, con la cual han de compartir la fe, y en el pastor al padre que guía y sostiene el camino de los hermanos; laicos que no reduzcan la fe a un hecho privado, y no duden en llevar la levadura del Evangelio al entramado de las relaciones humanas y a las instituciones, al territorio y a los nuevos lugares de la globalización, para construir la civilización del amor»[4].

Y luego agregaba: «Porque la Iglesia necesita una Acción Católica viva, fuerte y hermosa, quiero repetiros a cada uno: Duc in altum!

¡Duc in altum, Acción Católica! Ten la valentía del futuro. Que tu historia, marcada por el ejemplo luminoso de santos y beatos, brille también hoy por la fidelidad a la Iglesia y a las exigencias de nuestro tiempo, con la libertad propia de quien se deja guiar por el soplo del Espíritu y tiende con fuerza a los grandes ideales.

Duc in altum! Sé en el mundo presencia profética, promoviendo las dimensiones de la vida a menudo olvidadas y, por eso, más urgentes aún, como la interioridad y el silencio, la responsabilidad y la educación, la gratuidad y el servicio, la sobriedad y la fraternidad, la esperanza en el futuro y el amor a la vida. Trabaja eficazmente para que la sociedad de hoy recupere el verdadero sentido del hombre y de su dignidad, el valor de la vida y la familia, de la paz y la solidaridad, de la justicia y la misericordia.

Duc in altum! Ten la humilde audacia de fijar tu mirada en Jesús para recomenzar desde él tu auténtica renovación. Así te resultará más fácil distinguir lo que es necesario de lo que es fruto del tiempo, y vivirás la anhelada renovación como una aventura del Espíritu, que te capacitará para recorrer también los arduos senderos del desierto y de la purificación, de modo que experimentes la belleza de la vida nueva, que Dios da sin cesar a cuantos confían en él.

Acción católica, ¡no tengas miedo! Perteneces a la Iglesia y te ama el Señor, que guía siempre tus pasos hacia la novedad jamás descontada y jamás superada del Evangelio.

Cuantos formáis parte de esta gloriosa asociación sabed que el Papa os sostiene y acompaña con la oración en este itinerario y, a la vez que os invita cordialmente a perseverar en los compromisos asumidos, os bendice de corazón a todos»[5].

Y en otra ocasión decía:

«Amigos de la Acción Católica, que habéis venido a Loreto de Italia, de España y de tantas partes del mundo, hoy el Señor, a través del acontecimiento de la beatificación de estos tres siervos de Dios, os dice: el mayor don que podéis hacer a la Iglesia y al mundo es la santidad.

Preocupaos por lo que interesa a la Iglesia: que muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo sean conquistados por la fascinación de Cristo; que su Evangelio vuelva a brillar como luz de esperanza para los pobres, los enfermos y los que tienen hambre de justicia; que las comunidades cristianas sean cada vez más vivas, abiertas y atractivas; que nuestras ciudades sean acogedoras y habitables para todos; que la humanidad siga a Cristo por los caminos de la paz y la fraternidad.

A los laicos os corresponde testimoniar la fe mediante las virtudes que son específicas de vosotros: la fidelidad y la ternura en la familia, la competencia en el trabajo, la tenacidad al servir al bien común, la solidaridad en las relaciones sociales, la creatividad al emprender obras útiles para la evangelización y la promoción humana. A vosotros os corresponde también mostrar –en íntima comunión con los pastores– que el Evangelio es actual, y que la fe no aleja al creyente de la historia, sino que lo sumerge más a fondo en ella.

¡Ánimo, Acción Católica! Que el Señor guíe tu camino de renovación.

La Inmaculada Virgen de Loreto te acompaña con tierna solicitud; la Iglesia te mira con confianza; el Papa te saluda, te sostiene y te bendice de corazón»[6].

Y en otra oportunidad:

«Quisiera mencionar aquí las tres consignas que dejé a la Acción Católica en Loreto: la “contemplación” para caminar por la senda de la santidad; la “comunión” para promover la espiritualidad de la unidad; y la “misión” para ser fermento evangélico en todo lugar.

Que la Virgen ayude a la Acción Católica a proseguir con entusiasmo su compromiso de testimonio apostólico, trabajando siempre en íntima relación con la jerarquía y participando de modo responsable en la pastoral parroquial y diocesana.

La Iglesia cuenta con la presencia activa de la Acción Católica y con su entrega fiel a la gran causa del reino de Cristo. También yo miro con gran confianza a la Acción Católica y aliento a todos sus miembros a ser testigos generosos de la buena nueva evangélica, para devolver la esperanza a la sociedad actual, que busca la paz»[7].

 

[1] CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia «Ad Gentes», 15.

[2] CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el ministerio pastoral de los obispos «Christus Dominus», 17.

[3] CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el apostolado de los laicos «Apostolicam actuositatem», 20.

[4] BEATO JUAN PABLO II, Discurso a los participantes de la XI Asamblea de la Acción Católica Italiana (26 de abril de 2002) 3.

[5] BEATO JUAN PABLO II, Discurso a los participantes de la XI Asamblea de la Acción Católica Italiana, 4.

[6] BEATO JUAN PABLO II, Homilía en la misa de beatificación de tres siervos de Dios (5 de septiembre de 2004) 7-8

[7] BEATO JUAN PABLO II, Ángelus (12 de septiembre de 2004) 2-3.

Categorías: Accion Catolica, General
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