ROL DE LOS LAICOS ANTES Y DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II
ROL DE LOS LAICOS ANTES Y DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II
http://dandoluceshoy.blogspot.mx/p/informe.html
«Los laicos son llamados por Jesús para trabajar en su viña construyendo el Reino de Dios en este mundo, tomando parte activa, consciente y responsable en la misión de la IGLESIA» (ChristifidelesLaici).
INTRODUCCIÓN
La vida y misión de los laicos en el contexto de la eclesiología constituyen el tema central de este estudio. Al mirar retrospectivamente hacia el Concilio Vaticano II y analizar sus consecuencias para la vida de la Iglesia, aparece la doctrina conciliar sobre los laicos como el elemento quizá más relevante de la herencia conciliar. Es decir han sido los laicos, junto con los obispos, los miembros de la Iglesia más revalorizados por el Concilio. Nunca en la historia de la Iglesia ha hablado un sínodo de forma más extensa, positiva y sistemática sobre la identidad, las funciones y el lugar que los laicos tienen en la Iglesia. Por lo tanto, el Concilio Vaticano II configura la identidad, la responsabilidad y el compromiso de los laicos en el mundo.
Dentro de esta época de cambios, este informe busca ubicarnos en la historia de la Iglesia y hacer un recorrido real sobre el papel de los laicos, fundamentado en la Sagrada Escritura, en la Tradición y en el Magisterio de la Iglesia. También pretende ofrecer una visión actual de los laicos, conocer su verdadera identidad, los límites y los retos a los que se enfrentan, y finalmente dar una propuesta para superar las diferencias dentro de la Iglesia y en la sociedad.
1.- LOS LAICOS EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO
¿Qué se entiende por laicos? La palabra «laico» es un derivado del término latino “laos” que significa “pueblo” y fue acuñado muy temprano por el cristianismo. Por el nombre de laico se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo (LG).
Antes del Vaticano II, el laico era considerado como una persona pasiva, sometida siempre a la jerarquía. El Concilio define ahora al laicado de forma positiva y activa. En su reflexión sobre la Iglesia (LG), el Vaticano II ha puesto las bases para una visión eclesiológica renovada, al optar por poner delante del capítulo sobre la jerarquía un capítulo sobre el pueblo de Dios. Según Aparecida, los fieles laicos son cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo. Son hombres y mujeres de Iglesia en el corazón del mundo y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia (N° 209).
Hasta el Vaticano II la respuesta usual era siempre la misma: un laico es el que no es sacerdote (ministro) ni religioso. Es decir, se definía al laico no por lo que era, sino por lo que no era. En el marco de una eclesiología clericalizada, en que se entendía a identificar sin más la Iglesia con la jerarquía, los laicos se definían en función de los ministros, aludiendo a las funciones y tareas que no tenían en la Iglesia (porque eran específicas de la jerarquía). En resumen: a la hora de definir a los laicos se daba de ellos una definición negativa (el “no clérigo” y “no religioso”). El Vaticano II buscó superar esta orientación negativa y definir de forma positiva al laicado. En este sentido la Iglesia somos todos, no sólo la jerarquía. Por lo tanto no se puede confundir la comunidad, el pueblo que somos todos con la parte de los ministros. En este sentido, el concilio no avala ni el papalismo en el siglo XIX (el Papa no es la iglesia, ni está sobre ella, sino que forma parte de la comunidad), ni el posible episcopalismo del postvaticano II(los obispos no son la Iglesia y están dentro de ella), ni los clericalismos del segundo milenio (los curas no son más Iglesia que los seglares. La Iglesia es comunitaria y dentro de ella todos somos miembros plenos: el papa, los obispos, los sacerdotes o los religiosos por su condición no son más cristianos que los laicos. (Estrada, J., 1989, p.161)
2.- BREVE HISTORIA DEL LAICADO ANTES Y DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II
Durante la era apostólica: en el Nuevo Testamento no existe una distinción entre clérigos y laicos. Todos los creyentes están llamados por igual a vivir la vida de Cristo y en el Espíritu a ser testigos y servidores del Evangelio. Las funciones de los seglares en la primeras comunidades cristianas, aparecen con frecuencia en Hechos de los apóstoles y el las cartas de San Pablo. Por ejemplo:
- Dando hospedaje y prestando asistencia a los apóstoles y a los misioneros itinerantes. Ofreciendo su casa para las reuniones de la comunidad cristiana (Hch 12,12; Col 4,10-15; Fim 1,1-2; etc
- Ayudando económicamente a los apóstoles y a las iglesias locales necesitadas (Flp 4,15-16; Hch 11, 28-30)
- Participando en la vida y los asuntos de la comunidad. (Hch 1,23; 15,22)
- Evangelizando mediante la Palabra (Hch 18,26; Rm 16,7), etc
En la era de los padres de la Iglesia se da mucha importancia al papel de los seglares. Entre todos ellos se destaca a S. Juan Crisóstomo (349-407) que insiste en el deber apostólico y misionero de los seglares:
- En el S. IV afirma que la vocación a la santidad y las bienaventuranzas son para todos.
- Defiende también la santidad del apostolado laical fundándolo sobre la doctrina del sacerdocio universal de los fieles.
Para el padre San Agustín, los seglares son insertos en una sociedad mayoritariamente pagana, han de comprenderse en la obra de regeneración y de construcción de un orden nuevo que propugna el cristianismo.
En algunas partes los seglares desempeñan un papel importante en la vida y en las estructuras de la Iglesia (pueblo participa en la elección de sus pastores, de los ordenados y autoridades eclesiásticas). El papa Celestino I (422-532) decía que “no se imponga un obispo contra la voluntad de éste.
En el s. IV se fija también la posición jurídica de las personas en la Iglesia con la distinción cada vez más clara entre seglares, clérigos y monjes. A partir de ahí la santidad parece más reservada a los monjes, que huyen del mundo, y las responsabilidades de la Iglesia a los clérigos.
Cuando pasan las persecuciones, el modo de vivir de muchos cristianos lleva a los obispos y sacerdotes a valorarlos cada vez menos. Esta devaluación ocasiona algunas manifestaciones como:
- En los templos se crean espacios reservados para clérigos.
- Los seglares solo pueden participar en la preparación de los catecúmenos.
- Las mujeres no pueden preparar a los hombres para el bautismo.
- Se comienza a eliminar la participación de los hombres para el bautismo.
- Se comienza a eliminar la participación de los seglares en la elección del clero.
- Se reserva el clero el derecho de enseñar las verdades cristianas.
Según Yves Congar, en la alta edad media, hay una tendencia general hacia la devaluación del laicado, pero también hay momentos de estima y promoción seglar. La eclesiología en este tiempo considera más dignas las categorías de monjes y clérigos. En estos momentos de decadencia del laicado se tiene las conciencias de que todos formamos un solo cuerpo, una unidad, pero esta unidad está integrada en dos clases de personas: por una parte están los clérigos y los monjes y, por otras están los laicos a quienes se les concede usar los bienes terrenales. En los ambientes monacales y clericales se sigue pensando que la santidad, no es para seglares y que el monje es el cristiano perfecto. Para algunos autores de la época, el, laico o lego es hombre sin letras, porque no hablaba el latín. Además la jerarquía y los concilios de la época insisten en que los deberes de los seglares son: respetar al clero y pagar los derechos e impuestos eclesiásticos, observar los deberes de caridad para el prójimo, acudir al templo para escuchar las instrucciones, aprender a rezar.
A finales del s. XI y principios del s. XI hay un aumento hacia la valoración de los laicos. Algunos autores no define ya la condición laical simplemente en relación a los clérigos (laico= no clero), sino que la define en sí misma, a partir del bautismo y de su lugar en la sociedad; afirman que los seglares, como verdaderos cristianos, han renunciado también al mundo y son, a su modo, regulares, porque viven conforme a la regla del evangelio. Hay una fuerte la conciencia de que por el bautismo todos los cristianos forman parte del cuerpo de Cristo, participan de la realeza y del sacerdocio de Cristo y, por tanto, no han de ser pasivos en la Iglesia, ni aún en la liturgia y la administración de los sacramentos.
A lo largo de los siglos XI-XVII, la historia del laicado se inicia con el apogeo del humanismo y la reforma protestante y se cierra la conmoción del cristianismo con la Revolución Francesa y las ideas de la ilustración. Los reformadores protestantes niegan toda diferencia esencial entre los laicos, sacerdotes y monjes, solo se toma en cuenta el oficio o ministerio y frente a ello el Concilio de Trento, negó enérgicamente que los laicos tengan el poder de administrar todos los sacramentos y reafirmó la institución divina de la jerarquía. En este periodo se multiplican las asociaciones laicales dedicadas a la caridad y a la asistencia de los pobres y enfermos.
A principios del s. XX, tras la primera guerra mundial, comienza a surgir una conciencia de que el clero no puede representar la única presencia de la Iglesia en el mundo. En este siglo la Iglesia jerarquía y el clero, son entonces objeto de hostilidad y descrédito; se vuele más conservadora, por rechazar el secularismo de la ilustración; rechazan los valores expresados en las siguientes palabras: progreso, libertad, igualdad, fraternidad, democracia y que hoy estás palabras llenan la boca de todos los cristianos, tanto clérigos y laicos. En este siglo persiste también la mentalidad clerical y, al mismo tiempo, aumenta la participación de los laicos en el apostolado. El papa Pio XI y Pio XII, impulsaron su participación en la evangelización. Se da también un resurgir de las instituciones laicales vinculadas a las diferentes familias religiosas como: terciarios franciscanos, dominicos, cooperadores salesianos, comunidades de vida cristiana (congragaciones marianas), etc. Surgen asociaciones y movimientos laicales.
Yves Congar resume la historia del laicado en este siglo con esta frase “hay laicos que son apóstoles en una iglesia todavía clerical que se defiende en un mundo en vías de secularización”. (Vidales. A., 1985, p.15-19)
Así se llega a la convocación al CONCILIO VATICANO II, como una llamada del Papa Juan XXIII a dejar entrar estos aires nuevos, a desentrañar en conjunto los nuevos llamados del Espíritu a la Iglesia, y a responder con fidelidad a ellos buscando nuevas formas de encarnarlos.
En la época después del Concilio Vaticano II significó el final de una visión eclesiológica piramidal que marcó a la Iglesia por casi todo el 2° milenio. Dentro de este contesto surgen varios documentos eclesiásticos que tratan de afirmar la identidad, la vida y misión de los laicos: Entre ellos esta la Constitución Dogmática Lumen Gentium, la cual define al laico Cristiano como «creyente que se ocupa de ordenar la realidad temporal, las estructuras seculares, contribuyendo a la construcción del Reino de Dios» (LG 31). También habla de la igualdad dignidad de los todos los laicos en la Iglesia (N° 32), del apostolado como la misma misión salvífica de la Iglesia (N°33), la participación en la función profética de Cristo (N° 35), la relación de los laicos y la jerarquía (N° 37). Aquí, el concilio ha superado eclesiología jerarcológica. Por ende cada bautizado está al servicio de sus hermanos. (Perea, J., 2001 p.157-172).
Producto de años de reflexión post-conciliar, Juan Pablo II dice: “Ciertamente todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión secular, pero lo son de formas diversas”. La secularidad es una dimensión de toda la Iglesia, de todo el Pueblo de Dios, de todo el Cuerpo de Cristo que peregrina en este mundo y va haciendo historia en él. En el mundo debemos trabajar, codo a codo, sacerdotes, religiosos/as y laicos; todos los cristianos como comunidad de Iglesia.
3.-POSTURAS AL INTERIOR DE LA IGLESIA SOBRE EL TEMA.
Antes del Concilio Vaticano II la postura principal de los concilios anteriores, eran condenar herejías, definir verdades de fe y costumbres y corregir errores que nublaban la claridad de la verdad plena (R. Concilium 346, p.104). Por lo tanto el laico estaba sometido a la jerarquía, era pasivo y simple receptor del mensaje cristiano. Definido por lo que no era: no es religioso ni sacerdote (ministro). Los laicos estaban en función de los ministros. A comienzos del s. XX, tras la primera guerra mundial, comienza a surgir una conciencia de que el clero no puede representar la única presencia de la Iglesia en el mundo. En siglo XIX la iglesia sobre todo la jerarquía y el clero, se vuele más conservadora, y muestra un claro rechazo al secularismo de la ilustración. En siglo XX persiste una mentalidad clerical y la iglesia jerárquizada y, al mismo tiempo, aumenta la participación de los seglares en el apostolado. (VIDALES.A., 1985, p.15-19).Ya en el Vaticano II desde el principio Juan XXIII, exhorta a repensar las costumbres del pueblo cristiano y adaptar la disciplina eclesiástica a las condiciones del mundo moderno. La palabra italiana aggiornamento expresaba lo que el concilio pretendía y los frutos que deseaban obtener. El Concilio asume una postura positiva, en cuanto a la participación de la fe católica en la sociedad. Deseaba debatir no solo definiciones dogmáticas y teológicas, sino dirigir también la atención hacia los problemas económicos y sociales, viéndolos no como amenazas, sino como auténticos desafíos pastorales que exigían una respuesta por parte de la iglesia.
La cuestión del laicado, que anhelaba una mayor participación en la vida y en la misión de la Iglesia, fue uno de los puntos importantes del concilio. Es ahí donde se dio el boom oficial de la emergencia de los laicos en la Iglesia y la asunción, por parte del magisterio de la Iglesia, de una teología del laicado que ya habían sistematizado grandes teólogos europeos. Los documentos conciliares, por su parte, contiene múltiples reflexiones, propuestas sobre la identidad y rol de los laicos en la Iglesia y en el mundo.
Por otro lado movimientos laicos apostólicos activos en las décadas anteriores al concilio, proporcionaron a los padres conciliares material importante e inspirador para poder avanzar superando obstáculos en dirección a una eclesiología más integrada y de comunión. En este este sentido, el concilio asume las siguientes posturas:
- Procura superar al menos en a parte la definición negativa del laico (el que no es sacerdote, el que no es monje, el que no es religioso/a), destacando características más positivas (miembro del pueblo de Dios) y valorándolo como miembro activo, responsable de la construcción del tejido especial.
- Define los ministerios de condición laical, y en la LG presenta la comunidad eclesial como pueblo de Dios, donde todos somos miembros plenos.
- Revaloriza la comunidad, en contraste con las eclesiologías verticalistas y jerarquizantes, lo que el Padre Yves Congar denomina “jerarcologías”.
La percepción del Concilio es afirmar que los laicos no son súbditos o meros servidores de los pastores, sino sus hermanos:” los laicos, del mismo modo que por benevolencia dicina tiene como hermano Cristo, quien, siendo Señor de todo, no vino para ser servido, sino a servir (Mt 20,28), también tiene por hermanos a los que, cosntituidos en el sagrado ministerio, enseñando, santificando y gobernando con la autoridad de Cristo, apacientan a la familia de Dios, de tal suerte que sea cumplido por todos el nuevo mandamiento de la caridad. (R. Concilium 346, p.104-106).
Finalmente todos los laicos como pueblo de Dios están llamados en la misión evangelizadora de la Iglesia que hoy es urgente e incluso, más necesaria que nunca. La autonomía de nuestra sociedad crecientemente secularizada; la separación, pretendidamente justificada, entre la fe y la vida diaria, pública y privada; la tentación de reducir la fe a la esfera de lo privado; la crisis de valores; pero también la búsqueda de verdad y sentido etc., son otros tantos desafíos que urgen a los católicos a impulsar una nueva evangelización, a contribuir a promover una nueva cultura y civilización de la vida y verdad, de la justicia y la paz, de la solidaridad y el amor” (Cristianos Laicos, Iglesia en el mundo, núm. 43).
4.- LÍMITES Y RETOS DE LOS LAICOS DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II
Los límites siempre son difíciles de definir, sin embargo se debe de trabajar en armonía con la Iglesia jerárquica. El laico tiene que hacer énfasis y defender su laicidad, porque el laico no es un cura a medias. Debe de ser consciente de las tareas que no le corresponde, sino que debe vivir su ser cristiano como laico en los ámbitos donde desarrolla su vida, su labor profesional, en su familia, en el congreso en la república, en los medios de comunicación, etc ., ahí donde se juega la vida de las personas Imprimir los valores del evangelio ahí donde está, ser la sal del mundo. Y trabajar en armonía con la iglesia Jerárquica (Entrevista Hno. Francisco Sáez). Uno de los retos es hacer realidad la misión de Jesucristo, de la que él mismo nos ha hecho partícipes. Se trata de llevar las buenas noticias, de anunciar la libertad, de liberar de ataduras y cegueras, de proclamar el amor de Dios que todo lo llena con su gracia. Y se trata de hacerlo entre los hombres y mujeres de hoy, con nuestra vida, preferencialmente entre los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Cristo nos da la misión, de él la recibimos, somos primordialmente sus testigos, y no propagandistas o activistas de un proyecto propio.
También otro de los retos es ser testimonio de Dios y manifestarlo a los demás evangelizando a las personas, a las culturas, trabajando desde dentro, como la levadura en la santificación del mundo, para la construcción de un mundo más digno de los hombres, hijos de Dios. En el campo de la misión el laico no tiene límites, cuando se trata de misionar para el servicio del Reino de Dios. Así los laicos pueden actuar en la Iglesia y en el mundo superando las tensiones y conflictos que van surgiendo en la Iglesia. Sin embargo también puede haber algo de tentación enfatizar el rol del laico en el mundo. Los obispos que constituyeron el Sínodo sobre los laicos reiteraron que «el campo propio de su actividad evangelizadora es el dilatado y complejo mundo de la política, de la realidad social, de la economía; así como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los órganos de comunicación social; y también de otras realidades particularmente abiertas a la evangelización, como el amor, la familia, la educación de los niños y de los adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento etc. Pero, sería un error quedarnos solo en el ámbito del mundo, puesto que también están muy presentes en la Iglesia. Por ello, que en cualquier caso se subraya constantemente que no se debe confundir el campo de los clérigos y el de los fieles laicos. Ya que colaborar con el Sagrado ministerio no significa “suplir ni sustituir”. Cada uno está llamado a colaborar con la misión de construir el Reino desde su condición y lugar de vida.
5.- PROPUESTAS PARA SUPERAR LOS PUNTOS DE DESACUERDO
En la primera comunidad no existía distinción entre el religioso y laico, todos eran iguales, después hay una separación que piramidita el pueblo de Dios: la jerarquía arriba y el laicado en la base, como entes recesivos. Con el Vaticano II todos estamos llamados a trabajar como hermanos y hermanas y reconocernos compañeros y compañeras de camino, llamados a compartir el pan, el camino y la vida. Por lo tanto todos los fieles laicos, juntamente con los sacerdotes, religiosos y religiosas, constituimos el único pueblo de Dios y cuerpo de Cristo. Es decir el Pueblo de Dios somos todos los consagrados por su Espíritu. Por ello en el bautismo Dios nos hace sacerdotes, profetas y reyes.
De ahí es el llamado a que todos los laicos, recuerden que ellos son también Iglesia, asamblea convocada por Cristo para llevar su testimonio al mundo entero. También deben sentirse corresponsables en la edificación de la sociedad, especialmente según los criterios del Evangelio, con entusiasmo, creatividad, audacia en comunión con los sacerdotes, obispos, religiosas y religiosos. A demás su índice secular, tiene el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su vida y misión en la Iglesia y en el mundo. Por eso, el laico no puede perder nunca su identidad eclesial. En este sentido cremos que la invitación tanto a los laicos, sacerdotes, religiosas y religiosos, es a buscar siempre el diálogo y tomarnos nuestra participación en la Iglesia y en el mundo en serio. Es decir:
- A la jerarquía, un laico le debe pedir que no dialogue consigo misma, que fomente la participación activa y efectiva del laico, que no monopolice los poderes en la Iglesia, que confíen más en el laicado, que vele por su buena formación- acompañamiento, y repensar que el laico nos constituye como Iglesia. Es decir que la Iglesia tiene una misión: ser sacramento de salvación. Por lo tanto la Iglesia será de Jesús si es fiel a la misión encomendada de velar por la unidad de la humanidad y la comunión con Dios. Eso es lo más importante, lo que nos constituye como Iglesia por encima de la organización.
- Franklin Ruiz, nos dice que a los religiosos/as, se nos pide no contraponer nuestro modos de vida, porque casi siempre “a un religioso/a se le ha distinguido tradicionalmente del laico por vivir con mayor radicalidad el Evangelio, por estar más disponible a cualquier tipo de misión en cualquier parte del mundo, por tener un amor más multiplicador”. Nos preguntamos si ¿realmente es así? Frente a ello afirmamos que el seguimiento cristiano coherente a veces se nos hace difíciles tanto a laicos y a religiosos/as. Frente a todo ello nos atrevemos a decir que toda la vida religiosa está llamada y comprometida a vivir con radicalidad los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) y velar por la formación y acompañamiento de los laicos. La vida laical también esta llamada y comprometida a vivir la fidelidad, austeridad y disponibilidad, desde sus condiciones propias de vida. También se nos dice que seamos compañeros de misión, una comunidad unida por la fe al servicio de la humanidad, siendo miembros de la Iglesia, más allá de las diferencias jurídicas y roles, debemos considerarnos comunidad en misión y para la misión, pueblo de Dios y templo del Espíritu Santo.
Finalmente al laicado en general, se les invita , se les pide: no encerrarse en lo eclesial ni dedicarse sólo a lo del mundo, deben ganar participación dentro de la Iglesia; no separar fe y vida ( no abdicar de su ser Iglesia, de su condición eclesial, de su ser ciudadano, de su compromiso familiar); no ser clericalistas (quitarse la concepción de que el laico es mejor laico cuanto más se parece a un clérigo); tener mayor creatividad e intrepidez, tomarse más en serio su formación, profundizar en su ser laical, vivir radicalmente su sacerdocio, acoger su vocación como un don de Dios y vivir el evangelio, que esta escrito para todos, siguiendo el llamado de Aparecida de ser discípulos y misioneros.
6.- BIBLIOGRAFÍA
BARAÚNA, Guillermo
1966 La Iglesia del Vaticano II. Los laicos en la Iglesia. Tomo II. Barcelona: Edición
Juan Flors.
Concilio Vaticano II
El papel de los fieles laicos en «Lumen Gentium»
Consulta: 22 de noviembre 2012.
http://es.catholic.net/laicos/466/1147/articulo.php?id=27703
CRISTANO, Mundo
1999 El papel de los laicos.
Consulta: 24 de noviembre 2012.
http://www.reocities.com/temas_de_formacion/medio/tema_papeldeloslaicos.pdf
EL LAICO, IGLESIA EN EL MUNDO
Consulta: 23 de noviembre 2012.
http://parroquiavirgendeguadalupe.es/
ERRÁZURIZ A., Josefina
s/f “Los laicos en la Iglesia”.
Consulta: 24 de noviembre de 2012.
www.cpalsj.org/publique/media/Laicos_en_Iglesia.pdf.
2009 <!–[if !vml]–><!–[endif]–>El Concilio Vaticano II y su novedoso mensaje sobre el papel de los laicos.
Consulta: 20 de noviembre de 2012.
http://raulespinozamx.blogspot.com/2009/10/
ESTRADA DÍAZ, Juan. A
1990 La identidad de los laicos (ensayo de eclesiología). Madrid: Ediciones Paulinas.
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL “CHRISTIFIDELESLAICI”
1988 De Su Santidad Juan pablo II Sobre Vocación y Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo. Lima: Ediciones Paulinas.
F.B.M.
2007 Los laicos en la Iglesia y en el mundo, según el documento de Aparecida.
Consulta: 20 de noviembre de 2012.
http://www.jesuitas.cl/files/documentos/pap2011-2016/fberrios-laicos.pdf
FRANKLIN, Ibañes
Miembro de la CVX: Articulo “Los laicos ¿Los tomamos en serio?”
MARTÍNEZ, Raúl Berzona
2007 Los ministerios, especialmente laicales, en una Iglesia “ministerio de comunión para la misión”.
PASCUAL REYES, José Anael
s/f La misión de los laicos según las enseñanzas del concilio Vaticano II y
documentos postconciliares, S.D.B. Consulta: 21 de noviembre de 2012.
http://www.tesis.ufm.edu.gt/pdf/3470.pdf
PEREA, Joaquín
2001 El laicado un género de vida eclesial sin nombre. Bilbao: Instituto diocesano
de teología y pastoral.
RAMÓN CESCHI, José
1973 El apostolado de los laicos en la teología de Yves Congar. Roma: Ed. Franciscano.
RODRÍGUEZ, Pedro
s/f La identidad teológica del laico.
http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/4632/1/PEDRO%20RODRIGUEZ.pdf
VIANA, Antonio
s/f El laico en el Concilio Vaticano II.
Consulta: 18 de noviembre 2012.
http://webcache.googleusercontent.com /
VIDALES, Antonio
1985 Breve Historia del Laicado. Roma: Colección de Subsidios.
REVISTA CONCILIUM. Vaticano II: 50 años después. Ed. Cristiandad. Navarra-España. 2008.