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SACERDOTES Y LAICOS JUNTOS FORMAN UN SOLO PUEBLO SACERDOTAL

SACERDOTES Y LAICOS JUNTOS FORMAN UN SOLO PUEBLO SACERDOTAL

Por Monseñor Oscar Cantú
Para Today’s Catholic
En el proceso de escribir uno de los documentos fundamentales en el Segundo Concilio Vaticano, los padres conciliares debatieron sobre el orden de los capítulos del documento que llegaría a ser “La Constitución Dogmática sobre la Iglesia” (Lumen Gentium). Una de las sugerencias hechas al segundo proyecto de documento por uno de los cardenales fue que un capítulo sobre “El Pueblo de Dios” se colocara antes que el capítulo sobre la jerarquía de la iglesia. La sugerencia fue aceptada. Este fue un cambio significativo, ya que señalaba que el pueblo de Dios, en algunos aspectos importantes, tiene precedencia a la estructura de la iglesia. En efecto, los dos primeros capítulos de la Lumen Gentium (“El misterio de la Iglesia” y “El Pueblo de Dios”) hablan de la naturaleza de la iglesia, mientras que los capítulos tercero y cuarto (“La constitución jerárquica de la Iglesia” y “Los Laicos”) tratan sobre la estructura de la iglesia.
Cuando hablamos de un pueblo sacerdotal hablamos de la naturaleza de la iglesia. La iglesia es en sí misma sacerdotal, en el sentido de que continúa el ministerio sacerdotal de Jesucristo. Es en este segundo capítulo clave, “El Pueblo de Dios”, que los padres conciliares hacen la siguiente declaración: “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico se ordena el uno para el otro, aunque cada cual participa de forma peculiar del sacerdocio de Cristo. Su diferencia es esencial no solo gradual”. (LG 10) Esta frase es fundamental en la descripción de la relación y la distinción entre el sacerdocio ministerial (de los ordenados) y el sacerdocio común (de los bautizados). La frase por lo tanto merece un análisis. En primer lugar, notamos que, como otros han señalado, la estructura gramatical de la frase refleja el contenido. Es decir, la frase se compone de una oración principal y luego una oración subordinada. El contenido de la cláusula principal, por lo general, tiene un mayor peso, y este es el caso en esta frase importante. Así, el hecho de que el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común están ordenados el uno hacia el otro tiene más peso que el hecho de que difieren no sólo en grado sino también en esencia. La verdad de la cláusula dependiente, sin embargo, no es negada.
¿Qué significa entonces, esta exposición teológica (y gramatical) para nosotros? Por un lado, significa que Jesucristo es el único sumo sacerdote, y que nosotros participamos de su sacerdocio. En segundo lugar: sí, los sacerdotes ordenados se diferencian de los bautizados en el sentido de que los sacerdotes, en virtud de su ordenación, son ordenados a Cristo, cabeza y pastor de la iglesia. Y en tercer lugar, sacerdotes y laicos, juntos, llevan a cabo la misión de Jesucristo y su iglesia. Cuando un sacerdote es ordenado, sigue siendo parte del mismo Cuerpo de Cristo, pero es colocado en un papel y capacidad distintos. Ejerce esta función y capacidad singulares en el servicio al resto del cuerpo, la iglesia. Por su ministerio ayuda a construir la iglesia. El sacerdocio común a su vez, ejerce su misión bautismal de santificar el mundo. En cierto modo, el sacerdote es para la iglesia lo que la iglesia es para el mundo. Es decir, la iglesia, en particular los laicos, ejerce su misión sacerdotal en la santificación del mundo. Sacerdotes y laicos no pueden trabajar simplemente en paralelo, como si tuvieran misiones separadas. Más bien, juntos llevan a cabo la única misión de Jesucristo y de su iglesia, de santificar y transformar el mundo y permitir que el reino de Dios se manifieste.
El sacerdote ministerial necesita de la misión y la cooperación de los laicos. En el capítulo sobre los laicos, la Lumen Gentium dice: “Ellos (los laicos) son llamados por Dios … (para) contribuir a la santificación del mundo, desde dentro como la levadura, mediante el cumplimiento de sus funciones propias”. (LG 31) Es misión particular de los laicos traer la presencia de la verdad del reino de Dios, la justicia y la paz al mundo en que viven y trabajan. Los laicos construyen el mundo con su propia santidad, influyendo en el mundo secular con la verdad del Evangelio. Los Padres Conciliares continúan: “los laicos están llamados de modo especial a hacer la iglesia presente y operante en aquellos lugares y circunstancias en que sólo a través de ellos puede convertirse en la sal de la tierra”. (LG 33) Por lo tanto, es tarea de los laicos, no sólo hacer el trabajo de la iglesia dentro de las paredes de las aulas y los pasillos de la iglesia, sino también llevar la verdad del Evangelio a los mercados y las calles, donde las personas trabajan y viven.
Por su parte los sacerdotes deben “reconocer y promover la dignidad, así como la responsabilidad de los laicos en la iglesia”. (LG 37) Una visión distorsionada y limitada del papel de los laicos de “pagar, orar y obedecer” no es válida desde el punto de vista de la iglesia. Su dignidad y responsabilidad son cada vez más evidentes a medida que los sacerdotes ven diariamente el testimonio del compromiso y santidad de vida de sus feligreses. Se recuerda a los sacerdotes las palabras sabias y bellas del gran San Agustín: “Para ustedes, soy un obispo (o sacerdote); con ustedes, soy cristiano. El primero es un oficio, el segundo, una gracia; el primero, un peligro; el segundo, la salvación”. El documento del Vaticano II sobre la vida y ministerio de los sacerdotes dice lo siguiente: los sacerdotes “deben escuchar de buen grado a los laicos, considerar sus necesidades en un espíritu fraterno, reconociendo su experiencia y competencia en las diferentes áreas de la actividad humana, para que junto con ellos, sean capaces de reconocer los signos de los tiempos”. (Presbyterorum Ordinis, 9) Los laicos necesitan sacerdotes que sirvan como cabeza y pastores; los sacerdotes necesitan a los laicos para que el reino de Dios realmente penetre y transforme el mundo.
En una carta a los sacerdotes el Papa Benedicto XVI explicó que el ejemplo del Cura de Ars “me lleva a poner de relieve los ámbitos de colaboración en los que se debe dar cada vez más cabida a los laicos, con los que los presbíteros forman un único pueblo sacerdotal y entre los cuales, en virtud del sacerdocio ministerial, están puestos ‘para llevar a todos a la unidad del amor: “amándose mutuamente con amor fraterno, rivalizando en la estima mutua”. (Papa Benedicto XVI, Carta para la convocación de un año sacerdotal) Oremos para que el Año Sacerdotal sea de renovación para nuestros ministros ordenados, los sacerdotes, así como para todos los bautizados que comparten en el sacerdocio común de Jesucristo.
Categorías: Laicos
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