La mística del servicio de la Acción Católica
La mística del servicio de la Acción Católica
La Acción Católica tiene que profundizar el ardor por el anuncio del Evangelio, mensaje de salvación para un mundo que de otro modo caería en el secularismo y la desesperanza.
“Ciertamente la Acción Católica ama al mundo, pero con un amor que recibe inspiración en el ejemplo de Cristo. Su modo de servir al mundo y de promover los valores del hombre consiste primariamente en evangelizar, en coherencia lógica con la convicción de que en el Evangelio se encierra el poder más estremecedor, capaz de hacer verdaderamente nuevas todas las cosas”. (Paulo VI, 25 de Abril de 1977).
La mística espiritual que anima al miembro de Acción Católica tiene que inspirarse en orientaciones como la citada por Paulo VI, que lo lleve a ser protagonista gozoso y esperanzado de un incansable diálogo evangelizador con el hombre y con el mundo, que se acerque a ellos amorosamente como lo hizo Cristo para impregnarlo todo con la vida en el Espíritu.
Llamados a la Santidad
La primera señal distintiva o propia de la identidad del miembro de Acción Católica es el conocimiento claro y aceptación plena de su vocación a la santidad.
Su vida personal debe ser un crecimiento en la santidad, que arranca del compromiso bautismal y tiende a ser posible la presencia de Cristo en los hombres y en la historia; su vocación es siempre, en definitiva, una vocación a la santidad, cualquiera sea su profesión, actividad o ubicación en la sociedad, santidad que consiste en la progresiva configuración con Cristo: ser plenamente cristiano a los ojos del Padre y a los ojos de los hombres.
Vocación al Apostolado
Surge así una segunda señal del miembro de A.C.: su vocación apostólica.
Precisamente el reconocimiento de esta vocación y la aceptación del llamado a dar testimonio de vida y de palabra para adelantar el advenimiento del Reino, es clara condición de su identidad.
Para ello responde generosamente, brindándose en plenitud y poniendo al servicio de la Institución sus mejores aptitudes; consciente de que su compromiso con ella es para toda la vida, adecuando con realismo y generosidad su participación en la dinámica institucional según las diferentes posibilidades que le permiten sus responsabilidades familiares, laborales y de realización personal.
Presencia Evangélica en lo Temporal
El miembro de A.C. está llamado a impregnar del espíritu evangélico las estructuras de la vida social, mediante la presencia activa y asumiendo opciones válidas en los diversos ambientes, comunidades, sociedades intermedias del tejido social donde le toque actuar.
La presencia de un laico cristiano, y más aún en el de un miembro de la Acción Católica. No se va a caracterizar por “hacer obras”. Esto va a venir solo si se empieza por lo fundamental: lo propio del laico es la renovación de los ambientes desde el Evangelio, o sea, dar vida en el Espíritu al contexto cultural en que se vive. Esto es lo que se llama animación espiritual, porque es justamente lo que el laico aporta: un nuevo espíritu.
A través de esta presencia, debe ser testigo de una humanidad nueva, nutriendo su imaginación con el dinamismo del Evangelio, dando ejemplo de sacrificio generoso, de espíritu de fraternidad, procurando abrir a Cristo las puertas del corazón de los hombres y de las culturas de los pueblos.
Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización de la C.E.A. (Comisión Episcopal Argentina) hacen un apremiante llamado a la presencia de los que se sientan capacitados no rehuyan ocupar puestos de responsabilidad con verdadero espíritu de sacrificio, abordando el difícil quehacer de las opciones posibles en lo social, educacional o político, cumpliendo con la consigna evangélica de ser sal, luz y levadura de las estructuras humanas.
Conciencia Laical
El miembro de A.C. es un hombre o mujer que vive en el mundo, que en ningún momento ha de perder el sentido de su propia condición laical, sino, por el contrario, asumirá de manera personal y en el mayor grado posible todo lo que es propio y peculiar del seglar.
Es importante que para ser más hombre o más mujer haga fructificar al máximo los talentos recibidos; cada uno según sus aptitudes y vocación humana debe contribuir con una determinada tarea, con un trabajo específico a la común empresa de dominar la tierra según el mandato divino.
El miembro de A.C., como todo laico, vive en el mundo pero sin ser del mundo; es quien realiza una tarea inmediatamente temporal, pero no definitivamente temporal, porque todo su accionar se mueve en un ámbito de trascendencia, sea en su casa, oficina, escuela, fábrica o negocio. En la medida que sea fiel a su vocación allí donde vive y trabaja irá buscando su santidad.
Sentido Eclesial y Espíritu Comunitario
Si bien cada miembro brinda su testimonio y evangeliza su propio ambiente, siendo irremplazable en el sitio donde el Señor lo puso, no está solo. Está inmerso en la comunión eclesial.
Por ser miembro de la A.C., sabe que está integrado en un “Todo, que es más que la suma de las partes”; en el cual todos “trabajan unidos a la manera de cuerpo orgánico, de forma que se manifieste mejor la comunidad de la Iglesia y resulte más eficaz el apostolado”.
La vida en el seno de la organicidad exige la existencia de espíritu de cuerpo y sentido de unidad, no de una unidad superficial y externa, sino de una unidad profunda alimentada por la caridad, que hace realidad la oración de Jesucristo: “que todos sean uno para que el mundo crea”. Por tanto, el miembro vive plenamente la comunión eclesial con todos sus hermanos; es consciente y participa de su inserción en un organismo parroquial de A.C., diocesano o nacional, en el que existe una estrecha y leal vinculación espiritual y de voluntades, no se siente aislado ni desprotegido, sino siempre fortalecido por lo que los demás miembros de la Institución hacen por él, aportando a su vez lo mejor de sí en apoyo de ellos.
Disponibilidad
La vinculación de la A.C. con la Jerarquía no es genérica, sino propia y singular; es una vinculación directa, inmediata, estrecha, especial.
Esa relación directa con sus pastores enriquece a la A.C., y por tanto a sus miembros, porque siendo la Jerarquía el principio de comunión, la mayor aproximación a ella infunde una conciencia más viva de la función a cumplir en la Iglesia y en el mundo, y debe vivirse con una plena disponibilidad para asumir los estilos y programas pastorales de la Iglesia particular y de la parroquia, en su caso.
En esta disponibilidad del miembro de A.C. se realiza esa maravillosa comunión entre los bautizados, ministros, fieles, -comunión de fe y de amor-, por la cual el Espíritu Santo anima, hace crecer, gobierna y expande el Cuerpo de Cristo.
Mediante la disponibilidad a las necesidades de la Iglesia, el miembro de A.C.:
v no espera privilegios, sino que se brinda para servir:
v no busca el primer lugar, sino que acepta el que se le propone, según las necesidades de cada tiempo y cada ambiente.
Material del “Proyecto Institucional de la Acción Católica Argentina” Editado por el Equipo Nacional de Publicaciones del Consejo Nacional de A.C.A.