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La importancia de la formacion

LA IMPORTANCIA DE LA FORMACIÓN

Mons. Elías Yanes Álvarez

Arzobispo emérito de Zaragoza

Cheste. 1 de agosto de 2009

Ante todo quiero expresar mi satisfacción y mi gozo por haber participado, hasta ahora como oyente, y ahora como hablante en esta Asamblea. Estoy muy contento de lo que venís haciendo y de este proceso de evolución de la Acción Católica General. No quiero contaros mi historia en la Acción Católica porque eso sería un poco aburrido, y quiero atenerme a lo que me han pedido.

Me han pedido que hable de Formación, de la importancia de la Formación. Para esto he leído muy despacio este Marco Global de la Formación. Es un texto que está muy bien hecho. A mi me ha gustado y si hace falta mi voto… lo doy favorable. Pero aparte de esto, quisiera hacer algunos comentarios para motivar un poco, para motivaros a vosotros mismos a esta tarea formativa.

Quiero comenzar recordando que, de alguna manera, el modelo de la Iglesia es la Virgen María… Es un tema que la Teología del post-Concilio ha profundizado mucho. Grandes teólogos como Karl Rahner o Von Balthasar, con mucha frecuencia, han leído el tema mariano como un tema eminentemente eclesial.

El Papa Benedicto XVI, el 11 de mayo de 2007, pronunció una frase en Brasil, que os voy a leer. Dice así: «No hay fruto de la gracia, en la historia de la salvación, que no tenga como instrumento necesario la mediación de Nuestra Señora». Este es un punto importante… en orden, sobre todo en estos momentos, a suplicarle a Nuestra Señora la gracia de saber imitarla a ella en esa disponibilidad. «He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra». Este es, en cierto modo, el comienzo de la Iglesia. María es la Iglesia. Está representada la Iglesia en María… y ella nos da como pauta, para nuestra conducta como miembros de la Iglesia, esa total disponibilidad para hacer la voluntad de Dios.

Hay otro texto que el Papa Benedicto XVI ha pronunciado el 20 de junio de 2009… hace poco tiempo. Es un texto que a mi me ha llamado la atención. Está dirigido a la Asamblea de la diócesis de Roma, y dice: «Al mismo tiempo es necesario mejorar los planes pastorales para que, respetando las vocaciones y las funciones de los consagrados y de los laicos, se promueva gradualmente la corresponsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios. Esto exige un cambio de mentalidad, en particular por lo que respecta a los laicos, pasando de considerarlos colaboradores del clero a reconocerlos realmente como corresponsables del ser y actuar de la Iglesia, favoreciendo la consolidación de un laicado maduro y comprometido». No se puede decir más en tan pocas palabras.

En algún momento de mi historia pasada, yo tuve una intervención en la Asamblea Plenaria del Episcopado y empleé la palabra corresponsables para describir el papel de los laicos en la Iglesia. Y un hermano en el Episcopado, más sabio y autorizado que yo por supuesto, me hizo la observación de que esta palabra era un tanto ambigua. Que tenía que andar con cuidado por lo que pudiera parecer. Yo acogí la observación pero no me convenció… claro. Ahora el Papa me ha dado la satisfacción de que se puede usar la palabra corresponsable.

En mi experiencia como Obispo durante estos años, me he encontrado con dos tipos de sacerdotes. Todos ellos virtuosos, con lo cual no quiero decir que esto o lo otro… sea más o menos virtud. Hay algunos que, ante los seglares, tienen una actitud de miedo, como si fueran una amenaza contra la propia autonomía, contra el protagonismo que le corresponde al sacerdote. Hay quien se defiende psicológicamente… ante la inseguridad de no saber qué hacer. Otros en cambio tienen un proceso de gozosa acogida ante la maduración progresiva de los laicos. Cuando ven como una persona va evolucionando, va creciendo, va alcanzando cada vez una mayor consistencia como persona y como miembro de la Iglesia… se alegran. Son dos actitudes bien distintas. Yo pensaba que estas cosas ocurrían antes, pero voy observando que estas dos actitudes no se dan solo entre los viejos, sino también entre los jóvenes sacerdotes.

Luego hay otra clasificación. Hay personas que se les ve, por su carácter, que son capaces de trabajar en equipo, y espontáneamente lo procuran. En cambio, hay otras que son como los que no tienen oído musical… son incapaces de trabajar en equipo. Pueden decir discursos muy bonitos sobre el diálogo… pero cuando se ponen en marcha, ves que o lo hacen ellos todo, o no hay manera de que la cosa funcione. Y digo lo mismo. Esto se daba entre los viejos, y yo me encuentro en esa categoría… pero observo que también se da entre los jóvenes.

Hay que estar predispuestos a tener estos dos tipos de acogida. Como decía un Obispo de mi diócesis, son defectos de arquitectura… y ahora se dice que son problemas genéticos. Simplemente esto no les va… aunque en otros casos es un problema de conversión.

Sobre la formación, lo primero que quiero deciros es que requiere esfuerzo. No se ha inventado ninguna pastilla todavía, para que tomándola salgamos formados. Y esto lo sabéis todos los que habéis estudiado algo. El que pretende aprender a tocar la guitarra necesita esfuerzo… y tocar el piano, y cualquier tipo de profesión. Hay gente que se cree que lo único que podemos conocer por generación espontánea es la religión, el Evangelio. Para esto también hace falta un esfuerzo.

Y cuando digo esfuerzo, significa que esto requiere renuncias. Hay que buscar el tiempo, el momento adecuado, tener que dejar de hacer otras cosas que nos gustarían, organizarnos. O no encontramos nunca la ocasión. Supone renuncias que, a veces, llevan consigo consecuencias económicas. El tiempo de la formación podría dedicarse a otras actividades que pudieran tener una rentabilidad económica. Estamos hablando de renuncias que llevan consigo gratuidad, pobreza, austeridad.

También se requiere de paciencia, de perseverancia… es decir, de continuidad. Máxime si hablamos de formación permanente. La formación tiene sus etapas condicionadas por la edad, por las tareas que vamos realizando… pero a lo largo de toda nuestra vida estamos necesitando renovar nuestra formación y actualizarla.

Para esta formación necesitamos unos instrumentos. Y aquí hemos estado hablando de los materiales, del Itinerario para la Formación Cristiana de Adultos que estamos poniendo en marcha. Ahí aparezco yo como Director… pero lo único que hago es hacer que trabajen otros… que es lo normal a mi edad. Pero lo que quiero decir es que los instrumentos pedagógicos son todos relativos. No hay ningún instrumento mecánico… que toques el botón y salga la persona formada. Los instrumentos son relativos y su eficacia depende, en gran medida, de la persona, del animador del grupo.

Hay que adaptarlos. Si tengo delante unas personas cuyo nivel cultural es bajo… tengo que adaptar el instrumento al nivel de esas personas. Hay personas que no saben leer, que entienden mal lo que está escrito. Hay muy pocas personas que sean capaces de hacer una lectura plenamente comprensiva. Hay que armarse de paciencia para ayudar, para ir paso a paso. Y puede ser que tengamos 200 temas… pero si hacemos uno al año tampoco pasa nada… porque lo que se hace bien, forma para toda la vida.

Hacen falta, sobre todo, animadores capaces de animar a la gente a estudiar. Que de vez en cuando ayuden a que se comprueben los logros que se han conseguido. Qué cosas hemos logrado, en qué cosas hemos avanzado, qué cosas hemos mejorado. Todos los grupos pasan por fases de noche oscura. Así como las personas tenemos nuestras etapas de noche oscura también las tienen los grupos. Hay grupos que pasan por momentos de horas bajas… y el animador tiene que estar atento para levantar el ánimo.

También es importante un animador que sea capaz de promover concordia, caridad fraterna entre los miembros del grupo. Que la gente se sienta a gusto, que no vea en el ir al grupo como un peso, sino como un momento que le va a ayudar.

Sobre la necesidad de la formación nos habló el Concilio Vaticano II, el Código de Derecho Canónico y muchos documentos eclesiales. El Papa Juan Pablo II sostenía que hasta ahora, el común de los cristianos se formaba a través del ambiente familiar y de la sociedad en que vivía. Pero, decía el Papa, que esto para el futuro no vale. Con ser muy valiosa esta manera de recibir formación, hace falta formar cristianos capaces de dar respuesta a los problemas de hoy. Capaces de llevar el mensaje cristiano a los hombres de nuestro tiempo. Y eso no se puede lograr si las personas no se empeñan en formarse. Máxime si recordamos todas las cosas que nos han dicho en las dos ponencias previas… a través de las cuales nos encontramos el panorama en el que se sitúa nuestra sociedad. Necesitamos cristianos capaces de dar testimonio razonable de su fe cristiano en este contexto… y para ello se requiere la formación.

Movimiento Evangelizador… sí… muy bien. Pero cómo evangelizas si no conoces el Evangelio, si no lo estudias, si no lo lees, si no lo sabes, si no lo has meditado. ¿De qué vas a hablar? Es fundamental prepararse, y además es gozoso. Dice el Capítulo XV del Evangelio de San Juan «ya no os llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre». Este es un gesto de amistad… porque Dios nos ha querido comunicarnos el Mensaje de la Salvación.

El Padre Rahner, apoyándose en este texto, dice que «la Teología tiene que ser un gesto de amistad con Dios». Es un Dios que es Amor, el que se revela. Y desear conocer a ese Dios que me ama, y que ha querido abrirme su corazón… es una manera de honrarle, reconocerle y agradecerle, amistosamente y amorosamente… el don que ha tenido para conmigo.

La Iglesia necesita hoy en España, y en otros países igual, un laicado maduro… con la madurez propia de cada edad. Un laicado adulto, un laicado articulado… aunque la Iglesia siempre ha respetados las iniciativas individuales. En una sociedad tan compleja como la nuestra, la Iglesia tiene que dar respuestas articuladas. Lo cual no quiere decir que se unifiquen todas las opciones… pero sí que se debe promover una mayor unidad, una mayor relación entre unos grupos y otros.

Han proliferado hasta el infinito las asociaciones e instituciones. Todas atribuyen su nacimiento al Espíritu Santo… y yo lo creo. Pero eso no quiere decir que el Espíritu Santo sea amigo de la confusión y de las guerras civiles. Es posible, manteniendo cada uno su identidad, «buscar caminos para la mutua colaboración, el mutuo conocimiento y la mutua estima» como dice el Concilio Vaticano II. Yo entiendo la articulación en este sentido. Si además se logra que los aspectos fundamentales del mensaje cristiano lleguen a todos… entonces esa concordancia es mucho más posible.

El Papa Juan Pablo II publicó un magnifico documento que todos conocemos titulado Christifideles Laici. Yo he defendido, defiendo y seguiré defendiendo que todo movimiento apostólico, toda asociación de seglares cristianos debe tener como ideario básico la Christifideles Laici: la Adoración Nocturna, los Neocatecumenales, los Carismáticos… y toda la gran variedad que tenemos hoy en la Iglesia. Todos deben tener como documento básico, ideario básico la Christifideles Laici. Si esto se asimilara a fondo, habría mucha más unidad y concordancia, hablaríamos el mismo idioma, el mismo lenguaje… y eso es fundamental para poder evangelizar como asociaciones -no solamente como individuos- en el mundo de hoy.

Hace falta un laicado adulto y maduro, articulado y con espiritualidad de comunión. Juan Pablo II esto lo expuso en el documento Novo Millenio Ineunte. Vale la pena que lo leáis, porque en él, el Papa nos dice que puede haber instrumentos e instituciones de comunión… Por ejemplo la asamblea de un Movimiento Apostólico es un instrumento de comunión. La asamblea del Episcopado, el Consejo Presbiteral, los Sínodos de los Obispos, los Concilios… son distintas modalidades de instrumentos de comunión que la Iglesia ha ido creando y estableciendo. Pero dice el Papa que todo eso es perfectamente inútil si no hay una espiritualidad de comunión por parte de los protagonistas. Si no hay voluntad de comunión, espiritualidad de comunión, los instrumentos se revelan inútiles.

Hay documentos que tenemos que conocer y estar familiarizados con ellos. Me atrevo a hacer una propuesta. Yo creo que tenemos que estar familiarizados con un documento de Pablo VI, como la Evangelii Nuntiandi. No ha pasado, sigue siendo un documento vivo… y si hoy lo leéis de nuevo, veréis que lo que dice sobre el testimonio, o sobre la acción social y acción evangelizadora. Yo le tengo mucha devoción a un documento, que no se suele citar mucho, titulado Gaudete in Domino. La alegría del ser cristiano. Fue publicado en el mismo año que la Evangelii Nuntiandi, en 1975. Y cuentan que una señora norteamericana le escribió al Papa dándole las gracias porque con sus homilías y discursos le estaba ayudando a crecer en la fe. No era católica y se había convertido… y le decía al Papa que echaba de menos un documento que hablara de la alegría de ser creyentes. Y aquello al Papa le impactó. A mi juicio es el documento más bello, estéticamente hablando, de Pablo VI y de gran profundidad espiritual… aparte de la autoridad que tiene por su razón de Documento Pontificio. Os recomiendo leerlo, ahora que Internet nos da acceso a todo.

Y ahora nos encontramos con los documentos del Papa Benedicto XVI: Deus Caritas Est-sobre el amor que es un tema inagotable- Sacramentum Caritatis -sobre la Eucaristía Spe Salvi..y Caritas In Veritate, su última Encíclica. Es muy importante familiarizarnos con estos textos, que aparte de su valor como Magisterio… en sí mismos tienen un valor teológico y espiritual muy profundo.

Hay un tema que Benedicto XVI toca en todos sus documentos que es la verdad y el amor. En la última Encíclica está en todos los capítulos, pero también en documentos anteriores. Para ello, el Papa dijo en Australia que «el amor es el signo de la presencia del Espíritu Santo» y que «las ideas o las palabras que carecen de amor, aunque parezcan sofisticadas y sagaces no pueden ser del Espíritu».

Y también Juan Pablo II, con ocasión de la canonización de Santa Teresa Benedicta de la Cruz -Edith Stein, patrona de Europa y mártir- dijo, interpretando el sentir de esta mujer, grande por su santidad y grande por su sabiduría: «No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. No aceptéis como amor nada que carezca de verdad. El uno sin el otro se convierten en una mentira destructora».

Y por último, recomendación importante… la formación espiritual. Os recomiendo que tengáis como norma de vuestra vida el hacer Ejercicios Espirituales todos los años. Os hará mucho bien, os ayudará a un tipo de formación que lleva a poner a Cristo en el centro de nuestras vidas. A superar los intelectualismos y las parcialidades.

Y yo, que soy también bastante devoto de Santa Teresa de Jesús, me atrevo a recomendaros que leáis los textos de la Santa. Hay un libro del Padre Maximiliano Herraiz que se titula La Oración, historia de amistad, en el que se comenta la frase de Santa Teresa de Jesús cuando dice que «No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama». El libro lo explica bellísimamente, y vale la pena… para abrir los caminos de oración que debemos tener.

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