Capitulo V La Acción Católica En La Mente De Pió XI
Capitulo V LA ACCIÓN CATÓLIC A EN LA MENTE DE PIÓ XI
SUMAERIO: 1. Pío XI, el Papa constructor de la Acción Católica. – 2. La Acción Católica en las Encíclicas. – 3. La Acción Católica en las Cartas Pontificias. – 4. La Acción Católica en las Cartas de la Secretaría de Estado. – 5, La Acción Católica en los Concordatos.
l.- PIO XI, EL PAPA CONSTRUCTOR DE LA ACCIÓN CATÓLICA.
Serían necesarias muchas lecciones para exponer la doctrina social de Pío XI. Hizo ésta su aparición en el pontificado de Pío IX; la dotó de un cuerpo de doctrina en sus incomparables Encíclicas, León XIII; la consideró un instrumento poderoso para restaurar todas las cosas en Cristo, Pío X; la juzgó a propósito para la educación cristiana, Benedicto XV, y Pío XI con claridad meridiana, la definió, la concretó, la extendió por el mundo, elevó el apostolado seglar a la sublime dignidad de participación del sacerdocio de apostolado religioso-social, de colaborador de la divina misión de la Iglesia.
No hay Encíclica, ni Carta, ni Alocución, ni mensaje donde no hable del apostolado seglar.
La Acción Católica es el pensamiento central de Pío XI. Quiere asociar a todos los católicos del mundo, organizarlos para la obra de la conquista espiritual; tal fue su divisa, su ideal.
El ha recogido la herencia de cuatro pontífices, dice un escritor: de Pío IX, creador de la Juventud Católica italiana; de León XIII, Pontífice de la Democracia; de Pío X, protector de las damas católicas; de Benedicto -XV, que fijó la noción específica de la Acción Católica, y Pío XI que ha fijado los rasgos de la fisonomía esencial de esta acción, ha constituido un código doctrinal y práctico, completo en sus líneas fundamentales; ha dado un vigoroso impulso a su desarrollo y encarecido esta obra en todos sus documentos. Pero estudiemos su pensamiento comenzando por las grandes Encíclicas.
2.-LAS GRANDES ENCICLICAS.-
La primera de todas es la Encíclica “Ubi arcano”, publicada el 23 de Diciembre de 1922. Contiene un elogio expresivo para la aportación de los seglares a la obra de la Iglesia. Destaca la importancia de la Acción Católica, cuya definición clásica hemos comentado: “Participación de los seglares en el apostolado jerárquico”.
La parte más interesante del documento es la que se refiere a los fines de la Acción Católica, especialmente al fin próximo de formación de conciencias, que ha encontrado en las palabras de Pío XI su expresión definitiva. “A esto (al reinado social de Jesucristo), se encamina también todo ese conjunto de instituciones, de programas y obras que se conocen con el nombre de Acción Católica y que es de Nos muy estimada, y por Nuestros antecesores tan cuidadosa y providencialmente suscitada y nutrida, dirigida y disciplinada en tantos y tan luminosos documentos solemnes, acomodada al desarrollo y sucesión de las diversas situaciones sociales, con el fin de preparar cristianos cada vez más perfectos y con ello mejores ciudadanos, y de formar conciencias tan exquisitamente cristianas, que sepan en todo momento y en toda situación cíe la vida privada y pública, encontrar, o al menos entender bien y aplicar, la solución cristiana de los múltiples problemas que se presentan en una u otra condición de la vida”.
Todos los tratadistas de Acción Católica se han de servir en adelante de esta admirable fórmula. La Acción Católica ha pasado al primer plano de las obras de apostolado, ya que, aunque parezcan “cosa ardua y llena de trabajo para los pastores y los fieles, son sin duda necesarias y se han de contar entre los principales deberes del oficio pastoral y de la vida cristiana”.
Pío XI siente en su paternal corazón un inmenso cariño por las obras del apostolado seglar. “Nos es sumamente querido, dice, lo tenemos en el corazón y es, como expresamente hemos manifestado, la pupila de nuestros ojos”. La Encíclica citada está palpitando esta inefable ternura, rebosando amor hacia “esta compacta falange” que tanta parte toma “en la restauración de todas las cosas en Cristo”, como se desprende de aquellas bellas palabras: “Bendigo todas las hermosas y santas obras de santificación, de adoración, de honor a Dios, de bien a. las almas, de veneración; obras santas que lleguen a buscar, a socorrer, a consolar los trabajos de los obreros y la pobreza de los más desgraciados; todas estas hermosas obras que florecen bajo la dirección de vuestros pastores, en la actividad y cooperación de vuestros sacerdotes, con vuestra cooperación, amadísimos hijos, que Nos hemos visto con signos por demás indubitables manifestarse en aquellas santas obras, que Nos tan gustosamente resumimos en una palabra: las obras de Acción Católica, porque son todo lo que quiere decir verdaderamente esta palabra, ya que acción significa vida. ¿Qué sería la vida sin acción? ¿Qué sería la acción sin vida? Por eso es evidente que decir Acción Católica, es decir obras dé vida católica”.
Después en la “Rite expiatis” querrá unir el nombre de la Acción Católica a la excelsa figura de San Francisco de Asís, renovando su declaración de celestial patrono de la obra; en la “iniquis afflictisque”, tras de la importantísima carta “Paterna sane sollicitudo”, querrá el Papa pasar revista a todas las asociaciones de Acción Católica que en México constituyen el ejército auxiliar de la Iglesia vejada; en la “Mens nostra” hará notar la importancia que para la Acción Católica tiene el impulso de la vida espiritual dado por los Ejercicios espirituales; en la “Quinquagesimo anno” señalará para la Iglesia oriental, en la misma línea, el interés que tiene la redacción de un Código de derecho oriental y la promoción de la Acción Católica; y, por fin en la “Divini illius magistri” sobre el problema de la escuela; en la “Casti Connubii”, acerca del matrimonio cristiano; en la “Quadragesimo” sobre la cuestión social, y en la “Caritati Christi compulsi”’, sobre los males del ateísmo organizado y del estatismo panteísta, reservará un lugar para la Acción Católica, atribuyéndole un objetivo determinado y hablando de la universalidad de su programa.
Hay otro grupo de Encíclicas: “Non abbiamo bisogno”, de 29 de Junio de 1931, la “Acerca nimis”’, de 29 de Septiembre de 1932; y la “Dilectisima nobis” de 3 de Junio de 1933.
La primera constituye un documento apologético de primer orden, que pone de relieve lo que para el Papa significa en la sociedad moderna la obra de la Acción Católica, obra que a toda costa debe mantenerse, y las dos últimas, dirigidas a los católicos de México y España, en circunstancias especialmente aciagas, encierran un valor ejemplar para todos los pueblos que se hallan “en la crisis de semejantes calamidades”, y servirán para afirmar la esperanza de todos los católicos en esta obra solemnemente declarada más eficaz que cualquiera otra obra de apostolado.
En la primera se tocan, además, puntos de interés muy destacado, desde el punto de vista de las relaciones de la Iglesia y del Estado; se hace una crítica admirable de la filosofía del integralismo estatista.
3.-CARTAS AL EPISCOPADO.-
En ellas esclarece- la doctrina acerca de la Acción Católica. Las principales son éstas:
1) Carta “Paterna sane sollicitudo”, al Episcopado mejicano, el 2 de Febrero de 1926. Prohíbe en ella a los católicos mexicanos el formar, como tales católicos, un partido político, declara más que nunca necesaria la obra de la Acción Católica y señala la formación de las conciencias como el medio más eficaz para infundir en la vida pública el espíritu cristiano.
2) Carta “Peculiari quadam” al arzobispo lituano de Kaunas, el 24 de Junio de 1928. Insiste en la independencia política de la Acción Católica, la universalidad de sus fines y la importancia de las minorías selectas. La Acción Católica es una acción eminentemente religiosa.
3) Carta Cum ex epístola, al Cardenal Van Roey, Arzobispo de Malinas, el 15 de Agosto de 1928. Se alegra de la incorporación de la Juventud católica flamenca a la obra de la Acción Católica, complemento del ministerio pastoral de los Obispos, obra de apostolado que pretende “extender cada día más el reino de Dios”. Exige a sus miembros “ánimos inflamados por la caridad hacia sus hermanos y sus prójimos sin distinción alguna”.
4) Carta Quae Nobis, al Arzobispo de Breslau, Cardenal Bertram, del 13 de Noviembre de 1928.
Es quizás el documento más completo acerca de la Acción Católica. Tiene dos partes, en las cuales va desarrollando la doctrina acerca de la naturaleza o y fines de la Acción Católica y sus relaciones con la sociedad civil.
He aquí la suma de sus ideas principales. Destaca la necesidad del Apostolado seglar y el cuidado que el Papa ha puesto en la definición de la naturaleza de la Acción Católica. La Acción Católica constituye un cuerpo orgánico bajo la dirección de la Jerarquía. Desarrolla una actividad de orden religioso-social, es acción universal de todos los católicos “sin excepción de edad, de sexo, condición social, cultura, tendencias nacionales o políticas”, coordinar todas las actividades de los católicos, “valorizando y encaminando al apostolado social toda clase de obras y asociaciones, sobre todo las religiosas”.
En la segunda parte declara a esta obra fuera y por encima de todos los partidos políticos, aunque no excluye la participación individual en la vida pública. Proporciona a la sociedad los mejores ciudadanos, promueve la prosperidad pública, contribuye a la tranquilidad y seguridad de la sociedad humana, y es tan fecunda, que merece el apoyo de los jefes y magistrados de los Estados.
5) Carta Communes litteras al Episcopado suizo (8 de Septiembre de 1929). Es un sencillo resumen de la carta anterior al cardenal Bertram, que insiste principalmente en la idea de la necesidad de la Acción Católica [1] .
6) Carta Laetum sane nunúiim al cardenal Segura, arzobispo de Toledo (6 de Noviembre de 1929). Tiene unas palabras ponderativas de la dignidad eminente de la Acción Católica, y completa la doctrina de la naturaleza de la Obra.
La parte más importante del documento se dedica a estudiar las relaciones de la Acción Católica con las obras económico-sociales y las organizaciones políticas. De las primeras dice que en su aspecto técnico son independientes de la Acción Católica, pero que en el moral y religioso dependen de ella de manera semejante a como dependen de la Iglesia misma; de las segundas desarrolla parecida doctrina, “la abstención total de la Acción Católica con respecto a los partidos políticos” y la influencia que puede ejercitar cuando la agitación política toca de cualquier modo a la religión y a las costumbres cristianas. “Propio es de la Acción Católica entonces interponer de tal suerte su fuerza y autoridad, que todos los católicos, con ánimo concorde, pospuestos los intereses y designios de los partidos, sólo tengan delante de los ojos el provecho de la Iglesia y de las almas y con sus obras lo favorezcan”.
Termina la carta enumerando los fines de la Acción Católica, el inmediato y el último, la importancia de la unidad de dirección y las causas que hoy hacen necesaria la Acción Católica como obra universal.
El texto latino de esta carta autógrafa apareció en Acta Apostolicae Sedis el 12 de Diciembre de 1929. Fue solemnemente leída en su traducción castellana el 13 de Noviembre del mismo año, en la sesión inaugural del Congreso de Acción Católica celebrado en Madrid por aquellos mismos días.
7) Carta al Episcopado argentino (4 de Febrero de 1931). L’Osservatore Rofnano, comparando este documento con las dos cartas principales que hemos reseñado, la dirigida al cardenal Bertram y la del cardenal Segura, dice que la primera contiene la exposición completa de la doctrina de Acción Católica, la segunda especifica las relaciones entre la Acción Católica y las obras económico-profesionales, y en la carta al Episcopado Argentino se completa esta doctrina con la exposición de la relativa a las obras auxiliares[2].
Ciertamente que esta cuestión, tocada al principio y al fin del documento, queda resuelta definitivamente en sus fundamentos; pero además nos parece característico de este documento el llamamiento impresionante del clero a los hombres selectos, que, sin desnaturalizar la obra de Acción Católica, deben infundirle, vida abundante mediante una formación más profunda en esta nueva disciplina.
8) Carta Dobbiamo intratenerlo al cardenal Alfredo Ildefonso Schuster, arzobispo de Milán. Fue provocado este documento por un discurso del ministro M. Giüriati, pronunciado en Milán en Abril de 1931. Dos días -después :de su publicación en IL Popolo d’Italia, refutaba el mismo Pontífice los equivocados puntos de vista del ministro fascista, Defiende el Pontífice la insubrogabiliclad de la Acción Católica y el derecho absoluto de la Iglesia a organizar la Acción Católica sin ingerencias extrañas ([3]).
9) Carta al cardenal Patriarca de Lisboa Manuel González Cerejeira. Insiste en la necesidad de la preparación de dirigentes, sacrificando el número a la calidad y fundamentando sobrenaturalmente el trabajo de formación, principio seguro de la acción. Detalla más que otra alguna la relación de la Acción Católica con las obras de carácter sindical, y termina recomendando a la Acción Católica el trabajo en las catequesis y la prensa ([4]).
10) La Carta al arzobispo de Bogotá, Monseñor Perdomo (14 de Febrero de 1934). Este interesante documento constituye la última de las grandes cartas pontificias hasta el momento presente. Ninguna de las precedentes había penetrado tanto en la doctrina de la intervención del clero en las obras de Acción Católica, presentando con claridad la figura jurídica del consiliario de Acción Católica en toda su grandeza. Por otra parte, descubre el Pontífice la preocupación que le merece la suerte de la juventud estudiantil, para la cual ha de reservar la Acción Católica un cuidado especial. El documento es completo porque no deja de tocar ninguno de los puntos fundamentales de la doctrina de Acción Católica; en fórmula breve resume la influencia indirecta que la educación de la Acción Católica ejercerá en la vida política ([5]).
4.-CARTÁS DE LA SECRETARIA DE ESTADO.
1.) Carta Fra le molteplici cure, del cardenal Pedro Gasparri a los Obispos de Italia (2 de Octubre de 1922).
Este documento se enviaba a los obispos de Italia junto con el esquema del nuevo reglamento que había de reorganizar la Acción Católica en Italia haciéndola universal en sus fines y en sus miembros y definiendo más su dependencia de la Iglesia jerárquica.
Contiene ya esta carta las frases que después se han utilizado más en los tratados de Acción Católica acerca de su propia naturaleza y extensión de sus fines. Véase este breve párrafo: “Vuestra Señoría lima, y Rdma. no ignora la extensión y la necesidad de este apostolado, de esta participación de los seglares en la misión propia de la Iglesia. No se trata de una actividad de dirección en el orden teórico, sino de ejecución en el orden práctico; una acción ordenada, no a fines materiales y terrenos sino espirituales y celestiales; no política, sino religiosa, y por ello dependiente enteramente de la autoridad eclesiástica. ([6]) .,
2) Carta Mi son recato del cardenal Pedro Gasparri al presidente de la Junta Central de la Acción Católica Italiana (2 de Octubre de 1923).
Tiene por objeto comunicar a D. Luis Colombo, presidente de la Acción Católica en Italia, la aprobación de los nuevos Estatutos, en los cuales todo el Episcopado italiano había colaborado, revisando y anotando el esquema propuesto.
Los problemas que suscita y resuelve dan a este documento un interés, que sobrepasa con mucho las particulares circunstancias en que fue utilizado. Pocos, en efecto, han detallado tanto la unidad de dirección indispensable en obras de esta índole y la obligación general de coordinar toda acción de apostolado con la de la Acción Católica.
“Entra ahora -dice- la Acción Católica Italiana en un período de vigoroso desarrollo; los solemnes documentos pontificios han expresado claramente cuan querida es al Augusto Pontífice y cuan gran fruto se prometía él de su actuación para la defensa y propagación de la fe, y para la restauración de la sociedad en Jesucristo.
“Por tanto, como todo católico debe sentir la necesidad y el deber de dedicarse o al menos de contribuir a esta obra de apostolado, de la misma manera debe sentir la necesidad y el deber de coordinarse, según sea posible, con los organismos de acción reconocidos, si no quiere exponerse al peligro de hacer estéril su trabajo, cuando no perturbador y dañoso” ([7]).
3) Carto ll Santo Padre ha appreso del cardenal Eugenio Pacelli al presidente de la AcciónI Católica Italiana, comendador Augusto Ciriaci (30 de Marzo de 1930).
Es el documento principal para el estudio de la relación entre las organizaciones oficiales de la Acción Católica y las obras auxiliares. Enumera las diversas ramas que constituyen la Acción Católica Italiana y reconoce que además de estas asociaciones existen otras que ejercitan un grande y eficacísimo apostolado individual y social, pero que, por no tener la organización propia de la Acción Católica, no pueden considerarse como específicamente integrantes de esta obra, bien que pueden y deben llamarse verdaderas y providenciales auxiliares de la misma.
Detalla lo que pudiéramos llamar el código de mutuos deberes, cuyo cumplimiento favorecerá a las mismas asociaciones y, mediante ellas, a la misma Iglesia ([8]).
4) Carta Oficiosas Hileras del cardenal Eugenio Pacelli a S. E. Mons. Kordac, arzobispo de Praga (30 de Noviembre de 1930) .
La prestigiosa revista francesa Documentation Catholque ha publicado este interesantísimo documento, que no había aparecido ni en Acta Apostolícae Sedis ni en L’Osservatore Romano. El texto latino, afirma la misma publicación en Acto Curiae Episcopalis Brunensis con la inscripción siguiente: “Responsum ad officiosas litteras ex conventu antistitum Checoslovachiae, Pragae habito a. 1930 de proposita fidelium Romam peregrinatione et de modo instruendae et dirigendae juventutis”.
La circunstancia de no haber aparecido en Acta Apostolícete Sedis explica la escasa difusión de esta carta, decisiva en la debatida cuestión de los límites de la educación política en los cuadros de Acción Católica.
La Acción Católica enseña aquellos principios ya propuestos por la Iglesia como fundamento de todo orden político. “Mas, si pareciere oportuno dar en esta misma materia una enseñanza más desarrollada y más apropiada a la juventud, es preciso hacerlo, no en las reuniones y organizaciones de la Acción Católica, sino en un lugar diferente y por hombres que se distingan por su probidad de costumbres y por una profesión absoluta y firme de la doctrina cristiana”.
El periódico Deutsche Presse de Praga sacaba inmediatamente las consecuencias ofreciendo la organización del partido popular alemán cristiano-social para esa formación ulterior, que la Acción Católica no puede dar ([9]).
5. – CONCORDATOS. – Giannini, en su obra I Concordati postbellici señala ocho puntos cardinales que servirán a la Historia para juzgar la política exterior del Pontificado de Pío XI. Entre ellos se halla su política concordatoria con los nuevos Estados y la difusión mundial de la obra de la Acción Católica.
En nuestro caso estos dos puntos se unen en, uno solo, ya que no sólo el Papa Pío XI ha impulsado la Acción Católica en el mundo, sino que ha querido hacerla clave de los Concordatos importantes, elevándola así de categoría hasta introducirla, por la fuerza jurídica del Concordato, en la misma legislación civil.
Todos los tratadistas de Derecho Concordatorio han notado que una de las características principales de los Concordatos de Pío XI es el avance de las disposiciones del Código de Derecho Canónico.
“Después de haber estudiado – dice el P- Ivés de la Briére en recentísimo trabajo – un cierto número de los textos concordatorios, puede tenerse hoy por demostrado e irrecusable este hecho positivo que hace veinte años hubiera parecido la más extravagante e increíble de las utopías: el renacimiento canónico en muchas de las legislaciones seculares de la Europa contemporánea” ([10]).
Cierto que no en todos los Concordatos ha sido incluida la cláusula referente a la Acción Católica. Pero no deja de ser significativo que hayan sido los Estados nuevos, como Letonia y Lituania, y los que, teniendo larga historia, han sufrido, sin embargo, el cambio más radical en su estructura interna, como Italia, Alemania y Austria, los escogidos para dar carta de ciudadanía internacional a la Acción Católica, haciendo de ella una institución no sólo eclesiástica, sino civil.
1) Letonia. Es un Estado de mayoría luterana, en el cual los católicos no son más que un quinto de la población total. El artículo 13 del Concordato letón se refiere, sin nombrarla, a la Acción Católica. Dice así: “La República de Letonia no pondrá obstáculos a la actividad, vigilada por el arzobispo de Riga, de las asociaciones reconocidas por el Estado”.
La timidez misma del texto, meramente negativo en un principio, su implícita referencia a la Acción Católica y la fecha de su estipulación (3 de Noviembre de 1922), primer año del Pontificado de la Acción Católica, hacen más interesante este Concordato.
2) Lituania. País clásico en multiplicidad de confesiones religiosas. Su legislación concordada en materia de enseñanza es notable por su espíritu de equidad. En él se internacionaliza por vez primera el nombre de Acción Católica, explícitamente así llamada en su artículo 25, que dice: “El Estado concederá plena libertad de organización y funcionamiento a las asociaciones que persiguen fines principal mente religiosos, que forman parte de la Acción Católica y como tales dependen de la autoridad del Ordinario”.
Este artículo concordatorio fue inmediatamente explicado en una carta del mismo Pontífice al arzobispo de Kaunas. La constitución de la Acción Católica, a pesar de todo, no careció de dificultades, y de nuevo el Papa se dirigió al Episcopado lituano en carta de 27 de Diciembre de 1930, en la cual se recomienda la perseverancia en la obra por encima de todos los obstáculos. Tras estos documentos, !a paz renació en Lituania.
3) Italia. El 11 de febrero de 1929 se firmó el Concordato entre la Santa Sede e Italia, cómo anejo al Tratado de Letrán, qué solucionaba la cuestión romana.
El art. 43 de este Concordato se refiere a la Acción Católica. “El Estado italiano -dice- reconoce las organizaciones dependientes de la Acción Católica Italiana, en tanto que éstas, como la Santa Sede lo tiene dispuesto, desarrollen su actividad alejadas de todo partido político, y bajo la inmediata dependencia de la Jerarquía de la Iglesia para la difusión y aplicación de los principios católicos. La Santa Sede aprovecha la ocasión de la estipulación del presente Concordato para repetir a_ los eclesiásticos y religiosos de Italia la prohibición de inscribirse y militar en cualquier partido político que sea”.
La interpretación caprichosa que muchos de los afectos al régimen fascista quisieron dar a este artículo del Concordato italiano provocó los atropellos de Mayo de 1931, en los que se saquearon círculos de la Juventud Católica Italiana y se disolvieron sus organizaciones. Entonces publicó el Papa dos documentos a los que ya hemos hecho referencia, la carta del cardenal Giurati en la misma ciudad, y la encíclica Non abbiamo bisogno.
Por su parte, el partido fascista declaraba el 9 de Julio: “De orden de su excelencia el Duce del fascismo, queda revocada la compatibilidad entre la inscripción en el partido fascista y la inscripción en las organizaciones dependientes de la Acción Católica Italiana”.
El conflicto duró hasta el 3 de Septiembre. El documento que termina este enojoso incidente es como sigue:
“La Acción Católica Italiana es esencialmente diocesana y depende directamente de los obispos, los cuales eligen los directores eclesiásticos y seglares. No podrán ser elegidos directores quienes pertenecieron a partidos contrarios al régimen. Conforme a sus fines de orden religioso y sobrenatural, la Acción Católica no se ocupa de ningún modo en política, y en sus formas exteriores de organización se abstiene de cuanto es propio y tradicional de los partidos políticos. La bandera de las asociaciones locales será la nacional.
“La Acción Católica no tiene en su programa la constitución de asociaciones de profesionales y sindicatos de oficios; por consiguiente, no tiene por blanco cometidos de orden sindical. Las secciones internas profesionales, que hay ahora y están previstas por la ley de 3 de Abril de 1926, están formadas con fines únicamente espirituales y religiosos y además procuran contribuir a que el sindicalismo constituido jurídicamente responda cada vez mejor a los principios de colaboración entre las clases y a los fines sociales y nacionales que, en un país católico, pretende el Estado conseguir con el ordenamiento actual.
“Los Círculos juveniles pertenecientes a la Acción Católica se llamarán Asociaciones Juveniles de Acción Católica. Podrán tener tarjetas y distintivos conforme a su fin religioso, y para las diversas asociaciones no tendrán otra bandera que la nacional y los propios estandartes religiosos. Las asociaciones locales se abstendrán de toda actuación de tipo atlético y deportivo, limitándose sólo a entretenimientos de índole recreativa y educativa con finalidad religiosa”.
Días después, el 30 de Septiembre, se revocaba la incompatibilidad entre las organizaciones de Acción Católica y las fascistas. La Junta Central desaparecía y en su lugar se constituía, el mes de Noviembre, una oficina de relación presidida por Monseñor Pizzardo.
El 31 de Diciembre, en el Boletín oficial de la Acción Católica Italiana, aparecían los nueve Estatutos, en cuyos artículos 16 al 19 se reglamenta el funcionamiento de la oficina central, constituida por la Presidencia General, que ocupa el comendador Augusto Ciriaci y el consiliario Mons. Pizzardo. Ambos cargos son de directo nombramiento pontifició ([11]).
4) Alemania. El Concordato alemán se firmó el 20 de julio de 1933 y se ratificó el 10 de septiembre del mismo año. Su artículo 31 se refiere a la Acción Católica.
“Las organizaciones y asociaciones católicas que tengan fines exclusivamente religiosos, culturales, caritativos y como tales dependen de la autoridad eclesiástica, serán protegidas en sus instituciones y en su actividad.
“Las organizaciones católicas que además de los fines religiosos, culturales y caritativos, tienen otros fines, entre los cuales están los sociales o profesionales, gozarán, sin perjuicio de su eventual inserción en las uniones del Estado, de la protección mencionada en el Art. 31, apartado 1?, en tanto den garantía de desarrollar su actividad al margen de todo partido político”.
La determinación de las organizaciones y asociaciones que caen bajo las disposiciones de este artículo se reserva a un acuerdo ulterior entre el Gobierno del Reich y el Episcopado alemán.
La interpretación de este artículo, como poco antes en Italia, ha producido no pocos sinsabores a los católicos alemanes, que unas veces sordamente, otras con la violencia más extremada, han visto atacados sus derechos solemnemente reconocidos.
5) Austria. Su Concordato, firmado en la Ciudad del Vaticano el 5 de junio de 1933, fue solemnemente ratificado el 1? de mayo de 1934. En el Protocolo adicional al artículo 14 se lee: “A las Asociaciones que persiguen fines principalmente religiosos y forman parte de la Acción Católica y como tales dependen de la autoridad de los Ordinarios diocesanos, el Gobierno federal concede plena libertad de organización y de actuación”.
“El Estado cuidará de asegurar la conservación y la posibilidad de desarrollo de las organizaciones de las juventudes católicas reconocidas por las autoridades eclesiásticas competentes, y que, en las organizaciones de juventud instituidas por el Estado, se asegure a la Juventud Católica el cumplimiento en una manera digna de sus deberes religiosos y de su educación, en sentido religioso moral, según los principios de la Iglesia”.
Estaba reservado al pequeño Estado austriaco el estipular el modelo de legislación concordada en materia de Acción Católica. El Estado federal no sólo reconoce el derecho de las asociaciones de Acción Católica, sino que además se compromete a “asegurar la posibilidad de desarrollo” de tales asociaciones, concretando estos deberes a las asociaciones juveniles reconocidas por las autoridades eclesiásticas, que han sido el caballo de batalla entre la Iglesia y el Estado, principalmente en estos últimos tiempos.
Hemos expuesto el pensamiento del Pontífice codificador de la Acción Católica. Movilizar todas las fuerzas para conquistar el mundo y restablecer el reinado de Cristo; devolverle el lugar que se le ha negado en la escuela, en la legislación, en la familia, en la vida pública y privada de los pueblos; combatir por medios legales y justos la legislación anticristiana y reparar sus estragos; sostener y defender los derechos de Dios y de la Iglesia; irradiar en el seno de las organizaciones civiles esa luz y esa virtud de la vida cristiana, que hace grandes a los pueblos y felices a los ciudadanos; saturar la atmósfera social del esplendor del cristianismo, vida del cuerpo social, alma que todo lo vivifica, sangre que lo regenera, medicina que lo cura, ideal que lo guía, alimento que lo sostiene; ¡qué empresa, qué gigantesca cruzada para conquistar, no un sepulcro vacío como el de Cristo en Jerusalén, o un templo de piedra, sino las almas, templos vivos vivientes donde Cristo quiere reinar!
La Acción Católica es la misma Iglesia, saliendo del santuario y reivindicando, en el inmenso campo del trabajo filosófico, social, profesional, artístico y político, en el cual elabora la humanidad febril e inquieta su porvenir, el honor de aportar bajo formas rejuvenecidas y adaptadas a las actuales necesidades, toda la riqueza de sus tradiciones seculares. Los seglares, bajo la dirección del Papa y de los Obispos, trabajan por infundir en la sociedad esa savia cristiana que produjo en el mundo las bellas flores y óptimos frutos de la verdadera civilización. (Beytia, “El Apostolado de los Seglares”).
A este inmenso movimiento se le ha llamado “La Internacional blanca” que oponen a la “Internacional roja”.
Al grito de guerra de Marx: “¡Proletarios de todos los países, unios!” se han organizado sus huestes para defender y propagar sus ideales. ¿Por qué los católicos de todos los países no debíamos unirnos en la justicia y caridad para bien de las almas y salvación de la sociedad? Unión, acción, cooperación a los anhelos del Pontífice debe ser el lema de todos los católicos en la hora presente.
[1] (1) D. C., t. 23, cois. 330-332.
[2] D.C., t. 28, cois. 393-397.
[3] D.C., t. 26, cois. 808-812.
[4] L’Ossevatore Romano, 13 febrero 1934.
[5] D.C., t. 31, cols. 1457-1461.
[6] CAVAGNA, Pío XI e l’ Azione Cattolica, pag. 332
[7] CAVAGNA, Ibidem, pág. 312.
[8] CAVAGNA, Apéndice de la 2ª edición, pág. V
[9] D. C., t 25 cols 1547-1548
[10] Bulletin de l’lnstitut Catholique de París, 25 diciembre 19S4.
[11] La D. C. ha hecho un estudio documental lleno de interés en varios números de su publicación: t. 26, cois. 451-476 y 771-896; t. 27, cois. 899-1024 y 1219-1280.