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Cap VIII Fuentes de apostolado y el deber de los catolicos

CAPITULO VIII FUENTES DE APOSTOLADO  Y EL DEBER DE LOS CATÓLICOS

SUMARIO: 1. Una página del Evangelio. — 2. Fuentes de Apostolado. Vida sobrenatural; vida Eucarística. – 3. Deberes: Unión de las colectividades. – 4. Acción, cooperación efectiva a todas las obras.

 

Libro “Apostolado Seglar y Acción Católica”, Autor Pbro Luis Maria Acuña, Edit Difusión, 2ª edición, 1953

 

l.-UNA PAGINA DEL EVANGELIO. –

Hay en el Evangelio una página que encierra, como todas las de este libro divino, una hermosísima enseñanza. Es aquella que nos presenta al Maestro divino que derramaba bendiciones, y consolaba a los pobres, y acariciaba a los niños, y ponía sobre las sienes, heridas aún por el clavo de la servidumbre, la corona del reino de los cielos, nos lo presenta acompañado de tres de sus discípulos, cuando iba a dar comienzo a su dolorosa Pasión. Puesto en oración, una queja dolorida se exhala de su pecho y un sudor de sangre baña la tierra culpable. Va a buscar consuelo entre sus amigos, entre sus discípulos, y los encuentra profundamente dormidos… Tres veces va a decirles: «Velad conmigo y orad» y otras tantas los encuentra dormidos. Y cuando sus enemigos se preparan para condenarlo, cuando en los labios impuros de Judas ya va a estallar el beso traidor que lo entregaría en manos de sus enemigos, sus discípulos duermen, sus ojos están cargados de sueño…

 

Esta escena del Evangelio se reproduce en la vida cristiana. La Pasión no ha terminado… y el mundo sigue condenando al inocente; se pide todavía la libertad de Barrabás y la crucifixión de Cristo. El mundo sigue siendo el calvario de la verdad, de la justicia y de la virtud. Y Pilatos, y Anas, y Caifas, y Herodes y Judas viven todavía en medio de los hombres, y están representados por el que entrega a Cristo, por el que vende a Cristo, por el que burla a Cristo, por el que lo entrega con un beso de paz… La Pasión no ha terminado y ahí esta la Cruz plantada en medio de la tierra… Aún golea sanare. . .

Aún pende de sus brazos la Víctima divina, coronada de dolor y llagada por el amor. Y cuando los enemigos se preparan para condenar por segunda vez a Jesucristo, ¿qué hacen sus discípulos, qué hacen los que se llaman cristianos, y lo confiesan por Maestro y doblan ante El su rodilla?

Duermen como los Apóstoles a la entrada del Huerto. Sus ojos están cargados de sueño…

Esos discípulos somos nosotros que estamos durmiendo el sueño aletargados de la cobardía, de la inactividad, de la indiferencia. Y mientras los enemigos destierran a Cristo del corazón, de la familia, de todos los órdenes de la vida social, mientras el enemigo nos ataca por todas partes: en la política, en la rosa pública, en la prensa, en la legislatura, nosotros contestamos a ese ataque franco, decidido y audaz, escondiéndonos cobardemente en nuestras casas y abandonando el campo al enemigo.

Dormimos; nuestros ojos, están cargados de sueño…

En presencia de esta conjuración contra todo lo divino, nosotros, católicos, tenemos una misión redentora, sublime y social. Cruzados de la milicia de Cristo, no podemos dormir el sueño de la apatía, de la inacción, de la indiferencia. Tres cosas nos salvaran en la hora presente: vida sobrenatural en los individuos; unión estrecha en las colectividades; cooperación efectiva a todas las obras. Expondremos cada uno de estos tres puntos.

 

2. – VIDA SOBRENATURAL; VIDA EUCARISTICA. –

Lo primero, vida sobrenatural que se alimenta de la Eucaristía.

Para alcanzar el éxito en las obras, el católico debe sentirse animado por la vida del espíritu, sin la cual ninguna obra es fecunda. En esta milicia, todo hombre es un soldado; todo soldado, un apóstol, y todo apóstol debe vivir la vida del espíritu. Trabajamos por el reinado de Cristo en las almas. ¿Y cómo lo haremos reinar en las almas si primero no reina en nuestros corazones? Debemos tener a Cristo para dar a Cristo. La vida del espíritu es el fundamento de la vida de acción; como la vida de acción, es el desbordamiento de la vida del espíritu.

Por eso, lo primero es cumplir nuestros deberes de católicos sin miedo ni temores. Lejos el respeto humano que degrada y envilece. ¿Cuál es el soldado que se avergüenza de su bandera? Nuestra bandera es la Cruz, vencedora del mundo, del pecado y de la muerte; nuestro Capitán es Cristo, y nuestra fe, la fe de la humanidad que, postrada de rodillas ha recitado el símbolo de la fe, en lo alto de las montañas, en la soledad de los desiertos, a la orilla de los lagos, en medio de los océanos, en el silencio de los templos, en la paz de los sepulcros.

Pero, desgraciadamente, hay muchos católicos cobardes, víctimas del respeto humano, de ese Nerón del Miedo… que nos mata, de que liemos hablado anteriormente. Hay muchos católicos que llevan un catolicismo postizo que se les cae en la calle pública; hay muchos que adoran a Cristo en la penumbra del hogar, en el círculo de los amigos, pero que le niegan en la vida social.

¡Hay muchos católicos-murciélagos que temen la luz y buscan las tinieblas! Son los cobardes que huyen cuando lo «nuevos Judas venden al Maestro con un beso de paz; cuando los Pilatos le entregan por temor al César, que enmudece cuando los Herodes burlan de nuevo a Cristo, o las muchedumbres, ebrias de vino, de sangre y de vicio piden que sea crucificado.

No; es necesario vivir una vida íntegramente cristiana, vida interior que se alimente con la recepción de los Sacramentos. Hay que vivir la Religión, no esa religión ideal que sólo va a la mente pero que no orienta la vida del hombre; la Religión, no sólo como poesía del alma sino como virtud que eleva, que engrandece y dignifica y perfecciona. Hoy es más necesaria que nunca la .predicación del ejemplo. El católico está sobre el candelero, sobre la montaña y todo el mundo lo mira y lo contempla. Debemos poner de acuerdo nuestros principios con nuestra conducta, nuestras acciones con nuestras creencias. «Hay que vivir como se piensa; de otra manera, llegaremos a pensar como hemos vivido», según la frase genial de Paul Bourget.

Vida interior, y la vida interior se alimenta de oración y Eucaristía. Nuestro Señor consagró a la oración treinta años de la vida y tres al ministerio activo. Con esto nos enseña la fecundidad de las lentas preparaciones y la necesidad de la unión con Dios antes de la acción, como dice el P. Rodríguez. Hablar de Dios: éste es el celo; hablar con Dios: éste es el recogimiento. Una cosa depende de la otra. En el recogimiento se adquiere el amor a Dios y a las almas en el que se funda el apostolado efectivo… del mismo modo que el apostolado efectivo se funda en la oración comunicada.

«La meditación, dice una mujer ilustre, Isabel Leseur, prepara el trabajo del día. El estar a solas con Dios nos ayuda para estar luego en medio de los hombres distribuyéndoles un poco de nuestra provisión de la mañana. El don de sí mismo resulta más fácil cuando el alma ha hecho su provisión Interior»,

Un distinguido escritor expresa a este propósito un bellísimo pensamiento: «Las almas interiores son nacidas para las grandes empresas, dirimió se recogen, se condensan, y condensándose, son brasas; cuando salen de sí, se difunden, y difundiéndose, son luz».

«Oración y vida interior, decía Pío X a un Rector de Seminario, que después vendrá la acción».

Un santo predica bien. «Predica siempre», como se decía del Santo Cura de Ars. En la vida de Santo Domingo se lee que este misionero Incomparable se contristaba por no cosechar frutos tan copiosos en las almas que evangelizaba. Un día oyó esta palabra: «¡Siembras y no riegas…» Comprendió el sentido del aviso del cielo, y desde entonces se entregó a la oración.

Un sacerdote explicaba la necesidad de la oración de esta manera original: «Imaginaos las más hermosas instalaciones eléctricas. Todo esta a punto: acumuladores, bombillas, alambres, conmutadores. Pero… no pasa la corriente…»

De semejante manera, puede un sacerdote tener gran preparación en ciencias eclesiásticas y profanas. Hermoso aparato, pero inerte. . . Si no establece contacto con Dios, no circulará el fluido vivificador. Orar equivale a cargar los acumuladores…

El más activo apóstol precisa que sea hombre de oración. «El que permanece en Mí y Yo en el da mucho fruto» (Joan., XV, 5).

El que ha de comunicar calor precisa que haya hecho antes provisión de calorías… ¿Sirve el hielo para calentar?

Nadie puede dar lo que no tiene.

«Las manos levantadas, dice Bossuet, derrotan más batallones que las manos que hieren».

Vida de oración y vida eucarística. En las tareas apostólicas se necesita fortaleza, coraje, espíritu de sacrificio, abnegación, perseverancia.

Y la Sagrada Eucaristía es fuente de fortaleza, pone a Dios en nuestro pecho; comunica fuerza apostólica para entregarse del todo a la salvación de las almas. Nos da nueva vida. »Yo soy la vida», decía Jesús a sus discípulos antes de morir.

Y esta vida, esta vida interior la recibimos de Cristo; debe estar informada de la vida de Cristo; no debe expansionase mas que en Cristo; y no debe el apóstol tener otro fin que el mismo Cristo, para hacer que Cristo reine en las .almas y en los pueblos. «El alimento Eucarístico, dice San Juan Crisóstomo, nos convierte, no sólo en Jesucristo por el amor, sino que nos trocamos en carne del mismo Jesucristo». ¡Sed almas Eucarísticas!

¡Qué incendios de caridad y de celo no aviva en las almas de los apóstoles seglares la caridad infinita de Jesús que en  Sacramento alimenta a todos los fieles para que todos no formen más que un solo cuerpo con El y en El «¡Oh qué hermoso campo sería el de la Iglesia, dice un escritor; cómo se cubrirían de doradas espigas sus hermosas llanuras, de matizadas flores sus jardines, si las almas de los apóstoles seglares fuesen almas eucarísticas, si estuviesen caldeadas por el Sol de la divina Eucaristía!» Entonces sentiríamos abrasadas nuestras almas por el celo divino.

«¡Nada tan hermoso como el celo, decía San Vicente de Paúl. Si el amor de Dios es un fuego, el celo es su llama; si el amor es un sol, el celo es su rayo luminoso!»

En una palabra: es necesario que la vida oculta preceda a la vida pública. Si nos proponemos llegar a Jerusalén es preciso que antes oremos en Nazareth, siguiendo el ejemplo del ideal de los Apóstoles.

3. – DEBERES. UNION DE LAS COLECTIVIDADES. –

Lo segundo que puede salvarnos es la unión estrecha de todos los católicos. Y la Acción Católica es un organismo coordinador de todas las fuerzas, según la palabra del Papa Pío XI. La unión es la ley, la base, la condición indispensable de toda sociedad, de toda propaganda. Sin ella, nada puede existir, ni la sociedad misma. De nada sirve la aglomeración de Individuos sin un vínculo que los una, sin un fin que los determine, sin una autoridad que los dirija. Serán fuerzas dispersas pero no serán fuerzas sociales.

Si nuestros enemigos triunfan, es porque tienen en su mano la fuerza del oro, rey del mundo, la fuerza del número y la fuerza admirable de la organización. Todas las conquistas del hombre moderno que orada montañas, y canaliza continentes, y domina el espacio, y embellece y fecunda la tierra; todo esto es milagro de la asociación, milagro de la unión de esfuerzos, de actividades, de trabajos.

Esta unión la predica y la manda el Maestro divino. El unió todos los corazones, proclamando la ley de caridad. Unió los corazones, pero también unió las inteligencias, enseñando la misma verdad, constituyéndose en centro de verdad; hoy todas las inteligencias giran alrededor de Cristo, como los astros alrededor del sol.

Esta unión también la exige la Iglesia por la voz de sus Pontífices que nos llaman a estrechar nuestras filas y a participar en el apostolado, estrechamente unidos a la Jerarquía. También la exige la condición de los tiempos que vivimos y la guerra enconada contra lo más caro que poseemos; nuestra fe cristiana y los sagrados intereses de Jesucristo.

Nuestros enemigos se unen para combatirnos; nosotros también debemos unirnos para organizar la defensa; nuestros enemigos se unen para hacer triunfar sus doctrinas; nosotros debemos unirnos para hacer triunfar nuestros ideales.

Unión de inteligencias por la misma fe; Unión de corazones por el mismo amor; unión de actividades por el mismo ideal, cual es el reinado de Cristo en la sociedad.

 

4. – LA ACCIÓN, LA COOPERACIÓN A TODAS LAS OBRAS. – .

Lo tercero que podrá salvarnos es la cooperación -efectiva a todas las obras de propaganda. Vida sobrenatural; unión organizada; efectiva cooperación: he ahí todo nuestro programa.

 

Tenemos buenos católicos, pero muchos de ellos son inútiles para la propaganda; tenemos hombres de fe, pero nos falta el hombre de acción. Esta es la raíz de nuestros males. Hay muchos católicos que suscriben los artículos de la fe, pero se  olvidan de las obras de acción, de propaganda, Y como Gramática hay verbos activos, pasivos y neutros, hay también  entre los católicos: activos, pasivos y neutros. Los pasivos no hacen nada; los activos hacen mucho pero son muy pocos; y los neutros, es decir, los que no son ni activos ni pasivos, forman la mayoría y lo echan todo a perder.

Y mientras los enemigos se hacen dueños de la casa y organizan sus filas, y se apoderan de la prensa, los católicos pasivos y neutros se meten en sus casas mientras retumba el cañón y se siente el fragor de la pelea. ¿Y a qué obras debe cooperar el católico, el apóstol? A todas las obras que promueve y dirige la Acción Católica. De ellas hablaremos especialmente al tratar de las finalidades de la Acción Católica. Ahora sólo señalamos cuatro capítulos de acción: lo que pertenece al culto y a la religión; a la propaganda de la fe y de la doctrina; las de caridad cristiana y la defensa de los derechos de la Iglesia.

El templo es nuestro hogar, nuestro punto de reunión. Trabajad porque haya hermosas iglesias, por el esplendor de las festividades, por la frecuencia de los sacramentos. Si decae el culto, decae la religión y la piedad. Cuando el culto se realza, se reanima el espíritu y florece la virtud. Entre las obras de propaganda, la primera es la prensa, llamada por León XIII «el apóstol de nuestro siglo».

La prensa es cátedra, es tribuna, es pulpito, es escuela. Debéis ayudarla con suscripciones, con avisos, con la acción, con la palabra. A este trabajo de prensa dedicaremos más adelante un capítulo especial.

En lo que se refiere a las obras de caridad, visitad asilos, hospitales, orfanatos, contribuid a su fundación y sostenimiento.

Haceos miembros de las Conferencias de San Vicente y alentad sobre los pobres, el soplo de la caridad de Cristo.

Aliviad esas miserias físicas y morales. La caridad es la gran fuerza que puede salvar al mundo. Según aquella bella frase del poeta portugués convertido, Guerra Junqueiro, el Cristianismo fue engendrado por el Amor y por el Dolor. Por eso es inmortal y no han podido destruirlo ni el furor de los tiranos, ni los dientes de las fieras, ni la espada, ni el hierro, ni los verdugos, ni toda la sangre derramada que ha sido semilla fecunda de cristianos.

Aquel sabio de la antigüedad, Arquímedes, pedía un punto de apoyo para mover el mundo con su palanca. Este punto de apoyo no lo conocía la antigüedad, pero lo conoce el mundo cristiano. Esa palanca es la caridad, y el punto de apoyo, el pecho de Cristo.

Por último, debemos defender los derechos de la Iglesia: en el orden religioso, propagando sus enseñanzas; en el orden político, ejerciendo nuestros derechos ciudadanos; en el orden social, aplicando a la vida sus sabios principios y normas que hacen la felicidad de los pueblos.

La guerra que se hace cada día contra la Iglesia es más enconada y satánica. Se atenta contra su influencia civilizadora; se niegan los beneficios que ha hecho a la humanidad y la encadenan los idólatras del Estado, los eternos lacayos del César. Como buenos hijos, debemos defender a nuestra Madre. El que pueda dar actividad personal, dé actividad personal; el que pueda dar talento, dé talento; el que pueda dar palabra, dé palabra; el que pueda dar dinero, dé dinero. Y si nada de esto posee, siquiera sabrá escribir cosas útiles, o tendrá entusiasmo para dar parte de lo que traman los enemigos, o tendrá un brazo fuerte para escoltar al débil o voz para animar a los combatientes. Cada uno tiene un puesto en estas filas, en esta milicia santa. La lucha, no sólo es contra la idea religiosa sino contra el orden social; no sólo es contra el hombre-sacerdote, sino contra el hombre-magistrado, contra hombre militar, contra el hombre-propietario, contra el altar y el trono, contra la Religión y la autoridad que son los dos polos del mundo social. Vivimos una hora de inquietudes, de incertidumbres y hemos contemplado con musulmana indiferencia la prédica de esos falsos apóstoles que, con los ojos en Rusia y las manos metidas en el bolsillo de los pueblos, lo incitan a la revolución social.

Por eso debemos defender el altar y el hogar, es decir, la Religión y la Patria. ¡Cruzados de la idea cristiana! ¡A la lucha, al triunfo, a la gloria! Lleváis en vuestro pecho la cruz gloriosa que ha inspirado todos los heroísmos, todas las epopeyas de la historia y en vuestros corazones el amor a Dios y el amor a la Patria.